09 sept. 2025
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Luis Bareiro

La destitución del intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto, y la renuncia forzada de su colega de Asunción, Óscar Nenecho Rodríguez, confirmaron en la misma semana dos hechos notorios que ponen en riesgo permanente la frágil democracia paraguaya. Lo primero, es que, salvo honrosísimas excepciones, el modelo de gobierno municipal que se aplica en el país ha fracasado estrepitosamente. Lo segundo, que nadie cree que vivamos en un Estado de derecho donde la inocencia o culpabilidad de una persona dependan de lo que hizo, de lo que dice la ley al respecto y de lo que se pueda probar en tribunales.
El ideal supremo de un libertario es un país sin Estado o con un Estado minúsculo, que tenga un número ínfimo de funcionarios, mínimas regulaciones y el menor costo posible para el ciudadano. En Paraguay no puede haber nada menos libertario que el Partido Colorado, la organización política que convirtió su afiliación en requisito para ocupar un puesto público, que construyó una gigantesca red de operadores y financistas sobre la base del reparto de cargos y contratos con el Estado y que hizo del ingreso a la nómina pública la única fórmula de enriquecimiento garantizado.
El chico llegó al hospital de Presidente Franco a las 13:30, con síntomas de una infección generalizada. La doctora que lo recibió intentó estabilizarlo, y luego consultó con sanatorios públicos cercanos en busca de una cama en terapia intensiva, sin éxito. Alrededor de las cuatro de la tarde, ingresó al sistema del Servicio de Emergencias Médicas Extrahospitalarias (SEME) y repitió el pedido con carácter de urgencia. Tres horas más tarde, a las 19:18, le respondieron que no había disponibilidad en todo el sistema público y que debía tras-ladar al paciente a una clínica privada, ¡a 70 kilómetros de distancia!