La paz es un valor polifacético. Es un valor trascendente: Personal, interpersonal, familiar, social, nacional e internacional. Sus efectos en todos sus ámbitos son bienhechores y su ausencia deja espacio abierto a toda clase de turbaciones y conflictos.
En todos los ámbitos la ausencia de paz, según su intensidad y duración, puede provocar daños irreparables y privación de bienes deseados, pero es fácil comprender que la ausencia de paz, que los conflictos internacionales, sobre todo si son armados, provocan en cantidad y calidad los mayores y más graves daños.
Aunque parezca increíble, si consideramos la sabiduría que ha acumulado la humanidad, en la actualidad estamos viviendo a nivel global una etapa histórica de gravísimos conflictos en todos los ámbitos de la paz.
En el ámbito internacional y nacional, según el infirme 2025 de la Cruz Roja Internacional, actualmente hay 120 conflictos internacionales y nacionales con armas.
En el ámbito social hay que ponderar los estados conflictivos que provocan las ideologías enfrentadas y los partidos políticos radicalizados con ambición imperialista.
La ideología de género y los objetivos 4 y 5 de la Agenda 2030 de la ONU han instalado en las sociedades un insólito generador de conflictos sociales, culturales y éticos, y con sus propuestas abortistas y genocidas han provocado reacción defensiva, especialmente en los sectores defensores de la vida humana, la familia y los derechos humanos fundamentales, la ética universal y la moral cristiana.
Probablemente la inequidad es la fuente más constante de tensiones y conflictos sociales, sobre todo cuando son muchos los ciudadanos en situación de pobreza. Actualmente se calcula que hay 700 millones de personas en situación de pobreza extrema, es decir, que disponen de menos de 2,15 dólares al día; y 1.100 millones de personas en estado de pobreza multidimensional, que no tienen acceso a cuidado de salud, a educación y a vivienda digna. Y dados los acelerados cambios culturales por los descubrimientos científicos y novedades tecnológicas, la tendencia general es el crecimiento del número de pobres y la inequidad.
En el ámbito familiar, la paz está en crisis por la multiplicación de los divorcios, por los abusos sexuales y violaciones de mujeres, de adolescentes, de niñas y niños, por la pedofilia institucionalizada, por el feminicidio, por la promoción de los grupos LGBT, etc.
Las nuevas tecnologías de la información y comunicación han roto el aislamiento de los hogares y los han hecho permeables y vulnerables ante el pluralismo universal, impactando diversamente a cada uno de los miembros de la familia y desafiando a la solidez de su sintonía.
Al fin, hay que reconocer que en el ámbito intrapersonal están las raíces de la paz de todos los ámbitos, porque somos nosotros y nuestras respectivas personalidades, los que podemos construir o destruir la paz en todos los ámbitos. Y la paz intrapersonal está masivamente ausente en grandes sectores de la humanidad, como evidencian los 316 millones de consumidores de drogas según informe (2025) de la Comisión de Drogas y Delitos de la ONU; el número de suicidios (717.000 aproximadamente en el 2024) es otro indicador expresivo, así como las crisis de identidad sexual biológica, los estados depresivos, etc.
Ante esta breve descripción de la crisis mundial de la paz, tiene sentido preguntarse ¿por qué las naciones invierten cada día más en equiparse para la violencia y mantienen en subdesarrollo y marginada la cultura de la paz? Es urgente trabajar y educar para la paz.