El documento fue suscrito por su tía, la senadora liberocartista Noelia Cabrera. Por acciones como esta, los sobrinos de Cabrera cobraban 13.500.000 y 8.000.000 de guaraníes, respectivamente. Ese “ordenamiento de bibliorato” que debió absorber unos pocos minutos de su cotizado tiempo le costó al contribuyente unos 720 mil guaraníes, cinco veces lo que cobra un trabajador promedio por una jornada laboral de ocho horas.
La escueta descripción de la faena laboral de los sobrinos forma parte de la lista de actividades apuntadas escrupulosamente en los formularios de trabajo externo firmados por la legisladora. Los aventajados sobrinos –según la opinión objetiva de la tía– realizaban estas y otras tareas, como las de revisar su correo, organizar su agenda o subir algún material a las redes sociales, desde algún lugar ajeno a la oficina del Congreso donde, tras ser confirmados en el cargo, jamás les volvieron a ver el pelo. Un equipo de investigación de Radio Monumental y este diario revelaron que el cuartel de operaciones de los Giménez Cabrera era nada menos que el estudio jurídico del novio de su tía, un bufete que ella promociona en las redes como suyo.
El caso de los sobrinos fue calificado de nepotismo por los eternos detractores de estas prácticas profamilia solo porque ambos ingresaron de manera directa, por pedido de la tía, cuando apenas habían terminado la secundaria y porque luego pasaron a ser funcionarios permanentes con salarios de jefe sin haber concursado nunca. Incluso hicieron hincapié en detalles menores como que el salario de Iván Ramiro supone casi cinco veces el salario mínimo legal, que es el ingreso máximo para casi la mitad de la gente que trabaja en el Paraguay.
Las planillas de trabajo salieron a la luz casi al mismo tiempo en que el Ministerio Público acusaba al senador Hernán David Rivas de haber inventado el título de abogado con el que el oficialismo colorado lo convirtió en su representante y presidente del tribunal que juzga a jueces y fiscales. Rivas había sido defendido incluso por el presidente Santiago Peña, aunque el legislador no fuera capaz de recordar a un solo profesor o compañero de Facultad, citar un artículo del código penal o hilar una frase completa sin leer un texto.
Y en medio de la polémica sobre la farsa de Rivas, aparecen unos audios en los que supuestamente se escucha a los senadores Norma Aquino y Javier Vera, conocidos como Yamy Nal y Chaqueñito, respectivamente, hablando del reparto de cargos y privilegios a cambio de sus votos. Ambos ingresaron al Legislativo como opositores de la mano de Payo Cubas y luego se pasaron al oficialismo, seguramente por una cuestión de principios. Ellos aseguran que la conversación fue generada por inteligencia artificial. Indignada, –no tanto por la afirmación como por el contenido– la IA lo niega.
Este era el escenario paraguayo cuando llegó la información de que, en Nepal, un pequeño país sudasiático, jóvenes, hartos de los casos de nepotismo y corrupción de la clase política, se articularon a través de redes sociales que las autoridades pretendían clausurar y tomaron las calles y los edificios públicos y terminaron tumbando al Gobierno.
Algún susto hubo porque voceros de la casta criolla se apresuraron en afirmar que no hay punto de comparación entre Paraguay y Nepal que aquí no hay razones para que los jóvenes reaccionen indignados, que no somos Nepal.
Y tienen razón. Después de todo, Nepal no clasificó para el mundial.