Me viene a la mente el meme que compara cómo estaban nuestros padres a sus 30 años y nosotros a la misma edad. Ellos con casa propia, hijos y un trabajo que les daba una vida digna. Principalmente en el caso de las familias de clase media, ya sea alta o baja. En estos tiempos lograr esos tres objetivos a la vez cuesta mucho y diría que es hasta imposible. Hacer esa comparación parece chiste, pero es anécdota.
Los resultados del último censo nacional que se hizo durante el gobierno de Mario Abdo Benítez arrojó que el 82% de la población paraguaya vive en casa propia y solamente el 9% en alquiler.
Pero lo que el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) no expone es que hay una franja etaria de treintañeros que siguen viviendo en la casa propia de sus padres.
Los motivos pueden ser innagotables, pero sí me consta que una de las razones que responden al hecho de tener que seguir en esa situación de dependencia en esta época es porque los precios de alquileres y acceso a una casa propia se volvieron impagables.
A muchísima gente de mi generación no le alcanza solamente un salario para poder independizarse.
El costo de vida es mucho más elevado que en los tiempos de nuestros padres.
Alguien como yo a sus treinta, por eso posterga la posibilidad de tener hijos, con o sin pareja, porque “no hay plata” –así como suena, con la voz de Javier Milei–.
Tener que pagar un alquiler ya cuesta quizás medio sueldo.
Tener que pagar una casa condena a una infinita deuda de una, dos o hasta tres décadas.
¿Cómo se hará así para dar de comer a una familia entera? Con una sola fuente de ingreso en el hogar no es suficiente.
Cuando Santiago Peña todavía estaba en campaña para ser presidente de la República decía que una de sus prioridades sería hacer que la gente tenga “plata en el bolsillo”.
Pero en Paraguay hay un millón y medio de habitantes que trabajan en la informalidad, quieren subir apenas G. 100.000 el salario mínimo de los trabajadores formales y en el mercado suben los precios de la canasta familiar todo el tiempo.
Por eso decía que la comparación del meme de los treinta de antes y ahora no es chiste.
Esta generación está obligada a no tener que independizarse porque no le alcanzaría el dinero.
Está obligada a postergar la maternidad o paternidad hasta conseguir tal vez ingresos más estables.
Está obligada a mantenerse en ese trabajo que le ayuda a cubrir sus obligaciones.
Pero este Gobierno quería que tengamos más plata en el bolsillo y sin embargo, ocurre todo lo contrario. Santiago Peña, los diputados y senadores son los que se dieron un autoaumento de salario. Mientras, a la ciudadanía apenas le alcanza el suyo.
No es casualidad que a los treintañeros nos cueste cumplir el sueño de la casa propia.
Si bien hay un programa estatal de viviendas que ofrece casas a precio de “alquiler”, incluso a esta es difícil de acceder porque los bancos ponen demasiadas trabas si no contás con cierta antigüedad laboral o dos salarios mínimos no son suficientes. Hay toda una burocracia detrás.
Esta es la razón por la cual Santiago Peña no está pudiendo cumplir su promesa de entrega de miles de viviendas durante su administración. Al principio habló de la meta de entregar 500.000 casas, luego el Ministerio de Urbanismo y Vivienda dijo que fue un error y aclaró que eran 100.000, de las cuales hasta ahora no llegaron a realizar ni 50 entregas.
En vez de construir nuevas casas con precios impagables, por qué no hay políticas que nos permitan acceder al menos a viviendas entre las miles que están abandonadas en Asunción y el área metropolitana a valores más reducidos.
En Paraguay acceder a la casa propia en estos tiempos se vuelve cada vez más una utopía.