06 dic. 2025

En política, coreografía es jerarquía

Hace unos días el movimiento Honor Colorado realizó una plenaria de la que participaron más de 2.000 personas. Dato irrelevante, pues ningún interesado a ser intendente o concejal de HC se perdería un evento como este. Lo que deseo analizar son los potentes mensajes políticos que dejó la reunión desde la semiótica del poder.

La coreografía fue impresionante, con el consabido ritual de los pañuelos y camisas coloradas, las pantallas con tecnología LED proyectando una gráfica limpia de líderes sonrientes y animadores entusiastas. Los colorados siempre fueron muy buenos en despertar emociones a través de sus símbolos. Pero faltaba algo del viejo folklore, ese de abrazos sudorosos, oradores interrumpidos por hurreros, discursos a los gritos y pasacalles improvisados. En el público reinaba un silencio de oficina ejecutiva. Aquello fue una impecable y fría Asamblea de Accionistas.

No fue una “plenaria” preparada para deliberar. De hecho, nadie del público habló. En teoría, una reunión plenaria debería ser un foro en el que se discuten opiniones y se resuelven conflictos con algo de democracia interna. Pero en Honor Colorado, eso suena tan anticuado como rebobinar un cassette con un bolígrafo Bic. Tal como ocurre en las empresas verticales, la supresión del disenso no es mal vista, sino que es una muestra de “eficiencia corporativa”.

Por eso lo de Asamblea de Accionistas. Honor Colorado ha adoptado el modelo CEO. Don Horacio no actúa como un caudillo tradicional, es el presidente del Directorio que informa a los accionistas sobre sus decisiones. Como impuso la disciplina como un dogma, los detalles ornamentales recordaban más a una coronación que a una reunión partidaria.

En esta nueva “unidad granítica” el debate tiene poco espacio. Fíjese lo que pasa en el Parlamento, que en la liturgia republicana es el lugar de la palabra (parlare). Los senadores y diputados de HC, imbuidos por la Constitución de un poder independiente, se transforman en meros operadores de una voluntad superior. Son legisladores mudos que solo levantan la mano para matar la discusión parlamentaria, herramienta clave de construcción política.

La preparación del escenario fue una deliciosa demostración de lo anterior. Solo había tres sillones, imagen más semejante a una convención empresarial que a un acto político. En el podio central, Cartes, con Peña y Alliana a sus costados, como una santa trinidad. Una aséptica puesta en escena, diferente a la costumbre colorada de llenar la tarima de dirigentes sentados detrás del orador.

Esa disposición espacial no fue accidental; en política, y especialmente en el coloradismo, la coreografía es jerarquía. Es inusual en una República presidencialista que el primer mandatario sea relegado a un rol secundario en el estrado. Allí se visualizaba la realidad del poder. El Estado es un apéndice del Movimiento. Cartes no solo es el presidente del partido, es el propietario de la franquicia ANR. Y Peña, su gerente general.

El liderazgo personal de Cartes era abrumador. No necesita gritar ni ser agresivo hasta que las venas del cuello parecen estallar. Habla calmo, sin levantar la voz, transmitiendo más con un lenguaje no verbal que con la concatenación de ideas. Es el jefe y su mera presencia física impone la agenda.

Lo sabe, por eso delimitó crudamente su territorio. Recrimina sutilmente a Peña, reclamando más gestión y acercamiento a las bases coloradas. La respuesta sumisa de este fue expresivamente reveladora de los escalones del poder. A Alliana le recordó, con la misma naturalidad de quien pide que le ceben un tereré: “Pedro, vos sos el próximo presidente”, dijo, y el auditorio estalló en aplausos.

La plenaria impuso la disciplina como “estética del orden”. Frente al caos de la oposición, Honor Colorado vende su verticalidad como un activo de estabilidad. La “paz partidaria” es una contranarrativa. Un ejército alineado contra la “ingobernabilidad” ofrecida por los otros. En Paraguay dio resultados antes. Hoy, no lo creo. Pero, tratándose de colorados, tampoco lo descarto.

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