05 nov. 2025

De la heladera vacía a la olla a presión

La “heladera vacía” como teoría, y ahora como evidencia empírica, reconocida en modo desesperado por el Gobierno, es el mayor torpedo que recibió el grupo económico que maneja el país en los últimos tiempos, luego de la ley Magnitsky. Le pegó en su línea de flotación y el barco ahora quedó desestabilizado.

La narrativa del Gobierno –que puso en el freezer durante mucho tiempo los reclamos de la gente con relación a los precios de los alimentos, hambre y desnutrición– pasó a convertirse en una olla a presión. Hubo meses en el segundo semestre del año pasado e inicios del presente año en los cuales carne, frutas y verduras tenían entre el 20% y el 50% de incremento interanual de precios. No volvieron a bajar. Por eso, aunque la inflación promedio está en 0% en los últimos meses, a pesar de eso, ahora debieron salir a reconocer públicamente el problema y a presionar a los empresarios para que el mercado funcione a la baja por orden superior. Increíble.

Una dosis de vergüenza para el presidente economista y los miembros libremercadistas del Gabinete, donde uno de ellos incluso enseña en la Universidad de Chicago, templo de la mano invisible y del mercado que se autorregula en forma automática. La realidad invalidó los postulados que siempre defendieron.

Durante mucho tiempo fui vilipendiado por el discurso oficial con relación a mi tesis de la “heladera vacía”. Hoy ellos mismos la reconocen. El 6 de agosto el diario Ultima Hora publicó que durante un acto oficial en el marco del primer año del programa Hambre Cero, el presidente Santiago Peña asumió que actualmente el precio de la carne es bastante elevado, por lo que las familias paraguayas ya no la están pudiendo comprar. Dijo además que a muchos paraguayos les cuesta llegar a fin de mes. Cuestionó que, incluso, pese a la reducción del valor del dólar en el país, los precios de los alimentos no se reducen en forma rápida y acusó que alguien se queda con la diferencia. Peña pidió bajar los precios, apelando al tipo de cambio del dólar a la baja, y a mecanismos de control estatal que él iba a poner a funcionar.

Al día siguiente, Carlos Fernández Valdovinos, ministro de Economía, pidió bajar los precios, llamando a los importadores con el dólar más barato, haciendo referencia al comunicado de la UIP, oportuno, dijo, y pidiendo un reajuste a la baja de los productos importados, incluyendo a los derivados del petróleo. En simultáneo, Javier Giménez, ministro del MIC, hizo un llamado para bajar los precios, apelando a la conciencia de los comerciantes para pensar en el bolsillo de la gente y en la responsabilidad social. El empresario ministro buscando el altruismo en medio del salvaje mercado. El secretario de Estado agregó que “la bonanza de la economía paraguaya no se traslada a la gente, y eso puede poner en riesgo el sistema”, advirtió. Les dijo a los empresarios que urge que el incremento en las ganancias que se observa en muchos sectores se traduzca en mejores precios para el consumidor final.

Capasu, la cámara de supermercadistas, llamó a los proveedores a bajar los precios, apelando a la sensatez y a la responsabilidad “en línea con lo expresado por el presidente de la República”, solicitando a sus proveedores a que revisen sus estructuras y trasladen a sus listas de precios las reducciones correspondientes.

La UIP, que agrupa a los industriales, convocó a una reflexión compartida para bajar los precios, también llamando a la sensatez. La Comampar, de mayoristas y minoristas, hizo lo mismo, un llamado a bajar los precios solicitando a los proveedores claridad en los valores. En fin, al comienzo todos llamaron, pero nadie bajó. La pregunta que me hice era a quién se dirigían los pedidos. ¿Alguien sabe el nombre de quién debe dar la orden para bajar los precios?, les pregunté a mis amigos empresarios y a los políticos del alto y del bajo clero, para ver si yo también podría ayudar. Todos me dijeron que ellos no tenían nada que ver y chutaron al córner. Así como los precios están altos, es importante saber que los ingresos de la gente son demasiado bajos.

Los importadores presentaron un análisis desconfiando de la tendencia, solo coyuntural dijeron, de disminución del dólar, y arguyeron que los productos en venta se importaron a un dólar superior, debido a la mediterraneidad del país que exige plazos mayores para compra y flete, costos financieros y otros recaudos asimétricos para el Paraguay versus el Uruguay, frente al mar, por ejemplo.

Pero, ¡ohh... sorpresa!, un elemento crucial casi pasa desapercibido. Al día siguiente del reclamo presidencial a los empresarios, la encuestadora Ati Snead publicó una encuesta donde la heladera vacía y los precios altos de la canasta familiar son las principales preocupaciones de los paraguayos y los factores con los que califican de lo peor al presidente en función de gobierno, y bajar los precios es lo primero que debe hacer el presidente Peña.

Este factor lleva la discusión hacia el terreno de lo político. La imagen del Gobierno aparentemente sufre un deterioro acelerado donde el estómago de la gente es el factor preponderante. Y hay elecciones municipales en el 2026 y generales en el 2028, con un candidato oficialista que no despega.

Nicanor Duarte Frutos tomó la iniciativa en esta batalla cultural, acusando a sus correligionarios de pertenecer a élites económicas que se olvidan del pueblo. Y propone que el Estado tenga frigoríficos. Una especie de solución en modo soviético en pleno siglo XXI, el inicio del “milenio de Milei” con el cual Peña dice identificarse.

Lo cierto y verdadero es que el dólar bajó alrededor del cinco por ciento considerando cotizaciones de agosto del 2025 de cerca de G. 7.300 versus el dólar promedio del primer semestre. En primer lugar, no hay que despreciar las intervenciones del BCP inyectando dólares de las RMI al mercado en momentos oportunos.

