02 nov. 2025

¿Igualito, igualito?

Estuvimos conversando brevemente con el filósofo y escritor Mario Ramos Reyes sobre el tema de la igualdad entre las personas y también sobre la desigualdad. Le hice escuchar una breve ponencia al respecto de un intelectual español que daba datos económicos sobre cómo el mundo ha mejorado en todo sentido desde la antigüedad y, según él, las condiciones de vida hoy son muchísimo mejores que antes, gracias al progreso racional, la mayor libertad individual, la superación de la esclavitud y el servilismo, la innovación, el combate exitoso de enfermedades, entre otros elementos. Pero lo que me decía el filósofo paraguayo, luego, me hizo volar la cabeza, como dicen los chicos, en el sentido de que me provocó a hacerme muchas más preguntas y ahondar más en el concepto mismo de igualdad, ya que, por ejemplo, no es lo mismo hablar de igualdad desde los medidores materiales, que hacerlo desde la ontología, desde la dignidad, etc.

Hoy se habla mucho de este tema. Incluso escuchamos a socialistas que prometen igualdad, pero al tomar el poder sus regímenes políticos siempre tienen una clase dominante privilegiada que, sin embargo, quiere obligar a una igualdad desde la ley tirando a la gente para abajo, les desanima en todo sentido porque coartan su libertad. Los liberales, en general, proponen la igualdad ante la ley como un principio de igualdad de oportunidades, pero en las zonas donde el libre mercado es como una especie de dios, también es común ver que grandes masas que se esfuerzan, producen bienes y crean, no llegan a lo que pretenderían desde su concepción de una vida “digna” e igualitaria. En general, los socialistas son materialistas, y miden los logros de su “igualdad”, en términos de su filosofía sesgada. Los liberales suelen traer mucho a cuento aspectos financieros para explicar la realidad, pero creo que respetan más las libertades básicas cuando analizan la situación de la sociedad, y algunos enfatizan bastante el aspecto moral de la condición humana, cuyo progreso no se puede medir solo en términos materiales, ya que es de orden espiritual. Y cuando digo espiritual, me refiero básicamente al orden del ser, ontológico, de la inteligencia, de la libertad, de la voluntad. Lo que pasa es que los liberales son individualistas y muchas veces caen en el subjetivismo moral, es como que les falta profundizar en el sentido de lo que es ser persona libre con los demás en el mundo.

Viendo las últimas referencias de ricos del mundo en Foro Económicos como el de Davos, parecería que les atrae mucho la idea de unificar o “igualar” hacia abajo a gran parte de la población del mundo, con agendas políticas y financieras de mucho control en todos los órdenes, lo cual suponen ellos les permitirá a ellos, como clase privilegiada del mundo, mantener su estilo de vida. Varios de estos ricos y sus gurús intelectuales, como Harari, son eugenetistas y neodarwinistas, y creen que ellos se merecen sus ventajas sociales materiales porque son mejores en todo sentido al resto, como que son seres evolucionados y nosotros no estamos a su altura, pero, para organizarnos sin molestarnos muchos, creen que pueden concedernos existir sin molestar, siguiendo sus recetas universales, tales como el resignado: “serás pobre y serás feliz”.

No se trata de estar a la derecha del mundo pensar así, así como no se trata estar a la izquierda pretender la igualdad. Nuestra dignidad humana nos reclama ser tratados con un respeto particular, considerarnos iguales en esa dignidad esencial. Pero ¿de qué igualdad hablan, por ejemplo, las feministas que hasta presunción de inocencia en los juicios legales quieren sacar a sus enemigos los hombres?, ¿de qué igualdad hablan los islamistas cuando critican la “islamofobia” en Europa, por ejemplo, siendo que sabemos cómo tratan ellos a las mujeres y a los cristianos donde tienen poder? ¿De qué igualdad hablan las agendas 2030 y 2050, por ejemplo?

Por falta de espacio dejo esa pregunta abierta, gran parte de nuestro destino tiene que ver con no censurar esta y otras preguntas de fondo, y no es justo para esta generación tan confundida que los centros culturales, como las universidades y los medios, casi no dialoguen más sobre esto. Habría que retomarlo.

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