Una mayoría de seis miembros de la Corte ofrecieron un triste espectáculo de capitulación ante el poder político. Convocados a la residencia presidencial, media docena de ellos fueron a presentar sus respetos al primer mandatario y dicen que ante el presidente de los colorados: Horacio Cartes, quien tiene varios pleitos ante la Justicia que pueden acabar ante la Corte.
No midieron las consecuencias o tanto los convocados como los convocantes quisieron que todos supiéramos quienes se arrodillan y ante quienes nuestra maltrecha Justicia. La presión de la prensa y de la ciudadanía ante la ausencia –una vez más– del jefe del Ejecutivo forzaron a que reconocieran el encuentro organizado con nocturnidad y alevosía. No invitaron a los propuestos por los liberales (Ríos y Ramírez) y el tercero: Santander declinó el convite. Fueron, finalmente, los que sabemos están alineados al Partido Colorado y comulgan con el gobierno. Lo hicieron por “razones administrativas”, según Giménez que nunca sabremos que incluye en forma tan amplia ese tipo de afirmaciones.
Nunca antes habíamos visto que la justicia fuera llamada a este nivel humillante ni en los tiempos del tirano Stroessner que cuidada mucho las formas en su ejercicio despótico del poder.
Los seis del patíbulo fueron en alegre caravana para escuchar, según dicen las órdenes de colgar a Abdo, Prieto, imputar a Weins y nunca sacar una resolución del caso Kathya González. Inteligentemente, los abogados de los procesados en el caso de los informes de Seprelad pidieron que todos se aparten de entender el caso debido a que quien los acusa es el mismo que los convocó a la residencia presidencial.
Además, hay un pedido de juicio político por el caso de la mafia de los pagarés en los que la irresponsabilidad de la Corte en su labor de Superintendencia dejó un saldo catastrófico de víctimas que exigen y claman algo que puede parecer muy distante para todos ellos: Justicia. Necesitan apoyo político en Diputados para evitar que sean ellos lo que acaben en el patíbulo si la cosa sube de tono y el enojo gana las calles.
Quid pro quo, uno por mí y otro por ti, debió haber sido parte de las cuestiones administrativas que discutieron dos poderes del Estado. Los legisladores quedaron afuera e incluso el presidente del Congreso fue más lejos que el vocero presidencial negando que el encuentro nunca haya tenido lugar.
Los argumentos de que estos encuentros son normales y comunes no alcanzan a convencer a nadie. Debe existir un tema gravitante para la República que lo amerite, debe darse a conocer el lugar y la hora, todos los miembros de la Corte deben participar, deben explicarse los acuerdos a que llegaron al final del mismo. Todo de cara a latente. Nada de esto aconteció y es lógico que se concluya que nada bueno para la República haya sido logrado en ese ambiente enrarecido de sospechas, conspiración y secreto. Los miembros de la Corte podrían haber rechazado el convite si supieran el impacto que esto generaría en la opinión pública y el ejecutivo les hubiera alivianado el costo reuniéndose en un sitio diferente.
No, quisieron todos que se supiera por filtración que eso había acontecido y que el Ejecutivo les había hecho arrodillar a la Justicia en mayoría. Nada bueno para la democracia ni para la República. Un signo que agrieta más la desconfianza hacia la justicia que se ha convertido en un gran problema para la vida armónica de la Nación y un factor de freno al desarrollo del país.
¿Quién querría venir a invertir en un país donde se sabe que la justicia casi se comporta como una meretriz ante el poder político?
El Estado de derecho requiere instituciones sólidas con figuras respetables y respetuosas de los mandatos constitucionales y legales. Demanda un comportamiento que proyecte confianza en ellos y se torna previsible a la hora de administrar justicia sin importar clase social ni rango alguno.
Una Corte cortesana del poder político es el mensaje más perturbador que haya recibido jamás la República en este maltrecho periodo democrático.
Tiene razón los que temen un retorno autoritario. Cuando los seis del patíbulo pierden la vergüenza, solo queda para el pueblo rebelarse ante los usurpadores como lo manda la Constitución o rezar.