Dicen que el alcohol, el crac y la marihuana son las drogas –en ese orden– que más se consumen en el país, y esas sí representan una crisis para el sistema de salud pública. A esa lista se incluye la cocaína.
Más allá de los más consumidos o menos, las adicciones son un problema de salud pública y una carga agobiante para las familias.
La ciudad de Asunción –más allá de que se está cayendo a pedazos– y otras ciudades del país nos muestran cada día el rostro de las adicciones con las calles llenas de jóvenes y adultos, adictos al crac y otras sustancias.
Solo basta con caminar unas cuadras por el centro de Asunción para ver el rostro más cruel de las adicciones.
En medio del frío y de la lluvia, los jóvenes adictos al crac usan bolsas para cubrirse del agua y se entregan a los brazos de Morfeo en los pasillitos, bajo el techo y en medio de sus propias heces.
Pareciera que el hedor, no es su principal problema, sino tratar de cobijarse de las bajas temperaturas. Ocupan los edificios abandonados de la ciudad, olvidados como ellos por todos y todas.
Finalmente, estos jóvenes sumidos en la adicción representan el rostro del despojo de la sociedad y se convierten en desechos humanos, olvidados a su suerte en la calle, la pobreza, el desempleo y el hambre. Alejados de cualquier tipo de rehabilitación y reinserción a la sociedad.
Insisto, nuevamente en este espacio quincenal, que las adicciones son un flagelo en la sociedad actual y cuyo impacto se observa superficialmente en las calles.
Es solo la punta del iceberg que emerge tímidamente de una problemática social que afecta a todos y todas, de manera directa o indirecta.
Si bien dice el doctor Nelson Gaona, director médico del Centro Nacional de Prevención y Tratamiento de Adicciones (Cenptra) del Ministerio de Salud Pública (MSP), que esas drogas más consumidas son por las que optan aquellos entre 15 a 30 años. Estos son solo datos oficiales del Cenptra que muestran una parte de la realidad.
Más allá de las políticas y planes, y planes, el Estado intenta ofrecer tratamientos y espacios para los jóvenes que cayeron en las adicciones, en algunos fracasan, en otros logran la reducción, pero pareciera que la lucha no basta.
Estimativamente, entre 90.000 a 80.000 niños, niñas, adolescentes y jóvenes de Asunción y Central son adictos a algún tipo de sustancias, según el Observatorio Paraguayo de Drogas, cuyos datos se dieron a conocer el año pasado.
El Cenptra del Ministerio de Salud es el único centro en Central que ofrece el tratamiento, que junto al Centro de Residencias de Deshabituación y Rehabilitación de Larga Estancia en Piribebuy para internación de pacientes de larga estancia, son las que ofrecen el tratamiento, rehabilitación y reinserción.
A estos espacios se suma la Iglesia, las ONG y el sector privado. Pero insisto en que pareciera que no basta. Chau chespi, que por cierto es un eslogan muy denigrante, pasó ahora a denominarse Plan Sumar, que pretende juntar a todas estas instituciones en la lucha contra las adicciones.
Es necesario garantizar la prevención desde los distintos espacios. Desde la familia, las instituciones educativas o con programas contundentes del Estado para poder, por lo menos, reducir o evitar que tantos jóvenes caigan en las drogas.
Insisto nuevamente en que es urgente y necesario proteger a los niños, niñas y adolescentes para evitar que se conviertan en desechos sociales. Pero parece que a los políticos actuales solo les interesa “estar mejor”. Mirar a otro lado y hablar solo en fechas conmemorativas tampoco basta.