10 nov. 2025

El creyente debe poner sus dones al servicio de los demás

Conversando con un amigo sobre lo acontecido en Nepal, él sostenía que la herencia católica en Paraguay nos lleva al conformismo y a aceptar los abusos de gobernantes y élites. Su imagen era la de un católico sufriente y resignado. Le respondí que esa visión se queda en el Viernes Santo, cuando Cristo muere en la cruz. La verdadera alegría del católico está en el Domingo de Resurrección: El triunfo de la vida sobre la muerte y del bien sobre el pecado, sentido último de nuestra fe.

El Padre Nuestro es una oda a nuestra pequeñez y a la grandeza de Dios Todopoderoso. Es un canto a la humildad y una súplica de protección. Ese mismo Dios nos hizo semejantes a Él, dándonos libertad y la capacidad de amar, que es la verdadera llave de la felicidad.

Lejos de la imagen de un católico sumiso y conformista, la fe nos vuelve capaces de mover montañas. Claro que se requiere acción: “A Dios rogando y con el mazo dando”. El Evangelio es contundente: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.

En un mundo donde muchos viven del esfuerzo ajeno, debemos recordar el mandato divino: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Esto significa generar riqueza y bienestar mediante el trabajo y no aprovecharse de los demás.

La Palabra de Dios interpela a toda la sociedad, especialmente a quienes tienen más responsabilidad: Líderes políticos, empresariales e intelectuales. “A quien mucho se le da, mucho se le exigirá”. Dios nos pide fecundidad y multiplicar nuestros talentos, poniéndolos al servicio de los otros.

Hoy, cuando nuestro país atraviesa signos de desesperanza, debemos preguntarnos si los líderes realmente ponen sus dones al servicio común o si los guardan en forma egoísta, apropiándose del fruto del esfuerzo ajeno.

Nepal, aunque no católico, mostró que los gobernantes que no sirven a su pueblo terminan perdiendo sus dones. Paraguay, donde el poder político proclama “Dios, patria y familia”, debería escuchar el mensaje evangélico y el clamor de la sociedad que pide responsabilidad y servicio.

Debemos preguntarnos si los líderes realmente ponen sus dones al servicio común
o si los guardan en forma egoísta.

Más contenido de esta sección