07 dic. 2023
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Darío Lugo

El derrotero del Paraguay viene dando brincos traumáticos y atraviesa vendavales difícilmente salvables, con saldos que afectan al bolsillo de la gente, que en última instancia es la que paga más caro por la ineficiencia estatal, cuyos administradores siguen mirando hacia otro lado y no priorizan las políticas públicas en favor de la mayoría.
La expectativa al iniciarse el presente periodo era que se trataba de un año crucial signado por los preparativos para la revisión del Anexo C de Itaipú, del cual habrían de surgir enormes posibilidades para alcanzar recursos con el fin de ayudar al desarrollo del país.
El parámetro para medir la ineficiencia en la administración del Estado, incluido gobiernos municipales (para el caso que vamos a considerar a continuación), es la lenta y casi nula capacidad de reacción ante situaciones de todo tipo, plagada de meras excusas.
Nada menos que unos USD 130 millones constituyen el impacto negativo para el 3,5% de la población del país, como consecuencia del despilfarro y la mala gestión del problemático Acueducto del Chaco, la obra de ingeniería que pretende distribuir el líquido vital en suelo de la Región Occidental por más de 500 kilómetros de tuberías, 200 kilómetros de los cuales prácticamente no sirven.
A sabiendas de que los dramas estructurales del país no se resuelven de la noche a la mañana ni porque una nueva administración fuera inaugurada el 15 de agosto pasado, de todas formas las prioridades en la alta cúpula del Gobierno se patentizan hasta ahora en asegurar cargos con salarios fabulosos para los incondicionales.
Se cumplen cincuenta años del golpe de Estado al presidente Salvador Allende, lo que puso fin a su experimento de “vía chilena al socialismo”, con el que intentó alejarse de la praxis regional, signada por las dictaduras militares en franco auge, apoyadas por la administración norteamericana y dispuestas a contrarrestar el avance del comunismo.
Más allá de los discursos grandilocuentes, las promesas de buena gestión, los festejos recientes en su fecha especial y los indicadores que sitúan a la niñez y adolescencia en un teórico primer plano en las inversiones, lo que se evidencia cotidianamente es un escenario lejano a todas esas buenas intenciones, con responsabilidades compartidas entre Estado y sociedad civil.
El arranque de la nueva administración del país está matizado de dilemas cada vez más traumáticos, en torno a las demandas sociales y al intrincado panorama político-partidario. Poco podemos mencionar de la oposición, casi invisibilizada por sus propios desaciertos.
Estamos de cara al inicio de la próxima administración, que regirá los destinos del país y que intentará –tal como lo expuso en su promesa electoral– reencauzar hacia una nación moderna este plano de la realidad azotado por la pobreza, la corrupción, la violencia generalizada y la inseguridad jurídica. Pero las evidencias de un acercamiento real a la gente distan mucho de lo que presenta el futuro gobierno como teoría.
Son harto conocidos los ya casi cotidianos arrebatos de irracionalidad que envuelven a ciertos representantes del pueblo (parlamentarios, principalmente) hacia quienes apuntan y enfocan los micrófonos y las cámaras, haciendo desviar el cometido original de su mandato, que es legislar.
La criminalidad se incrementó en Paraguay desde que los jóvenes dejaron de cumplir en su mayoría con el servicio militar obligatorio (SMO), según apreciación reciente del ministro del Interior, Federico González.
Toda acción humana conlleva la manifestación en sí, y además algunas señales que de ella se desprenden. También pasa con las omisiones. Para ejemplificar lo que está sucediendo con la coyuntura de transición entre un gobierno y otro, posterior a las elecciones generales de abril pasado, podemos colocar la vista en las primeras decisiones que va tomando la próxima administración.
¿Un mero asistente o un potencial reemplazo de la capacidad humana de análisis? ¿Una herramienta innovadora o un futuro condicionante del pensamiento? ¿Qué es el ChatGPT, instalado ya en las metrópolis y grandes centros de producción, y paulatinamente incorporado en la cotidianidad del subdesarrollo, ámbito que –particularmente– nos envuelve y determina nuestra existencia de ciudadanos periféricos?
Apenas se vislumbra un tímido acercamiento público y un debate aún en pañales sobre los principales ejes de acción que esperan a las autoridades recientemente electas, con el fin de posicionar al país en la lucha contra la pobreza y la desigualdad, amén de trazar las líneas prioritarias para generar riqueza y mantener la senda de crecimiento sostenido que le caracterizó en las últimas dos décadas
Además del control social y del acompañamiento con crítica constructiva para mejorar la calidad de vida de la población, toda sociedad que se autodenomine democrática tiene un arma fundamental en el devenir de un país, con el fin de transformar la realidad y ser representada por dirigentes idóneos, capaces de cumplir con el mandato requerido: el voto y la elección de los mejores candidatos
¿Por dónde arrancar en las urgentes reformas integrales, antes de que por completo se diluya el concepto de patria?
“Sin libros, el pasado sería una hoja en blanco; y el presente, un espectáculo pueril, de esos que pasan y se olvidan"; frase atribuida al uruguayo José Enrique Rodó.
Dramas cotidianos que no están en la agenda de las autoridades, no forman parte de sus prioridades y se desdibujan, porque tampoco tienen mucho impacto mediático, pero que merecen ser enfatizados, ya que impactan en comunidades altamente indefensas: la falta de agua (derecho humano inalienable) en el Chaco para comunidades originarias y localidades alejadas, por causa del mal funcionamiento del acueducto; y el viacrucis de los indígenas que acampan por extensas jornadas frente al local del Instituto Paraguayo del Indígena (Indi)
El círculo vicioso de la pobreza está siempre asociado a escenarios de alta corrupción, ferviente crispación política, grietas varias e inestabilidad institucional al interior de los países que las padecen... y lo notamos diariamente en Latinoamérica.
Se va callando el ruido propio de las fiestas findeañeras y todo da paso a la observación hacia adelante. Aparece en el horizonte una enorme cantidad de pendientes... ¿por dónde empezar? Hagamos un repaso de las prioridades.
En breve arrancará un nuevo ciclo de 365 días en que el país tomará decisiones prioritarias, tales como elecciones generales y negociaciones en torno a Itaipú, con la obligación de defender una tesis beneficiosa al Paraguay, ya que de esa ronda de diálogos dependerá el éxito o la nefasta consecuencia sobre importantes recursos para el desarrollo.
Lo que al inicio de año pudo haber sido una corrección al drama de las horas pico y el tránsito en la ciudad, decantó finalmente en casi nada, para evitar que se siga viajando en la estribera del transporte público
Las políticas públicas no pueden ser aplicadas si no se cuenta con una base científica, que arroje las verdaderas necesidades de la población. Los planes carecerían de resultados acordes cuando el objetivo a corregir no es identificado certeramente, sobre fundamentos cuantificables.
El ámbito local viene cargándose cada vez más con voces públicas de insana disidencia, posturas antagónicas, miradas muy distintas y pareceres abiertamente polarizados, en torno a aspectos y fenómenos de la realidad circundante, mediante adalides que bajan línea y se erigen como detentadores de la verdad absoluta. La vida cotidiana y, sobre todo las redes sociales, reflejan perfectamente estas circunstancias.