27 abr. 2024

Turismo como respuesta al incendio

Una veintena de traslados al exterior del primer mandatario establecen, incluso desde antes de haber asumido el cargo, una nutrida agenda en relaciones internacionales, con el afán del Ejecutivo de insertarse en el concierto de naciones y que Paraguay sea más conocido en sus atractivos para las inversiones.

Los periplos denotan, además, que algunas de sus incursiones fuera del país se deben más para esquivar el compromiso para apagar incendios locales, cuando se desata un nuevo foco de conflicto, amén de las decisiones gubernamentales que afectan sensiblemente a la ciudadanía, y que ya no se queda callada ante las incongruencias entre el dicho y el hecho. Ergo, el “vamos a estar mejor” queda cada vez más alejado de la cotidianidad popular.

Se ha escuchado, al paso, que Santiago Peña mejor hubiera sido ministro de Turismo, ya que lleva la imagen del país a los rincones del mundo donde le toca exponer una visión del Paraguay, que la mayoría de las veces dista ostensiblemente de lo que realmente ocurre, de los vendavales (literales y metafóricos), de los intereses de facciones que ostenta su grupo de poder, buscando torcer incluso las leyes a favor del esquema empresarial-partidario afín, generando el placer de los acólitos cuando ganan pulseadas en el ámbito parlamentario.

Mientras la ciudadanía estoica (salvo contados números de manifestaciones que hicieron retroceder decisiones impropias de un Estado de derecho) ve avanzar la temporalidad que envuelve pendientes sustanciales para la armonía y la mejor calidad de vida. Ve la manipulación atroz en torno a la merienda escolar, el inamovible esquema corrupto y mafioso del pésimo transporte público, la inoperancia de los órganos oficiales para anticiparse a inconvenientes que padece el hijo de vecino y las pocas oportunidades de empleo, que derivan en la espiral de pobreza e inseguridad, sin que el Estado atienda la angustia de la mayoría.

La respuesta ante tan acuciante escenario se traduce en viajes presidenciales que enfatizan y enfocan a los mercados de capitales, a las bolsas, a los negocios de alto nivel (que muchas veces huelen a tufo de negociados), a la búsqueda de inversores ávidos de trasladar parte de su patrimonio y tentar nuevos destinos o a tan solo asistir –sin necesidad de hacerlo– a un partido de fútbol en Argentina.

Frente a esta orientación meramente político-económica subyace la urgente necesidad de sectores sociales ávidos de reunirse con el primer mandatario y su comitiva, con el fin de analizar los diagnósticos y empezar a solucionar de una buena vez aspectos trascendentales, sin cuya corrección de ninguna manera podrían los inversores establecer sus capitales y desarrollar un ecosistema acorde con sus aspiraciones, pero también cuidando de los aspectos que hacen al derecho de los trabajadores que se inserten en esos esquemas productivos.

En síntesis, el Ejecutivo da siempre la espalda a las urgencias domésticas, a los reclamos de la población que sigue padeciendo cortes de corriente eléctrica en plena oleada de calor extremo, a lo que acompaña también la escasez de agua potable, a la irresolución de prioridades, como la merienda escolar o a la debacle del Instituto de Previsión Social (IPS), cada vez más colapsado en sus servicios, similares a los del sistema público de salud, generando el invariable vía crucis de miles de pacientes en busca de una solución de calidad.

¿En qué momento Santiago Peña variará su práctica de solo ir al exterior, muchas veces cuando las papas queman, y reorientar las políticas públicas en resolver los dramas locales? Un verdadero estadista interpreta los urgimientos de su gente, y actúa en consecuencia; se preocupa por el progreso genuino del país y no solo de unos pocos que ya están mejor, y cuyo color envolvente es mayormente el colorado. Años luz le faltan a esta dirigencia para atender los verdaderos flagelos.

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