02 oct. 2025

Política represiva que copia el manual del dictador

Conversos. Son aquellos que cambian radicalmente de creencias y de actuar. La característica común es que cuando abrazan una nueva creencia la abrazan con tal fuerza la creencia que hacen de su implementación un apostolado y su pasado prácticamente es pasado por tierra. Cuando Saulo de Tarso (S), aún no era santo era un cruel perseguidor de quienes abrazaban una religión en auge: El cristianismo. Luego, el más conocido en el mundo religioso como San Pablo, abrazó con tal pasión y entrega la religión que otrora persiguió, que su martirologio cruel fue recompensado póstumamente con la canonización.

En el contexto doméstico, pareciera no tener relación lo que voy a decir, pero tenemos a cargo de ministerios bastante sensibles, a personas que dicen profesar una cosa pero ordenan otra.

Pareciera haber cierta correspondencia en la región, para quizás colocar esta situación que lleva a ministros del Interior a comandar tropas de seguridad para reprimir manifestantes civiles, es una cuestión patológica o más bien organizada. En Argentina, Patricia Bullrich es criticada porque adopta una posición de constante represión a jubilados. La suya ya es cuestión sistemática si se toma en cuenta que cada semana en ese país, abuelos son brutalmente reprimidos. Y aquí logra importancia la definición de converso arriba enunciada puesto que Bullrich en su momento era una activa dirigente contra la dictadura y su arma era la protesta. Ayer, denunciaba persecución, pero hoy reprime.

En Paraguay, mientras tanto, el eterno servidor público, Enrique Riera, quien actúa de ministro del Interior, tiene algo en común con Bullrich. Su policía también reprime manifestaciones legítimas de civiles, más si las bandera son lucha contra la corrupción – como fue la bandera de la última manifestación de la Generación Z– reivindicaciones en salud, educación, dinero para los jubilados, etc.

Nuestro ministro converso, tiene una artera respuesta cuando se le consulta por la dictadura. Es verídico, eso sí, que su padre luchó contra la dictadura y eso le enorgullece a Riera, al menos en la respuesta que da cuando se le consulta si este Gobierno tiene sesgo autoritario y cuál es la diferencia con la época de Stroessner.

No obstante, este mismo ministro pese a que su padre fue un luchador contra la dictadura y en favor de las libertades públicas, no se ruboriza cuando su política de seguridad reprime jóvenes en la calle.

Los políticos tienen una curiosa inclinación en hacer todo lo contrario a lo que prometen. En una entrevista, Riera adelantaba tener la solución a la oleada de asaltos planteando que mediante app se podrá solicitar “Linces Ya”.

Aún no se implementa el proyecto, pero la última fotografía de la rapidez de los linces, pero en una escena diametralmente opuesta a la que promete el ministro, fue la que ejecutaron dos agentes al atropellar – no en auxilio– a un par de jóvenes mujeres para dejarlas “fueras de combate” en una vereda de nuestro centro capitalino. Fue cuando ya agonizaba la protesta de la Generación Z y fue la muestra de bestialidad de nuestros agentes que, aún cuando tenían una fuerza diez a uno, salieron cobardemente de sus cuarteles a cazar manifestantes, hayan hecho desmanes o no, hayan desviado o no del cometido de la marcha que era denunciar al gobierno de Santiago Peña.

En una palabra, pueden tener las instituciones de la democracia, las alianzas, las firmas de tratados de respeto a las libertades y derechos humanos e incluso la preferencia por llegar al poder por medio de las urnas, esos atributos que hacen de la nuestra una democracia de pantalla. Pueden soportar voces disonantes y pueden no cerrar medios.

Pero una cosa muy vigente de la dictadura tienen, la resistencia y el temor a que la gente tome la calle. Tienen también policías que cuando no reprimen en las calles, están metidos en uno u otro hecho delictivo.

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