13 jul. 2025

Qué justifica el poder en el Estado

Suponemos que el presidente Peña está preparando su discurso de rendición de cuentas ante el Congreso Nacional para el 1 de julio del 2025. No obstante, en tres ocasiones, ahora en junio, ya nos anticipó partes de dicho documento.

La primera vez fue ante su Consejo de Ministros cuando hizo una exposición de sus logros macroeconómicos y de ramos generales, ignorando a salud y educación, cero indicadores, cuya representación carnal más concreta es su histórica visita, con su esposa en modo lacrimógeno, al Hospital Nacional de Itauguá donde prometió obras inmediatas, hasta hoy sin avances. En esta reunión dijo que los planes futuros se resumen en “redoblar esfuerzos”. Esta frase infaltable, muy repetida, de todo funcionario público del Paraguay –junto a “estamos abocados…”–, nadie sabe qué carajos significa. No hay métrica que pueda capturar los resultados.

La segunda vez, gracias a Dios, de lo que podemos considerar anticipos de su discurso de mañana 1/07, el mandatario hizo una interpretación filosófica e hiperbólica –en su visita a Yaguarón– donde explicó que la fórmula secreta de “redoblar esfuerzos” es “seguir a Cartes”, al cubo. No sabemos si mañana Peña va a repetir su fórmula de la prosperidad económica ante el mismo Congreso.

La tercera vez, ante la Junta de Gobierno de la ANR en su discurso de rendición de cuentas de los primeros dos años de su primer mandato corporativo por encargo, gerenciando la burocracia estatal del segundo gobierno de HC , Peña dijo que “la permanencia del coloradismo en el poder está plenamente justificada”. Aplausos cerrados. A pesar de que, luego, tanto el diputado Hugo Meza como NDF se quejaron de que los mismos correligionarios no estaban conformes con la calidad de vida republicana que reciben del presidente y sus ministros. Falta más atención a los colorados, dijeron. En fin.

Tengo que recurrir a mi profesor Ian Shapiro, de la Universidad de Yale, para analizar la última sentencia peñista: “La permanencia de la ANR en el poder está plenamente justificada”. Sospecho que alguna medición o estudio de opinión pública que hizo el jefe HC le obligó a que dijera lo que dijo. Sigamos.

En uno de sus cursos más espectaculares titulado The Moral Foundations of Politics este prestigioso intelectual (me refiero a Shapiro) responde a la pregunta que titula este artículo. También responde a Santiago Peña, y a HC, quien probablemente sabe más que nosotros sobre por qué su súbdito debía enunciar la frase. Shapiro dice que existen cinco perspectivas que justifican o no el poder en el Estado. En otras palabras, el poder es legítimo y está justificado, siempre y cuando algunos elementos estén presentes. Estas perspectivas no son, no todas, precisamente morales, aunque algunas sí lo son. Veamos cada una de ellas.

En primer lugar, El Utilitarismo de Jeremías Bentham, quien vivió entre 1748 y 1832. Dice que el poder está legitimado en forma canónica, con una lógica extrema, cuando puede maximizar la felicidad: A la mayor cantidad de ciudadanos el máximo de placer y felicidad en forma de provisión de bienes y servicios. El valor que legitima el poder proviene de que el mismo pueda evitarte el dolor y darte placer y felicidad. Por ejemplo, la heladera vacía o la heladera llena. El problema aquí es determinar qué es la felicidad y quién dice que la felicidad de los unos no es la infelicidad de los otros. O que la felicidad en forma de bienes y riquezas no se distribuye maximizando su potencial a la mayor cantidad posible de ciudadanos. Aquí podemos encontrar al equilibrismo triple, monetario, cambiario y fiscal, más a la propaganda oficial, que nos dicen que el PIB que crece acumulativamente 4% al año en promedio suavizado desde hace más de 15 años es la evidencia de que el poder es legítimo, así como está, y por eso está justificado. Nicanor Duarte Frutos dijo en la Junta de la ANR en la semana pasada, chupando las medias de los de la mesa, que la evidencia empírica de que el hedonismo (estar mejor) de Bentham le alcanza a todos es que no hay manifestaciones ni disturbios. “Nadie se queja”, y por eso no debemos reclamar del “orden natural” en el Paraguay. “Dónde están los que se manifiestan en las calles”, desafió NDF, mientras en los semáforos rostros hambrientos nos piden limosnas para poder comer. Lo que es bueno para los que estaban en la Junta de la ANR es bueno para todos, parecen afirmar, y maximiza la felicidad del Paraguay, tanto en calidad del estar mejor como en cantidad de ciudadanos alcanzados por la felicidad. El relato del MEF es que la riqueza en forma de felicidad va a gotear desde arriba hacia los menos favorecidos que están más abajo en la pirámide social. La macro anda creciendo, solo falta paciencia y saber esperar. La economía en modo “trickle down” va a funcionar y puede solucionar las inequidades sin que el poder deba cambiar sus políticas públicas o sin que los que lo ejercen deban ser, necesariamente, cambiados. Más no se puede hacer. Esa es la narrativa. Qué tal.

En segundo lugar, El Socialismo de Carlos Marx (1818-1883) dice que el poder se justifica cuando nadie le explota a nadie. La explotación del hombre por el hombre deslegitima el poder de quien lo está ejerciendo desde el Estado y no justifica al gobierno que administra el Estado. Hay desacuerdos sobre qué constituye “explotación”, cómo identificar quién le explota a quién y cómo el gobierno puede intervenir para mitigar la explotación. La presencia de la explotación es la marca que deslegitima el orden establecido por el poder, dice el socialismo. Los mensúes eran antes evidencias bien jodidas que cualquier socialista podía enarbolar. Hoy en día, en el Paraguay de Peña, más del 65 por ciento de los trabajadores no reciben el salario mínimo ni están cubiertos por el IPS. Según el socialismo, por tanto, el statu quo debe ser cambiado; el poder es ilegítimo, uno tiene el derecho de rebelarse al mismo. Esa es la lógica de Shapiro en cuanto a Marx.

