22 nov. 2025

Percepción

La realidad y la percepción son indisociables, pero no siempre se reconcilian entre sí. Esto no solo aplica a aspectos como la seguridad, sino también es aplicable a la economía. Es común que desde los gobiernos se utilice la definición de percepción para minimizar el impacto que tienen los factores que escapan de su control, ya sea por ineficiencia e inacción.

Gaslighting, o “luz de gas”, es un término psicológico que se ha popularizado para describir la manipulación de alguien para que cuestione su propia percepción de la realidad. Cuando lo hace una autoridad, busca que la población dude de su propia experiencia vivida.

Cuando las noticias se llenan de informaciones sobre la inseguridad en las calles, es muy probable que las autoridades no demoren en aparecer con sus cifras duras que buscan ubicarlas como eficientes e intentar instalar la idea de que solo se trata de una percepción.

Lo mismo suele suceder cuando la ciudadanía reclama el lento o nulo derrame económico. Los números macros, al menos en el Paraguay, no reflejan la realidad que vive la ciudadanía. Desde hace décadas, el país se destaca por contar con una robustez macroeconómica, un ordenamiento de sus finanzas y un sistema financiero sólido. Sin embargo, sería deshonesto decir que la calidad de vida ha mejorado.

“Las cifras no son rebatibles” es una de las expresiones más utilizadas en el ámbito económico o cuando se busca minimizar el sentimiento ciudadano. Asegurar que la calidad de vida mejoró porque el consumo aumentó es como mínimo una deshonestidad intencional. Esa percepción de la que se habla está fuertemente anclada en los gastos esenciales que sí subieron. Esto hace que haya una experiencia real y válida para el ciudadano común de que el salario no alcanza.

El consumo puede variar por diversos factores y uno de ellos también puede estar ligado con el endeudamiento. Las compañas agresivas de captación y fidelización de clientes por parte de los bancos, con los reintegros y descuentos en comercios esenciales, tienen un impacto evidente en el aumento de las compras.

Esto está ligado de forma inherente a una necesidad del usuario de buscar ventajas en los precios; es decir, que las cosas le sean un poco más baratas. El usuario se rebusca y el sector financiero sabe que esto atrae a clientes.

El número de tarjetas de crédito activas en el país alcanzó 2,45 millones al cierre de setiembre, lo que representa un crecimiento interanual del 82,4%. Según la consultora Mentu, con datos del Banco Central del Paraguay (BCP), el saldo vigente de estas tarjetas totalizó G. 5,6 billones (USD 797 millones), con un aumento del 30,7%.

El informe, además, muestra que el número de tarjetas crece más rápido que el saldo total, lo que derivó en una caída del 28,3% interanual del saldo promedio por tarjeta, actualmente situado en PYG 2,3 millones. Este comportamiento evidencia que cada vez más personas acceden a una tarjeta de crédito, en especial dentro de segmentos de ingresos medios y bajos, resalta el documento.

En octubre de 2025 en Paraguay, el consumo mostró una situación mixta: hubo una leve deflación mensual (-0.1%), impulsada por la baja de combustibles y bienes duraderos, pero con presiones alcistas continuas en alimentos (especialmente carnes) y servicios como restaurantes, elevando la inflación interanual al 4,1% y la acumulada al 3,2%, destacando un aumento del consumo de importados (bienes de capital, duraderos) y una demanda interna robusta, según el BCP.

La principal pregunta es: ¿La gente vive mejor? La respuesta depende de si las autoridades y el modelo económico lograrán que el crecimiento macroeconómico se traduzca en una mejora tangible y duradera de la calidad de vida del ciudadano común, en lugar de solo aumentar los niveles de endeudamiento y consumo a corto plazo.

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