Hay dos teorías que he estado leyendo y que me han ayudado a entender este admirable mundo nuevo. El Zeitgeist planetario –el espíritu de la época– tiene hoy en día (entre varias, sobre las cuales ya he escrito con anterioridad, como la recesión geopolítica y la transición demográfica, etc.) dos nuevas características a saber: Personajes que simulan locura y aspirantes a fascistas. En ambos casos, para captar el poder, negociar en beneficio propio y mantener el control del poder político y del poder económico sobre la población.
El Premio Nobel de Economía del 2013, Robert Schiller, escribió alrededor de comportamientos que intentan explicar el primer fenómeno: La irracionalidad conductual afectando los mercados, en este caso el económico. Este economista afirma que las emociones, la euforia y el pánico pueden influir en la volatilidad de los precios de los activos cimentando burbujas en los mercados financieros y de capitales. La Teoría del Loco, en los mercados políticos, dice que existen líderes que usan la irracionalidad aparente como estrategia de negociación para asustar a la contraparte, de modo a obtener concesiones por medio de la imprevisibilidad. En la dimensión económica es psicología aplicada a los mercados financieros y de valores.
El modelo del “oñembo loco”, actuando en modo psicopatológico, es la estrategia política de la amenaza. “Es capaz de hacer. Ojapóvaerã, ko tolongo. Puede hacerlo, aunque sea algo dañino y desastroso, lo exagerado que siempre dice que va a hacer”, sería una primera síntesis de quien observa la situación. Otra es, nadie sabe qué puede llegar a hacer. Es capaz de cualquier cosa.
Cuando en junio del 2025 Israel atacó a Irán le preguntaron a Trump qué iba a hacer al respecto, si se uniría a Israel. Su respuesta fue espectacular: “Tal vez lo haga. Tal vez no. Nadie sabe qué es lo que voy a hacer”. Luego lanzó un bombardeo. Lo que es predecible es la impredecibilidad. Las decisiones inesperadas, Cisnes Negros, cambios de opinión, etcétera, son las características de lo que yo considero el singular mandato de Donald Trump que se inició en el 2017, con apenas un breve interregno accidental de Biden. Un ejemplo de ello es la Guerra Comercial, no solo con China, ahora con la imposición de tarifas exorbitantes al mundo todo, en forma teatral con un enorme cartel en los jardines de la Casa Blanca, para luego negociar nuevas condiciones más concesionales para los Estados Unidos, uno a uno.
Señoras y señores, este es el espíritu de la nueva época. Fin del multilateralismo y bilateralismo negociador con amenazas generalizadas. En sus objetivos y causas raíz lo que Trump busca no es muy alocado. Pueden leer mi artículo del 17 de marzo del 2025 en ÚH sobre el Nuevo Orden Monetario Internacional, donde expongo sobre la tesis de Miran y Bessent en cuanto al proteccionismo y la búsqueda de los equilibrios externos por medio de un dólar debilitado.
“Nada nuevo bajo sol”, como decía Salomón en Eclesiastés. Richard Nixon fue el presidente estadounidense que inauguró en el siglo pasado la Teoría del Loco. Hacia 1967 estableció, junto a Hen-ry Kissinger, asesor de relaciones internacionales, la política del Mborevi Ñemondýi. El asesor internacional comenzó a hablar con los adversarios haciéndoles creer a los norvietnamitas que Nixon es un tarado impredecible, y que podía llegar a extremos atómicos en sus próximas acciones militares en la guerra de Vietnam, por lo que es mejor ceder y rendirse.
El susto no les salió exitoso, y ustedes ya saben el final de la guerra. El 30 de abril de 1975 los comunistas tomaron Saigón rindiendo a los survietnamitas, y la geopolítica estadounidense tuvo una derrota en su estrategia intervencionista. En esta vez, el “cháke” fue una movida engañosa, ya que muchas veces este acto repetitivo puede hacer que el comportamiento futuro del otro, en vez de ser impredecible, sea, en cambio, más predecible aún. La paciencia asiática no es igual al oportunismo sudamericano que se come todos los amagues. Pero también Europa cae en este tipo de juego.
En el caso de las “trumpulencias” hubo muchos éxitos. No hace mucho pude ver al board de presidentes de naciones de la Unión Europea sentado y obediente en el Salón Oval para recibir instrucciones. Luego de la reunión de la OTAN de junio pasado en La Haya, Mark Rutte, secretario general de esta organización, le felicitó a Trump por el bombardeo en el Medio Oriente y por el arreglo posterior entre Irán e Israel, avisándole que decidieron subir los gastos de defensa al 5 por ciento del PIB en toda Europa. Qué tal.
Volodomir Zelensky, un presidente en guerra que fue avergonzado en la Casa Blanca por Trump y su VP Vance, en vivo y en directo delante de cámaras de TV, acordó entregar a EEUU derechos para explotar minerales en Ucrania. Ahora, Trump logró el intercambio de rehenes y prisioneros, incluyendo a vivos y muertos, cesando las operaciones militares entre Hamás e Israel. Nada mal. Ahora Argentina está entregando hasta las joyas de la abuela por 20 mil millones de dólares de apoyo en modo SWAT, yo diría electoral, para evitar una disparada de la divisa en medio de elecciones legislativas dentro de este mes.
