18 oct. 2025

Los ojos bien abiertos

Unos dicen cambiar las estructuras injustas y otros dicen activar la economía, unos dicen superar el paradigma cristiano de la dignidad universal y rendirse ante el darwiniano “sobrevive el mejor, el más adaptado” y el resto “hule”, unos dicen que a la pobreza se la mantiene a raya matando pobres en el vientre, al menos a los menos dotados, y otros dicen que la beneficencia da asco porque humilla al que recibe.

Los pobres molestan y molestamos porque, aunque no seamos indigentes, todos tenemos nuestras pobrezas. Entonces me incluyo hasta donde se pueda caber en esa definición.

Yo escucho a los socialistas hablando de los pobres desde una suerte de superioridad moral autoconstruida sobre valores cristianos que, sin embargo, detestan. Les das poder y destruyen a los pobres de los que tanto hablan. Y escucho a los liberales hablar de economía y libertad sin autocrítica sobre la situación terrible de tantos seres humanos de los modelos que les atraen. Es verdad que estos parecen hacerlo mejor en economía, pero el individualismo ligado a un subjetivismo moral tiene sesgos ideológicos tan contraproducentes para los pobres como el marxismo.

De la hipocresía sobre los pobres podemos escribir libros, empezando por la propia, que ni nos damos cuenta de que tenemos, hasta que nos involucramos en primera persona. Yo tengo amigos que viven en la indigencia, y no es fácil salir de allí. No se trata de darles comida o buscarles trabajo y ya. Para nada. He descubierto que en la indigencia hay un factor espiritual, una deconstrucción interna de origen a veces enfermizo del que ni los mejores planes de control social podrían hacerse cargo. Y no todo el que es pobre desea ayuda. Pero entre los pobres hay víctimas del sistema, hay niños, hay mujeres, hay ancianos, hay espirales de violencia que se generan y se regeneran, también hay “votantes” que se manipulan, y hay “sujetos de derechos” que meter en folletería para enviar al exterior y ganar dinero con ello. También hay pobres en casas de lujo, algunos de ellos están en medio de batallas encarnizadas de sus padres divorciados, de conflictos familiares por herencias y espacios de poder, pobres que basaron sus relaciones en la billetera y hoy están solos, pobres que desperdiciaron el tiempo cuando fueron ricos en familia y no lo valoraron, y hay gente pobre con cuenta abultada en el banco, sin duda alguna.

Hoy es un día en que los políticos del mundo hablan de la pobreza. Incluso en el Foro Económico Mundial los ricos nos dicen con desparpajo: “Serás pobre y serás feliz”.

“Cuando las ideas no te convencen, mirá la experiencia” me decían mis educadores, y el Padre Aldo Trento, gran benefactor de gente vulnerable, siempre me hacía ver que lo que emerge ante nosotros con un pobre, tiene debajo toda una experiencia de vida que nos provoca como personas a salir del cascarón biensonante. También me parece que la Madre Teresa de Calculta tenía autoridad para hablar de los pobres, ya que dedicó su vida a los que vivían en la miseria. No es fácil, es complejo. Quien espera que la política haga el gran cambio se equivoca porque jamás un sistema será tan perfecto que prescinda de una persona libre que haga el bien, pero quien censura sus propios ojos ante esta realidad, no solo se equivoca, ¡se pierde!

Y entre nosotros los de a pie, ¿qué hacer?... Quizás valga el pequeño consejo que el kiosquero benefactor de un niño indigente y de su familia, decía: “Hay que tener los ojos bien abiertos. A veces lo que parece un niño pidiendo un caramelo, en realidad es un hermano mayor buscando una comida”. Saberse alguien ante la mirada de otro, igual en dignidad, saberse apreciado, da calor humano y beneficia al que recibe tanto como al que entrega. Ese calor puede convertirse en gesto, en silencio y escucha, en perdón, en simpatía, en un reto, en sacrificio, y en un nuevo comienzo.

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