29 oct. 2025

Un león que estaba dormido

El sindicalismo en Paraguay atraviesa por una decadencia marcada por la fragmentación interna, el clientelismo y la ausencia de figuras de recambio. Además, los últimos gobiernos de tinte semiautoritario o autoritario, se han empeñado en restarle importancia a la clase obrera. No obstante, durante los últimos días hemos percibido lo que pareciera ser el rugir de un león que estaba muerto.

Las sucesivas aprobaciones de leyes a medida y a tambor batiente impulsadas por la mayoría cartista en el Congreso se vieron empantanadas durante la última semana. Un factor clave y determinante fue la aparición de las centrales obreras y sindicales como actores en contra de determinadas indicativas.

Sabemos que el presente del sindicalismo en el Paraguay no se puede comparar con aquel tiempo en el que era un muro de defensa de los derechos laborales. Ni hablar de aquellos que consiguieron las 8 horas laborales, las vacaciones graduales, bonificaciones, entre otros.

Esta debilidad deviene, frecuentemente, en una reducción de derechos o en la disminución de capacidades para exigir el cumplimiento, así como en la merma de reajustes salariales y otras prestaciones laborales relacionadas con el bienestar de trabajadoras y trabajadores.

Tanto desde los Gobiernos así como las gerencias privadas existen claras campañas para buscar reducir el nivel de acatamiento y credibilidad de los sindicatos.

Un recuento general elaborado por el Ministerio de Trabajo arroja el número total de 11 centrales obreras de las cuales 7 se encuentran activas y 4 inactivas.

Esta situación muestra una de las mayores dispersiones en términos históricos, debido a que no se registran cantidades similares de centrales sindicales en el pasado. En el sector privado, predominan las centrales sindicales de pescadores y del sector industrial. El porcentaje de acuerdos ante declaraciones de huelga son ampliamente superiores para el sector público e ínfimo para el privado.

Dos movilizaciones sindicales fueron capaces de conseguir poner en pausa la estrategia del Gobierno, que valiéndose de su mayoría coyuntural, vienen aprobando normas sin respetar la voz de la oposición.

Este miércoles, tras fuerte presión del sector sindical de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) y de otros ámbitos contrarios la Cámara de Diputados, decidió postergar la fusión del Ministerio de Minas y Energías al Ministerio de Industria y Comercio (MIC). En este caso, los trabajadores interpretan que serán perjudicados con la intención de subordinación de la ANDE al MIC.

Por otro lado, las principales federaciones y gremios del transporte público consiguieron que el cartismo frene su intención de sancionar el proyecto de ley de reforma del transporte sin dar participación efectiva a los sectores involucrados.

En sesión de este miércoles, el Senado decidió aplazar por 8 días la votación tras una amenaza de huelga general de los trabajadores, quienes reclaman garantías laborales y participación en las definiciones del documento.

Estas situaciones son una demostración de que, a pesar de los sucesivos esfuerzos que hay para debilitar al sindicalismo, este sigue siendo una herramienta capaz de presionar a gobiernos y exigir la toma de decisiones acordes a la democracia y el interés del ciudadano.

Si bien se trata de importantes logros para los trabajadores, aún existe el aire prepotente de los representantes del Gobierno. Independientemente a los factores que impulsaron estas movilizaciones, durante esta semana, quedó claro que el debilitado sindicalismo aún tiene la capacidad de, con firmeza, conseguir beneficios para la clase obrera, sin la necesidad de que estas movilizaciones sean vinculadas o relacionadas a sectores políticos.

Aún queda mucho camino y muchas batallas. ¿Resurgirá el león dormido?

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