En tercer lugar, El Contractualismo Social y el Estado de derecho de Locke, Rousseau, Hobbes, etc. El contractualismo de J. Locke (1632-1704), dice que lo que legitima el poder en el Estado es la noción del consenso. Por ejemplo, todos quieren cumplir con el Estado, incluso en lo fiscal, porque existe consenso social. Algunos pueden decir: Es la servidumbre voluntaria de Étienne de la Boètie, en sentido más peyorativo. Aquí hay muchos desacuerdos sobre qué constituye un acuerdo, dice Shapiro. Qué constituye el consenso es el gran desacuerdo. En esta tradición participan los humanistas y los moderados que creen que hay diversos grados de consenso y acuerdos que se pueden lograr en la sociedad paraguaya a partir de pactos negociados. O lo que deben existir son los negocios pactados, dirían los del abrazo republicano. Sin embargo, la tradición paraguaya tiene mentalidad de contrato, donde los compromisos se asumen conforme al espíritu mínimo de las letras, que pueden ser interpretadas hasta que el derecho se subordine al poder, incluso se hace hermenéutica interpretativa de la propia Constitución Nacional, para violarla, sobre todo cuando algunos presidentes quieren ser reelectos. Los pactos que extrapolan el espíritu minimalista de la letra, donde el cumplimiento tiene un contenido moral superior, casi no existen. Los que la critican, a la legitimación contractualista del poder, afirman que la elevada evasión impositiva es una evidencia de que en el Paraguay el contrato social está definitivamente roto, nadie le quiere ceder soberanía al orden institucional. Hasta Óscar Orué de la DNIT afirma que, habiendo tanta evasión, no se atreve a cambiar nada en la estructura de sus impuestos, hasta que haya calidad del gasto. Los ciudadanos no quieren pagar impuestos porque se gasta mal y se roba mucho. Por lo tanto, no funciona el contractualismo en ninguno de los enfoques: Locke, Rousseau, Montesquieu y Hobbes. Acato, pero no cumplo. Esta es la lógica legal del Paraguay. No existe imperio de la ley. Letra muerta.

En cuarto lugar, El Tradicionalismo Anti-iluminista, de Edmund Burke, dice Shapiro, puede justificar, en forma anómala, el poder en el Estado. La tradición del anti-iluminismo de Burke, dice que el poder es legitimado, o se encuentra, en las normas heredadas, las prácticas y tradiciones de la cultura histórica de la sociedad. El stronismo sin Stroessner es un ejemplo. Los desacuerdos sobre esta tradición que legitimaría el poder derivan de la crítica a lo que “naturalmente” ya estaba preestablecido. No es una perspectiva democrática, científica ni objetiva ni racional. En el Paraguay, Bernardino de Cárdenas en la era colonial en 1649 y Fernando Lugo en el 2008 en la era democrática e independiente… representan el poder legitimado por la tradición religiosa del catolicismo. Los gobiernos hereditarios tradicionales de los López y las sucesiones sin alternancia en el gobierno del Paraguay, desde 1904 a 1936 del partido liberal y desde finales de los años 40 hasta el 2025 del coloradismo, una breve interrupción desde el 2008 al 2012 - son pruebas que certifican que el poder ya tuvo y sigue teniendo justificativos antiiluministas en el Paraguay. A lo mbareté: seguir a Stroessner y ahora seguir a Cartes.

Por último, en quinto lugar, la democracia debería justificar el poder en el Estado, afirma el profesor Shapiro. Qué quiere decir eso. La tradición democrática legitima el poder cuando el mismo obedece al “principio del interés afectado”. La democracia que respeta este principio dice que todos aquellos cuyos intereses son afectados por el poder deben controlarlo. Deben ser los mandantes del poder ejercido por los mandatarios. No puede haber un monarca en la sombra, al cual se reporta el que tiene la lapicera. Y la mejor forma de controlar el poder y a los mandatarios de los legítimos detentores del poder, los mandantes, los ciudadanos electores, es por medio del voto en elecciones democráticas que no sean amañadas y que sean transparentes. Más la democracia participativa por medio de los grupos de interés, las organizaciones no gubernamentales, la sociedad civil influyendo en las políticas públicas, la libertad de prensa, etc. En las elecciones, las mayorías absolutas, con doble turno, deben ganar las elecciones, escogiendo así a los mejores mandatarios que se supone que representan los intereses afectados de la mayor parte de la población. Los desacuerdos surgen cuando se sospecha que las elecciones no son precisamente democráticas. O cuando una minoría gana y gobierna porque el sistema electoral no permite el doble turno buscando la mayoría absoluta. O cuando el poder económico, o mafioso y mediático, confabulados todos, cooptan el poder político en el Estado, manipulando o comprando elecciones en beneficio de unas minorías. O algo peor, la narcopolítica y los mercados del crimen toman el poder en el Estado financiando a delincuentes para que capturen el gobierno de una nación. La riqueza y el dinero manipulan la democracia. Siendo así, los que tienen más están sobrerrepresentados en las instancias decisorias del poder y los que tienen menos están subrepresentados. Las compras de votos deslegitiman el poder en el Estado.

“La permanencia del coloradismo en poder está plenamente justificada”, dijo Peña, recordemos. Es muy probable que algunas mediciones cartesianas tengan hallazgos que hayan llevado al presidente a afirmar lo que dijo con tanta vehemencia. ¡ Saludos cordiales!

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