La semana pasada se celebró el 80 aniversario del desembarco de las fuerzas aliadas en las playas de Normandía, hecho que significó el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial y la desaparición del nazismo y del fascismo.
A partir de ese acontecimiento el mundo se dividió en dos grandes bloques ideológicos –la democracia liberal y el comunismo– liderados por los Estados Unidos y por la Unión Soviética, que se enfrentaron en una Guerra Fría que en algunos momentos puso a la humanidad al borde de un holocausto nuclear.
Este mundo bipolar terminó en 1989 con la caída del muro de Berlín y con la posterior desaparición de la Unión Soviética, lo que dejó a los Estados Unidos como la única superpotencia global.
Para algunos se había llegado al “fin de la historia” porque había triunfado “definitivamente” el sistema de libre mercado, en lo económico, y de democracia representativa, en lo político.
La certeza de que el libre mercado es perfecto se rompió en el año 2008 con la quiebra del Lehman Brothers y la posterior crisis financiera, que obligó a los Estados a intervenir masivamente en los mercados para evitar una catástrofe similar a la de 1929.
La certeza de que el futuro de la humanidad se encaminaba indefectiblemente hacia la democracia, se fracturó en el año 2018, cuando la China modificó su Constitución para permitir la reelección indefinida de Xi Jinping, convirtiéndolo en un líder autocrático, similar a Mao Tse-Tung en la era comunista.
La certeza de una paz eterna, con democracia y libre mercado terminó de desplomarse en el año 2022 cuando una Rusia gobernada por un autócrata como Putin invadió a Ucrania, con el apoyo de una China también gobernada por una autocracia.
Hoy las guerras económicas entre las superpotencias, el nacionalismo y el proteccionismo creciente han puesto fin al “sueño americano” de un mundo con un mercado libre global. Pero no solamente la globalización económica se ha truncado, también el “sueño americano” de llevar la democracia a todos los rincones de la tierra se encuentra en peligro.
Se encuentra en peligro por el avance de los gobiernos autoritarios y por la enorme insatisfacción interna para solucionar los grandes problemas de la desigualdad, la inseguridad y el calentamiento global.
Lo más grave ahora es que la democracia se encuentra en peligro en el propio Estados Unidos que es el país con la democracia más antigua del mundo, que desde el año 1788, sin interrupción, ha realizado elecciones cada dos años.
El país que sigue siendo la principal potencia económica del mundo con un PIB mayor que el de China e igual al de todos los países europeos juntos y, la principal potencia militar con un presupuesto de defensa 3 veces mayor que el de China y 10 veces mayor que el de Rusia.
Hoy este país tan importante se encuentra tremendamente dividido, en sus élites, en su pueblo y en su geografía. Con algunos Estados muy conservadores y con otros muy liberales.
La próxima elección presidencial, con un Trump procesado penalmente y un Biden con claros síntomas de deterioro físico, en una sociedad dividida y fanatizada, pone en peligro a la democracia norteamericana.
Muchos analistas creen que el riesgo de que el resultado de la elección presidencial del 5 de noviembre de este año no sea aceptado por el perdedor es muy alto, lo que puede llevar a grandes disturbios e incluso a algún tipo de guerra civil, en un país donde la mayoría de las personas portan armas.
Este mundo más hostil es una mala noticia para el desarrollo del Paraguay que tiene como una de sus estrategias la de su integración al mundo y es una mala noticia para los que creemos que la democracia, con todos sus defectos, es el único sistema compatible con la dignidad humana.
Y por supuesto, es una mala noticia para Dende, que cree en el desarrollo en democracia.