31 oct. 2025

Tiempos de barbarie

El otro día, las calles de ciudades de Estados Unidos se llenaron de manifestantes protestando porque, al parecer, no están contentos con el gobierno de Donald Trump.

Los organizadores de la gran marcha dicen que “el presidente cree que su poder es absoluto”, y el presidente dice que los No Kings son un “chiste”, que “son personas que no representan a nuestro país”.

Y es muy raro, porque en las redes sociales vuelven famoso a un actor de origen americano (de Chile, de la gran patria americana ofcors) Pedro Pascal (aka Oberyn Martell, aka Joel Miller, aka Javier Peña), quien llegó de bebé a aquel país, con su familia huyendo de la dictadura de Pinochet en los setenta. Vi en IG que en la manifestación una chica portaba un cartel: “Sin migración no habría Pedro Pascal”. Por cierto, el actor también estuvo en la marcha.

Después entré a leer los comentarios y uno decía: “Hay que diferenciar la migración legal de la ilegal”, y pensé, claro, porque una cosa es el famosillo de origen sudaca y otra el morochito que arriesga su vida cruzando el río Bravo. ¿Vieron qué horrible este mundo lleno de racismo, xenofobia e ignorancia?

Y se pone peor todavía con la brutalidad de las redadas y secuestros a los migrantes en los Estados Unidos; el presidente de USA amenazando a países soberanos como Venezuela y Colombia; en tiempos de Google cualquiera se entera de la larga historia de intervenciones y masacres en suelo americano: Granada, Panamá, el golpe en Chile y el apoyo a la dictadura del militar y pedófilo Alfredo Stroessner.

Ahora no solo persiguen seres humanos, tiran bombas contra lanchas de pescadores en el Caribe, con la excusa del combate a las drogas, sino que persiguen la literatura; obras como Cien años de soledad, de García Márquez, están vedadas en escuelas y bibliotecas públicas, por su supuesto “contenido sexual explícito y violencia”. Violencia, dijo el país en el que a cada rato hay tiroteo en algunas escuelas. Según el PEN America también prohibieron a Toni Morrison, Margaret Atwood, Khaled Hosseini y otros.

Por último, pero no por eso menos importante, hay que seguir hablando de Gaza.

En Gaza, mientras aquellos que sobrevivieron a los ataques y bombardeos buscan entre las ruinas los cadáveres de sus desaparecidos, continúa el bombardeo indiscriminado, tras la minúscula pausa del circo montado para la firma del tratado de paz. Después de los discursos, fotos y besitos, siguen matando niños palestinos, mujeres palestinas, viejitos palestinos y periodistas, siguen matando periodistas para que no muestren la verdad del genocidio. Y, en el nuevo nivel de crueldad, queman los olivos en la Cisjordania ocupada.

Uno de los grandes medios que no siempre informó a tiempo y en forma sobre la matanza en Gaza, la BBC, recopiló evidencia de que Israel ha estado disparando –deliberadamente– a niños en la cabeza y en el pecho; decían que más del 60% de los niños asesinados revelaron este patrón de lesiones.

La BBC habló con 30 médicos y enfermeros, y revisó fotos, videos, escáneres y notas médicas, y ahí está el mismo testimonio: “Vimos un número significativo de disparos, ya fuera en la cabeza o en el pecho, incluso a niños”, dijo el profesor Nizam Mamode, consultor jubilado del Servicio Nacional de Salud (NHS) y cirujano de trasplantes en Reino Unido, que estuvo en Gaza en agosto de 2024. Este médico aseguró que las radiografías mostraban “una bala literalmente alojada en el cerebro de un niño de tres años”.

Gaza representa hoy el futuro de la humanidad, no es un campo de batalla, es un matadero donde los dueños de las armas prueban su eficiencia matando niños. Dentro de ochenta años alguien va a tener que inventar una palabra para lo que está haciendo Israel en la franja, porque esta limpieza étnica, matanza, maldad absoluta, crueldad, destrucción de escuelas, hospitales y el hogar de los dueños de esas tierras, nos están dejando sin palabras.

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