03 sept. 2025

Empresarios peregrinos y sembradores de esperanza

Ser empresario, más allá de administrar capital y generar utilidades, es una noble vocación. Es un llamado a crear e inspirar, a construir con nuestras decisiones diarias, un mundo más justo, digno y humano.

Cuando pienso en la imagen de un empresario cristiano, veo a una mujer o a un hombre, que, como en un camino de fe, avanza con propósito, afronta retos y no se detiene, sabiendo que su tarea no termina en sí misma, sino que forma parte de una misión mayor.

El peregrino camina con humildad, consciente de que no todo depende de él, pero también con la certeza de que cada paso cuenta. Así también, el empresario que vive su fe en el mundo de la empresa, entiende que su negocio no es únicamente un medio de sustento, sino un instrumento para generar oportunidades, sembrar valores y aportar al bien común.

En un mundo que cambia vertiginosamente y que muchas veces se deja arrastrar por la incertidumbre o el desánimo, ser sembradores de esperanza se vuelve una tarea urgente. La esperanza no es ingenuidad ni optimismo superficial; es la fuerza que nos mueve a invertir cuando todo parece incierto, a confiar en las personas, a apostar por la innovación, y a mantenernos firmes en los principios, incluso cuando el camino es cuesta arriba.

Sembrar esperanza implica generar empleo digno, cuidar a los colaboradores como personas y no solo como recursos, tomar decisiones que respeten la dignidad humana y el cuidado de la creación. Significa también tener la valentía de rechazar prácticas corruptas o injustas, aun cuando eso signifique renunciar a una ganancia rápida.

Nuestra fe nos recuerda que el fruto no siempre se ve de inmediato. Así como el sembrador deposita la semilla en la tierra con la confianza de que germinará, nosotros sembramos valores, cultura y oportunidades, sabiendo que tal vez otros cosechen, pero que nuestra labor no habrá sido en vano.

Paraguay necesita empresarios que comprendan su rol trascendental: no solo productores de bienes y servicios, sino constructores de futuro. Ser empresario es una oportunidad de multiplicar nuestros talentos incidiendo en colaboradores, proveedores, clientes, accionistas, inversionistas, la comunidad, el Estado y el medioambiente, mucho más allá que los balances y utilidades. Es entender que el verdadero éxito no se mide únicamente en cifras, sino en el impacto positivo que logramos a través de nuestro trabajo diario.

Hoy, más que nunca, debemos renovar nuestro compromiso de caminar juntos, con mirada de largo plazo, poniendo en el centro a la persona y al bien común. Porque los empresarios no solo fortalecen sus empresas, sino que tienen la oportunidad maravillosa de colaborar a que nuestra nación avance hacia un desarrollo más humano, inclusivo y sostenible.

La rentabilidad pasa, la huella que dejamos… permanece para siempre. Seamos íntegros, seamos humanos, seamos cristianos en el mundo del trabajo y la empresa.

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