El ritmo ascendente en cuanto a las demandas sociales durante la actual administración del país crece de manera equivalente con la vanagloria de la cual se nutren las autoridades al exponer algún nuevo premio, consideración, galardón o gratificación a nivel internacional.
Los reclamos de sectores sociales que aún no son atendidos de manera cabal, y que ya merecen manifestaciones, expresiones furibundas para ser atendidos, marchas y hasta bloqueo de rutas, compiten sistemáticamente con el número de viajes al exterior del presidente Santiago Peña, para asistir incluso a eventos anodinos y sin ningún provecho para el país, pero que le permiten alejarse por un rato de los acuciantes dramas cotidianos a nivel doméstico.
El reciente impase entre los cañicultores y Petropar, con el fin de tener listo el nuevo tren de molienda, y que durante diecisiete días perjudicó de manera colateral el tránsito por la ruta PY02, fue finalmente dirimido a través de una nueva promesa; mientras que tardará un año aproximadamente en ser resuelto el problema atravesado por productores que no tienen cómo ubicar toda su caña de azúcar anual.
En tanto, el titular del Ministerio de Economía y Finanzas, Carlos Fernández Valdovinos, así como el presidente del Banco Central del Paraguay, Carlos Carvallo, reciben homenajes y premiaciones por el manejo de la macroeconomía y por contener la inflación adecuadamente, además de los signos que permitirán un crecimiento cercano al 5% al final del periodo, lo cual ya es todo un logro en la región, que casi no se expande en el actual contexto.
Amparados en esas cifras extraordinarias, las autoridades se abroquelan en el resultado macro, que de todos modos contempla una brecha para la plasmación de una microeconomía anhelada y que brinde más beneficios a la población, desde sectores que ni sienten los efectos de esas bondades grandilocuentes de las que habla el Gobierno, porque el bolsillo no miente tanto como la banca matriz a la hora de lanzar las cifras de inflación.
Mientras los principales referentes de la política económica y monetaria desfilan sonrientes por Washington o Nueva York, siendo respetados y considerados por jerarcas del ámbito bursátil internacional, hay una ciudadanía paraguaya que experimenta recortes sistemáticos y se enfrenta como puede a un sistema de salud colapsado, un transporte público moribundo y unos precios exorbitantes para cumplir con sus compras de la canasta básica. Ninguno de estos dramas aún puede ser aminorado.
El ámbito de las poblaciones originarias continúa, por su parte, padeciendo las postergaciones sistemáticas de todo gobierno distante de los clamores de la gente. Con la desprolija administración de la entidad que atiende la problemática indígena, algunas parcialidades también ya se vieron obligadas a cortar rutas de manera intermitente, más aún cuando se decidió un destino errabundo para las oficinas del Instituto Paraguayo del Indígena.
Si señalamos la justa voz lanzada por jóvenes, puntualmente los llamados Generación Z, y su derivación en una modesta manifestación céntrica que fue repelida por la ultraviolencia de efectivos policiales, superándoles en número hasta en diez veces, solo nos queda la seguridad de que cualquier intento de reclamo será castigado con fuerza bruta y con la amenaza de ejercer más control y represión ante una siguiente manifestación.
Las antípodas pueden ser bien referidas: A los eventuales inversores internacionales y a quienes manejan el capital externo, alfombra roja y bienvenida con pompa y boato; a los sectores humildes y a quienes están con la soga al cuello por culpa del sistema, Linces y garrote. De alguna manera, la situación es el reflejo del olvido por las cuestiones sociales y por el mero interés de sostener la ecuación posmoderna de un gobierno inclinado hacia la derecha, cuyos representantes y entorno incondicional ya están mejor.