08 ago. 2025

Un infierno en la tierra

Las cifras son alarmantes y son reveladoras, inexpugnables. En Paraguay, solamente en el primer semestre del año, la Fiscalía ya reporta nueve feminicidios, “mientras que otras 31 mujeres lograron sobrevivir a ataques de sus parejas o ex parejas”. Son 40 personas las víctimas directas, pero las colaterales incontables, teniendo en cuenta solamente a hijos, hijas, familiares, vecinos y más. Las políticas públicas –si las hay– no están teniendo efecto. La tragedia no para, el luto se apodera de más y más ciudadanas y ciudadanos de esta tierra de nadie.
“En cuanto a las cifras de violencia familiar, según el reporte de Datos Abiertos del Ministerio Público, de enero a junio, se hicieron 19.399 denuncias, siendo la mayoría de las víctimas, mujeres”, reportó el diario Última Hora. Es de terror. No se está haciendo lo suficiente para parar esta masacre. La catástrofe explota en la cara de las autoridades y de la comunidad paraguaya, pero la desidia, la omisión y la abulia parecen poder más.

Un profesional manifestó algunas aristas del infortunio que están viviendo principalmente las mujeres de este país, del mundo, lamentando que “en Paraguay, si sos mujer y te matan primero, te juzgan y después te entierran”. Fueron las palabras del psicólogo Osvaldo González, quien lamentó que la culpa del horrendo crimen de tres mujeres en Capiatá “recaiga sobre una de las víctimas y no sobre el victimario, en este caso, pareja de la mujer y ex presidiario”.

“A Rocío la mató un tipo. A su hija también. A su mamá también. Pero el odio más fuerte no va para el asesino. Va para Rocío. Porque tenía 36. Porque tenía una hija con discapacidad. Porque se metió con un tipo más joven. Porque eligió mal. Porque en Paraguay, si sos mujer y te matan primero, te juzgan y después te entierran”, cuestionó González.

Y añadió con certeza, aunque sea triste: “¡Qué mierda de sociedad somos! Rocío murió y todavía hay gente diciendo que fue su culpa, que lo trajo a su casa, que se veía venir ¿Y el asesino? Blas Ramón Serafini Báez, de 23 años, mató a tres mujeres. Pero nadie se acuerda de su nombre. La rabia va dirigida solamente a ella”.

Vale la pena replicar la reflexión del psicólogo para generar un poco de conciencia, para combatir al menos un poquito los crímenes que inundan nuestras escuelas, colegios, universidades, trabajos, barrios, ciudades. “A una mujer la asesinan y salimos a revisar con quién se acostaba, cuántos años tenía el tipo, si pensó en su hija o si era buena madre. ¡Qué mierda importa todo eso cuando un machista de mierda la mató! ¿Tan podridos estamos que nos resulta más escandaloso el chongo que el feminicidio?”, escribió en su cuenta de Instagram.

“La revictimización es una segunda muerte. Una que damos entre todos. Es agarrar el cadáver de una mujer asesinada y usarlo de ejemplo para dar lecciones de moral. Es escupirla en el cajón. Es convertir su historia en un chisme, en vez de en un grito de justicia. Es hacernos los jueces, como si nuestra opinión limpiara la sangre”, añadió con crudeza.

Este lugar, este planeta, sigue siendo el infierno en la tierra para tantas mujeres. Ellas también trabajan, y hasta más, pero ganan menos que los hombres. Deben cargar con la crianza más que los hombres, pero no se les paga por eso. Son más vulnerables, aunque cueste admitirlo, y la protección llega tarde en tantas ocasiones.

Es así, bien lo dice el psicólogo por los últimos casos: “Esto no es una noticia más. Es un espejo. Nos muestra el asco de sociedad machista que somos. Una sociedad donde una mujer no puede ‘elegir mal’, porque elegir mal te cuesta la vida. Y encima te culpan porque te mataron”. Basta ya. Es una súplica, un grito desesperado. Esto tiene que acabar. Y como lo señaló también el Ministerio de la Mujer, no se debe guardar silencio ante cualquier signo de alarma: “Instamos a toda la sociedad a respetar la vida de las mujeres, fomentar la igualdad y actuar frente a la violencia. Recordemos que cada acción cuenta y cada voz es necesaria”.

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