09 dic. 2025

Quince corazones para Peña

En democracia no basta con tener mayorías en el Congreso para hacer cambios de fondo. Un presidente necesita de ese capital político que solo se consigue manteniendo niveles aceptables de aprobación por parte de sus gobernados. Esa aceptación depende en gran medida de los resultados de su gestión, pero también de su capacidad para lograr una comunicación afectiva y efectiva con la gente. Sus mandantes (los electores) deben sentir que sus problemas le importan al mandatario. Y para que eso ocurra, los gestos y las señales son esenciales. Lamentablemente, el presidente Peña nunca lo entendió. Un solo caso reciente lo prueba de la peor manera.

La alarma se encendió hace unas dos semanas cuando desde el Departamento de Cardiología Infantil del Hospital de Clínicas advirtieron que no tenían recursos para intervenir quirúrgicamente a 15 niños en condición grave que nacieron con cardiopatías congénitas y que si no eran operados antes de que termine el año difícilmente podrían seguir con vida. El mensaje no podía ser más dramático: 15 niños, cuyos casos pueden ser perfectamente corregidos por la ciencia médica, podían morir simplemente por la falta de dinero.

La historia se tornó aún más indignante cuando los médicos revelaron cuánto le costaría al Estado salvar esas vidas: Unos 500 millones de guaraníes, poco más de 70 mil dólares. Esto es menos de una décima de lo que se gastará en organizar la Villa Navidad, un evento financiado por Itaipú con 850 mil dólares, desde el departamento que tiene como “asesora de turismo” a la esposa del senador Juan Carlos Nano Galaverna, con un salario de más de 65 millones de guaraníes.

Desde el Ministerio de Economía intentaron explicar lo inexplicable. Alegaron que los insumos médicos los facilita desde hace veinte años una fundación que recibe fondos del Estado, y que en 2025 solo recibió recursos hasta el primer trimestre porque no cumplieron con todos los requisitos establecidos en la nueva ley que regula a las oenegés. O sea que el problema es que los fondos no se pueden ejecutar a través de esa ONG. Curiosamente, no hubo inconveniente alguno en ejecutar los 850 mil dólares para comprar arbolitos y guirnaldas que también se administran mediante una ONG, solo que esta es de las ONG creadas por los amigos de la administración de turno, no una que lleva veinte años operando en un área tan irrelevante en cuestiones turísticas como los bebés con cardiopatías congénitas.

El punto es que si hay 850 mil dólares para arreglos navideños, hay 500 millones de guaraníes para salvar a 15 niños. Algunos supusimos cándidamente que el presidente Peña resolvería rápidamente la situación ordenando que se entregaran esos fondos directamente al Departamento de Pediatría o al Ministerio de Salud o incluso a la ONG de los arbolitos, a cualquiera con tal de que se iniciaran de inmediato las intervenciones quirúrgicas. Se trata de una cuestión mínima de empatía y de un recurso cuasibagatelario para el Estado. Una binacional gasta el doble de ese monto en canastas navideñas. Solo el salario de la nuera del ex senador Galaverna se come esa plata en un semestre.

Y aquí viene lo increíble. El presidente no dijo una palabra sobre el tema y no inició una sola acción. Su falta de empatía tuvo que ser cubierta por ciudadanos que se organizaron para realizar las tradicionales polladas (aquí fue una paellada), empresarios que donaron kits de instrumentales médicos e incluso un par de legisladores que hicieron lobby ante el Ministerio de Economía.

¿Hay algo más importante que la vida? ¿Puede haber un caso más emblemático que este para que el presidente pruebe que le interesa resolver los problemas de la gente?

Sus cortesanos dirán que no interviene públicamente porque sería populismo, pero ¿desde cuándo el hombre que está dispuesto a salir en la foto hasta cuando se inaugura un inodoro público se preocupa por parecer populista?

Debe ser más glamoroso, fungir de promotor comercial en los elegantes escenarios de la diplomacia internacional, pero si quiere conectarse con sus representados más le vale remangarse de vez en cuando y tomarse como algo personal nuestras aburridas tragedias cotidianas. A veces, solo hay que tener corazón.

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