18 jul. 2025

Línea 155

El Ministerio de Salud lanzó una línea telefónica para asistir a personas en crisis psicológicas. Es gratuito, las 24 horas y, según parece, atienden varias situaciones de ansiedad, pensamientos suicidas, etcétera. También la Iglesia Católica tenía un servicio sacerdotal de urgencias, donde la gente podía hablar en cualquier hora del día sobre sus problemas. No sé si existe aún.

Lo cierto es que el Estado está tomando una posta que requiere la atención de toda la sociedad. No podemos conformarnos con levantar estadísticas ni mucho menos convertir un tema tan sensible y preocupante en burocracia (reuniones, conferencias, folletos, oficinas, presupuesto, autorreferencias, a veces ideologización en posturas de lobbies políticos que quieren adueñarse del discurso público en todo lo referente a las cuestiones de orden social con paradigmas contrarios a los de nuestra sociedad, etc.).

Este es un fenómeno global y existe todo un marco cultural y existencial que empuja al hombre de este tiempo a vivir al límite, lo podemos resumir en aquella expresión del Papa Francisco: “Cultura del descarte”.

Por ejemplo, en 2023, el 39% de los españoles valoraban de forma negativa su salud mental, alegando como causas dificultades económicas (91%), incertidumbre ante el futuro (89%), las presiones, exigencias y el estrés del día a día (88%). El 19% consumen psicofármacos y el 73% lo hacen a diario, entre ellos, ansiolíticos y antidepresivos.

Quizás en Paraguay lo estamos empezando a sentir con más fuerza ahora. Pero hace rato que la salud mental ya viene despertando el interés a nivel mundial. Da la sensación de que el individualismo extremo y la voracidad competitiva versus la escasa compensación afectivo-emocional, la poca cohesión social, la falta de sentido existencial profundo, las rupturas de las relaciones sociales esenciales, especialmente en la familia, encienden la pólvora. El colectivismo también ha fracasado. Y no podemos olvidar el aspecto moral, ya que la licencia liberticida y engañosa de probarlo todo y desde temprana edad, sin límites ni culpa ni consecuencias, así como el abandono del diálogo intergeneracional que implica transmisión de valores y de aprendizajes y experiencias de vida, avivan el fuego que vemos arder.

Recordemos que los pensamientos, las sensaciones, las emociones, los impulsos, las motivaciones, los sentimientos, las experiencias, etc., conforman un complejo entramado en nuestra personalidad. Por lo tanto, literalmente, hay que aprender a pensar bien, teniendo en cuenta todos los factores de la realidad, donde los problemas no constituyen la última palabra, siempre hay posibilidades de mejora. Es necesario salir de la alienación, de la infantilización de los adultos, de la inmoralidad que pretende desde indiferencia hasta permisividad hacia el mal. Lo vimos hace poco en el caso de los asesinos de la joven Fernanda.

Muchos hablan de fomentar la empatía y buena voluntad, y hace falta, pero el caso es que no podemos desprender la dimensión emocional de las otras dimensiones esenciales de la persona –biológica, social, racional, espiritual–, más aún al tratar su salud mental. Si el enfoque no es integral poco podremos ayudar con una línea telefónica.

Sin embargo, hay espacios comunitarios que demuestran efectividad en la prevención de las crisis: Familia de carne y hueso, con límites, pero con apertura a la vida, vecindario con rostro humano, comunidad educativa compenetrada, iglesia y asociaciones de fe, por supuesto, ayuda que los formadores de opinión pública dejen de reducir todas sus interpretaciones a cuestiones materialistas. La vida es más y merece encontrarle un sentido. Para ello, necesitamos retomar nuestras preguntas esenciales y hacernos compañía, a sabiendas de que somos imperfectos y limitados, pero llenos de posibilidades de bien y verdad y belleza. Además, necesitamos escuchar la buena noticia de que el amor existe y que puede vivirse en primera persona, fuera de una neurosis perfeccionista y exitista que descarta a los débiles. Y necesitamos la valentía de buscar la verdad, porque en la mentira y en la manipulación jamás encontraremos paz.

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