28 oct. 2025

Por donde él pasa, no vuelve a crecer la hierba

Llamado el Azote de Dios, Atila, conocido como el rey de los Hunos, pasó a la historia como un bárbaro sanguinario, prácticamente la encarnación de todo lo cruel, sádico, despiadado, violento y desalmado.

Pocos personajes de la historia son descritos casi como la encarnación del mal y nos dejaron expresiones que quedaron para siempre. Está lo del Azote de Dios y también esta otra frase famosa: Por donde pasa Atila no vuelve a crecer la hierba.

Sobre esta última hay controversia, como en todo lo que se refiere a Atila como a su gente, los Hunos. Según la IA (nueva y rigurosa fuente de información) la frase está asociada a la devastación y el terror que sus ejércitos causaban al invadir territorios, pues quemaban campos y arrasaban todo a su paso, pero aclara que, si bien se le adjudica al susodicho desalmado la frase, lo más probable es que eso lo decían sus víctimas, la gente de las comunidades agrícolas que sufrían sus ataques, para describir la destrucción y la desolación que dejaban.

Dicen de él que era la brutalidad personificada, el más vil de los bárbaros “que desgarraron la carne del decadente Imperio Romano”, y aseguraban que estaba impulsado por una ambición desmesurada y una adicción al botín, que intentó mucho más de lo que jamás pudo lograr, pero estaba decidido a gobernar todo el mundo y que su ambición lo llevó a arriesgarlo todo. Al mismo tiempo, se habla de que había evidencia que sugiere que la ambición de Atila no era simplemente personal, era una necesidad política: Para mantener contentos a sus jefes, necesitaba el botín (la presa, el robo, los trofeos). Por eso tantas incursiones; guerra y a medida que su imperio crecía, también las conquistas a gran escala.

Pero el bueno de Atila no apareció de la nada, era un huno, por lo tanto brevemente diremos que los hunos, es posible que fueran originarios de Mongolia, y según varios sitios de internet, eran bárbaros, ansiaban alimento, tierras y seguridad territorial, y viajaban en grupos grandes y lentos. Los hunos eran diferentes, con una gran movilidad. Eran paganos impenitentes, con poco deseo de establecerse y comportarse. Se cita mucho a un historiador romano, Jordanes, quien los había descrito como “criaturas pequeñas, repugnantes y demacradas, que apenas poseían la sombra del habla; monstruos con rostros hechos de masas de carne sin forma”, mientras que Amiano Marcelino, militar e historiador romano, había dicho que siempre fueron poco fiables e impredecibles, y que los hunos eran “excesivamente codiciosos de oro”.

En el siglo XXI. Llegados a este punto comienzo a dudar a quién o quiénes podríamos nominar como un Atila en este 2025, pues son tantos los que calificarían bien como heredero, si fuera cierto lo que los romanos escribieron sobre Atila.

En Asunción, una ciudad que parece el día después de que pasara por aquí un tornado categoría 5 y un imposible tsunami, sabemos el nombre de nuestra catástrofe, esa desgracia se llama Partido Colorado. Un partido político que soltó a la arena política a un personaje salido de programas de entretenimiento, que ni siquiera era particularmente talentoso, un personaje que ejerció de intendente y la dejó destruida.

Hay otro Atila asolando Palestina, matando de hambre a niños, mujeres y ancianos, con la excusa de que son todos terroristas. Sus amigos llaman guerra a lo que Israel está haciendo en Gaza, pero los demás sabemos que es genocidio, carnicería, masacre, un verdadero holocausto. Por donde pasan Bibi y su ejército solo quedan escombros, cadáveres de bebés, niñitos carbonizados y periodistas asesinados.

No sé qué dirían los cronistas dentro de 500 años, los libros de historia o internet sobre la barbarie que cometió un pueblo que sobrevivió a un holocausto contra el que lo recibió con los brazos abiertos. Y aunque es cierto que con este genocidio el mundo se ve más triste y más feo, yo creo que volverá a crecer la hierba, desde el río hasta el mar.

Más contenido de esta sección