El problema es el futuro. Será que negociaciones forzosas son sostenibles en el mediano y en el largo plazo. La debilidad de la Teoría del Loco es que todo se hace en medio de impulsos. Claro, el que impone miedo, para asegurar lealtad y relativa sostenibilidad de su poder, también suele pagar por los servicios recibidos, como suele ser en el Paraguay. Digamos entonces, y por casa cómo andamos. El temor al que es capaz de todo es también el modelo paraguayo, que algunos sugieren que se maneja desde un quincho, que funciona bien en el país desde el 2013 y que también tuvo varios éxitos. Entre ellos, se incluyen: Abrazos republicanos para ganar elecciones, la salvación del ex presidente MAB en el caso del escándalo de Itaipú sobre las negociaciones poco claras de venta de energía al Brasil, etc. Se inscriben también, la impunidad desde el silencio de la Fiscalía en la muerte de Rodrigo Quintana, quién mandó matar a Pecci, por qué nadie investiga la muerte de Lalo y su chat que envolvía a tantas personas, qué pasó con las consecuencias sobre el reciente asesinato del militar Guillermo Moral, la narcopolítica y sus pistas clandestinas, entre otros temas intocables. La teoría citada sirve también para explicar la afiliación obligatoria del actual CEO, según Esgaib, SP para emplearlo como candidato y luego como presidente que reina, pero no gobierna, entre otros arreglos empresariales muy eficaces para los objetivos del poder real. El último suceso es la finalización de las sanciones de los Estados Unidos.
Esta teoría, la de la locura exagerada para encarar negociaciones, tiene como aliada a otra teoría complementaria. Es la de los “Aspirantes a Fascistas”, tal como se titula un exitoso libro (recomendado, título en inglés The Wannabe Fascists, A guide to understanding the greatest threat to democracy) del Dr. Federico Finchelstein, de nacionalidad argentina. Este intelectual afirma que estamos delante de aspirantes al fascismo que operan dentro de democracias. Es el populismo que ocupa un nuevo lugar en el mundo bajo la forma de autoritarismo electoral.
Me suena familiar. ¿Y a ustedes? Los aspirantes a fascistas usan procedimientos democráticos para llegar al poder y para ir votando sus apetencias en el Legislativo, pero incorporan rasgos autoritarios. En el mundo están de moda. Incluso en el Paraguay. Usan la propaganda masiva sobre temas clásicos, de derecha, en modo falacia narrativa, ejemplos: “Dios, Patria y Familia”, VLLC, etc. Luego, demonizan al adversario y niegan todo tipo de derrotas, todo tipo de acusaciones, en forma descarada, en especial, en casos de abierta corrupción cuando aparecen los escándalos. Según la verdad jurídica, se debe decir “supuestamente”: Coimas del 3 por ciento (como dijo Spagnuolo), sobres secretos con dinero que deben ser justificados (como sugirió el Dr. Basilio Núñez), alianzas con narcos (como lo de Fred Machado), mansiones inexplicables (como dijo el senador Leite hoy enviado a los Estados Unidos como embajador), en fin. Hay todo tío.
Según el Dr. Finchelstein, un aspirante a fascista no es exactamente un clásico fascista. En sentido inverso, es un político o empresario que anda en medio de la política manteniendo la máscara democrática, pero reproduce elementos del fascismo. Es gente que legitima la violencia política, la xenofobia, la mentira y la propaganda como elementos orgánicos del proyecto político que representan. Usan etiquetas para definir a las personas y proyectan en el otro los vicios que ellos mismos portan como pecados capitales.
Ejemplos: Acusan de zurdo estatista al opositor mientras contratan en forma adicional en modo soviético a nuevos 26 mil funcionarios del Estado, manteniendo a planilleros y nepobabies, en apenas dos años de mandato; usan bonos soberanos para pagar subsidios; endeudando al Paraguay a una velocidad de 1.000 millones de dólares por año desde que asumen el mandato en el 2023 llevándonos ya al 42 por ciento del PIB el nivel de deuda pública insostenible; hacen compras públicas amañadas; mantienen un caos en el sistema de catastro que garantiza la propiedad privada; piden al mercado, en forma ilógica si se consideran librecambistas, que bajen los precios de la carne y; permiten la venta casada en el sector privado de créditos y pólizas de seguro, en forma coercitiva, en el mercado financiero, todo un crimen en cualquier parte del mundo capitalista, incluyendo Brasil y Estados Unidos. Dónde está la libertad de elegir de Milton Friedman. Ese es el modelo paraguayo.
Finalmente, para decirse capitalistas y democráticos, todos estos políticos y empresarios de la política mienten en forma descarada. Actúan como soviéticos, repito, que se hacen de locos y aspiran a ser fascistas.
Viven en un capitalismo de secuaces con democracia de fachada. Y para disfrazar sus mentiras, demandan fe religiosa a sus seguidores, no una comprobación racional de cualquier tema que sea puesto en entredicho, dentro del mercado y de la democracia. Llevan lo religioso a la política y a los negocios. Viven en la oscuridad sin separar Iglesia y Estado. Quienes no aceptan la falsa trinidad, (Dios, Patria y Familia), son presentados como enemigos de su país. Los hacen estas cosas, locos y fascistas, tienen una concepción degenerada de la verdad, que no requiere demostración empírica ni racional, y mucho menos, resolución jurídica conforme a las normas y a la Constitución Nacional. A propósito, repito: ¿Qué pasó del chat de Lalo? Saludos cordiales.