14 oct. 2025

Excluidos: Niños sin escuelas y tampoco alimentos

No hay malos proyectos, sino que hay proyectos a los que el Estado apuesta todo. Los proyectos que el Estado no apoya, mueren antes de nacer.

Ejemplos sobran. Se pone toda la maquinaria para apostar a la agricultura y ganadería de gran escala. Impuestos blandos, permisos ambientales que en cualquier país del mundo no se darían. En cambio para el campesinado paraguayo, aquel que aún trabaja la tierra con sus manos porque no tiene acompañamiento o incentivo estatal, el Gobierno no tiene ninguna ayuda y no lo incluye en proyectos que impacten en su progreso.

Pero esta desigualdad no es el punto central que queremos desarrollar. En esta ocasión queremos desnudar la hipocresía estatal que se ufana de tener el claro propósito de erradicar el hambre desde la escuela, pero se cierra en que un solo programa podrá llevar a cabo tamaña tarea.

Partamos del hecho de que el programa insignia del Gobierno, Hambre Cero, funciona. Consintamos el relato de que tres de cada cuatro niños, niñas y adolescentes tienen garantizado un alimento nutritivo y de calidad día a día.

Más allá de que se ha dicho que seis a siete consorcios acaparan todo el contrato, consorcios que claramente mantienen lazos políticos, y que de acuerdo a publicaciones, el mayor proveedor de Hambre Cero, Miguel Cardona, visitaba constantemente Mburuvicha Róga, supongamos que el programa cumpla su fin y los menores en edad de aprender comen un alimento, alimento que tal vez en sus casas falte por una razón y problema estructural de una sociedad desigual. Hasta ahí todo bien.

Ahora, qué pasa con ese cuarto niño que según las estadísticas no ingresa a la escuela, es decir, que está expulsado del sistema educativo.

De acuerdo a Unicef, hacia 2024 en Paraguay había 1 de cada 4 niños paraguayos en edad escolar, de 5 a 17 años, fuera del sistema educativo.

La situación de estos niños fuera del sistema educativo y fuera de sus estadísticas no está siendo atendida como corresponde.

Mientras para los que van a la escuela, el Estado destinó en alimentos por medio del programa estrella, USD 370 millones en 2025 según datos del Ministerio de Economía, y llegará en 2026 a USD 375 millones, para los demás chicos vulnerables no queda nada o queda muy poco, siendo optimistas.

Aquí entra a tallar el papel del voluntariado. La semana pasada la Articulación de Ollas Populares afirmó que el programa Hambre Cero no da solución al estómago a todos los que tienen hambre, porque muchos no están en la escuela y el programa solamente se limita a la escuela. Para sus actividades, las olleras solo el Estado tiene destinado unos 5 mil millones al año, pero eso lo reciben por medio de insumos de mala calidad, según ellas mismas afirman

El Estado debe garantizar al menos ese mínimo. Pero parte de una voluntad política que el ministro de Desarrollo Social –el superministerio a cargo de Tadeo Rojas–, no tiene. Su visión es prejuiciosa y maliciosa, porque afirma que el trabajo social realizado en los comedores no tiene impacto. Por ende, la respuesta del ministerio ha sido proveerles de recursos solo dos de los diez meses de este año. Si se hiciera justicia para la alimentación de los niños sin escuela, debe destinarse una suma equivalente al 25% de ese total que hay para Hambre Cero. Al mismo tiempo debe activar todos los mecanismos a su cargo para la inclusión del menor que no estudia o se vuelva a atraerlo si lo ha dejado por las circunstancias harto conocidas.

Los niños de familias más vulnerables dejan la escuela por razones económicas. Según Unicef, “en el caso de los niños, el ingreso temprano al mundo laboral, no en trabajos decentes. Un niño debe estar en la escuela no en el mundo laboral. Las niñas, hay casos de situación de criadazgo”.

Tampoco debe olvidarse que por su condición humana, los recursos para erradicar el hambre deben servir para las personas en situación de calle y demás sectores con carencias básicas.

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