Setiembre trajo consigo no solo la estación primaveral con su ramillete de flores, sino un bosque tupido de situaciones sociales, políticas y económicas que avasallaron la cotidianeidad de la semana laboral, una vez más en estos más de 260 días de este 2025.
Entre los temas pujantes políticos, se instaló el caso de los sobres con dólares desaparecidos que salpican al presidente de la República, Santiago Peña; otra expulsión en el Congreso Nacional, en este caso Norma Aquino, que es más conocida por el apodo Yami Nal.
Además, indignaciones por casos de denuncias por acoso y el infaltable tema de cada semana: empresarios del transporte que anuncian otro paro más. Nadie salió indemne la anterior semana.
Como si fuera que el circo en este país no es suficiente, con la burla de los congresistas hacia el pueblo, que en vez de apostar por políticas públicas, últimamente están encerrados en el curul solo para despotricar entre ellos y lanzarse como misiles los trapitos sucios.
Mientras los problemas sociales se acentúan en medio del entretenimiento circense. Aunque parece chiste, pero es una realidad latente de cada periodo legislativo.
Mientras las escenas novelescas políticas semanales se transmiten, los paraguayos y paraguayas luchan cada día para poder sobrevivir en un país carente de políticas públicas hacia los sectores vulnerables, los trabajadores, las mujeres, los niños y todos y todas.
Cada día se reportan accidentes de tránsito, que parecen salidos de cuentos de terror. Más allá de la falta de educación vial o el ingrediente de la imprudencia, son escenas que constituyen el pan de cada día, y los afectados principalmente son trabajadores y personas adultas, que debido a las falencias del transporte público optan por el uso del biciclo, que representa un alto riesgo.
Sin embargo, no existen políticas claras que apuesten por mejorar la calidad de vida de los paraguayos, en cuanto a transporte, salud, educación, vivienda, economía. Una lista amplia de necesidades básicas para una vida digna.
Hoy este espacio es una columna avasalladora de temas cotidianos, de esos que consumimos viendo el noticiero entre cucharada y cucharada de almuerzo. Es ese mejunje de temas sensacionalistas, desdichas, tristezas y por sobre todo de la situación paupérrima en la que gran parte de la sociedad está sumida.
A veces, creo que estamos anestesiados, ya nos curtió la piel el sistema en el que vivimos y solo nos queda sobrellevar el día a día. O por qué no, simplemente nos resignamos porque el trabajo de sol a sol, no deja ni vericueto por donde pueda colarse un poco de optimismo. Y, como lo había dicho aquí en este espacio hace un año, insisto en que es necesario una primavera de indignación.
Es importante en este punto resaltar que cuando se habla de la primavera, las metáforas son parte del lenguaje para adornar esta temporada juvenil, pero también su significado está ligado a grandes cambios relacionados con protestas que desencadenaron en grandes cambios políticos o sociales.
Por ello, creo que necesitamos esa primavera de indignación y acción, que permita cambios estructurales, que apuesten por un mejor porvenir.
Una que florezca para exigir servicios públicos eficientes, una primavera que mueva los cimientos del abandono del Estado y la falta de políticas públicas que tienen una millonaria deuda con los ciudadanos en cuestiones de transporte público y acceso universal a la salud.
Una primavera paraguaya que exija un país digno para los niños, niñas, adolescentes, adultos y personas mayores. Una primavera paraguaya con cambios sociales con impacto en la calidad de vida para todos y todas.
Ante este escenario primaveral surgen las preguntas: ¿Cuándo la juventud gozará de políticas públicas que mejoren su calidad de vida? ¿Cómo puede la juventud apostar por el cambio social y político?