En segundo lugar, la abundancia relativa de la divisa estadounidense, que bajó el tipo de cambio, se debe a la incertidumbre mundial y a un dólar debilitado en el mundo todo (está en mi artículo de marzo sobre “El Nuevo Orden Monetario Internacional”); a la disminución de los “vuelos de divisas a USA” (flight to quality) para ganar las, todavía, elevadas tasas de la FED, pero que pueden comenzar a bajar con las trumpulencias imprevisibles; a bonos del Tesoro paraguayo que se colocaron recientemente; al spread de tasas en guaraníes que eleva la demanda por la moneda nacional; al FMI que desembolsó recursos al Tesoro y a la liquidación coyuntural de exportaciones en julio y agosto, inyectando dólares al país, a pesar de que estamos con balanza comercial negativa. Así como bajó el dólar, las tasas de interés activas para créditos en el mercado nacional subieron considerablemente en las últimas semanas, acompañando a la escasez de guaraníes, lo que lo fortaleció. Es decir, habría que ver si la baja del dólar compensa la suba de los costos financieros en guaraníes para el empresario nacional; y con la mediterraneidad y los fletes y los tiempos de viaje de las mercaderías, reclamadas por los importadores, no es muy fácil que el mercado se autorregule a la baja muy rápidamente, me dicen amigos empresarios.

Solo los importadores respondieron en forma razonable al Gobierno, con cifras y análisis concretos, contradiciendo la chupada de calcetines de la UIP y los demás gremios que apoyaron al presidente en un primer momento.

Luego, aparecieron dos frigoríficos que bajaron los precios de algunos cortes de carne populares, para congraciarse con el Gobierno. Uno extranjero, que no quiere ser acusado de oligopolio explotador de estancieros, y el otro que quiere lanzar un candidato cárnico a la presidencia dentro de algunos meses, dicen que. Qué tal.

Sin embargo, los importadores acusan al Gobierno de ser uno de los culpables de la inflación, con una política fiscal casi irresponsable de alrededor del 2,8% de déficit a julio del 2025, anualizado, y de tener una mala calidad en el uso del incremento de sus recaudaciones, dirigiendo este delta hacia gastos rígidos en vez de inversiones endógenas, digo yo, que pueden mejorar la productividad del país. “Se necesita una contención de gastos rígidos para no sacrificar inversión pública”, le dicen en la cara los importadores al Gobierno Nacional, en consonancia con el reclamo de la semana pasada de la propia ministra del MOPC quien fue acallada por el MEF.

Además, me pongo a pensar, un Gobierno que permite incrementos de hasta el 20% en sus contratos de obras, convirtiendo esta excepción en norma de hecho, que además es acusado de nepotismo, clientelismo, sobrefacturaciones, que acepta que paga jubilaciones vips escandalosas a parlamentarios a cambio de aprobación de leyes, que según el BID malgasta y roba el 3,9% del PIB, etc., no tiene mucha autoridad moral para dar órdenes superiores al mercado. De hecho, este no le cree. Por eso no confía en la baja del dólar, a pesar de las intervenciones del BCP vendiendo divisas, pero fundamentalmente por los escándalos de malgastos nepos y demás deudos.

Finalmente, la realidad es que el mercado en el Paraguay tiene muchas imperfecciones, algunas de ellas generadas por el mismo Gobierno, como los importadores expresan más arriba. Este es un gobierno que también fomenta y conforma un capitalismo de secuaces, con puertas giratorias, afinidad de élites gerenciando el Estado como empleados de grupos económicos con fines de lucro que alquilan el RUC de un partido político y ganan elecciones con herejías repetidas en vano en modo “Dios, Patria y Familia”, pero asaltando el Estado, con clientelismo, deuda pública y déficit fiscal.

Además, con buena parte de una clase empresarial que trabaja con asimetría de información, evasión en buena parte de los negocios, desconfianza del Gobierno, pero con complicidad electoral, pocas empresas que controlan gran parte del mercado con poder superlativo para fijar precios, aunque los costos estén a la baja, barreras y bloqueos de entrada a nuevos competidores, prácticas oligopólicas, monopólicas y cartelizadas, etc. Algunos amigos me recordaron que cuando hay concentración económica y exagerada desigualdad social –como escribí la semana pasada en esta misma columna donde el 20% más rico se apropia del 51% de los ingresos y el 20% más pobre apenas con el 4,9% de los ingresos–, no hay presión competitiva suficiente para reducir precios, las empresas pueden coordinar informalmente precios o estrategias sin necesidad de acuerdos ilegales, el consumidor no tiene poder de negociación real y la falta de transparencia impide que el consumidor sepa cuánto deberían bajar los precios realmente; es decir, aunque baje el dólar, y no hay credibilidad en el Gobierno, los costos de importación y de producción pueden bajar, pero los precios al consumidor final no lo reflejan. El margen de ganancia aumenta, pero no el bienestar colectivo.

Es por eso por lo que Moody’s, que otorgó el grado de inversión al Paraguay, aparece ahora advirtiendo que no son solo las cuestiones económicas las que importan para seguir creciendo, sino que son claves la educación, la salud y las redes de seguridad, tal como escribí en “El Paraguay que no funciona” en esta misma columna. Incluye a la seguridad jurídica, que no existe.

Del mismo modo, el enviado de la Fundación Getúlio Vargas del Brasil en la convención bancaria realizada la semana pasada en Asunción dijo que la mala y escasa infraestructura, la corrupción y la falta de mano de obra calificada por la educación de calidad, son las principales falencias del Paraguay para alcanzar un mayor grado de desarrollo.

La heladera vacía se convirtió en una olla a presión. Esperemos que no explote con violencia.

Saludos cordiales.

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