02 sept. 2025

Generación de viajes en Bolt y buses chatarras

En Paraguay es muy común escuchar que solo muere de aburrimento el que quiere, una folclórica forma de reducir a la superficialidad el análisis de ciertas situaciones y vivencias que ya prácticamente son perennes en nuestra cotidiano andar.

De camino a casa en Bolt ya me enteré otra vez que Cerro no sumó el domingo y que este fin de semana que pasó el clan que maneja Itaipú, no tuvo otra idea que la de presentar a su candidato a intendente de Ciudad del Este, Roberto González Vaesken, en una fiesta para niños financiada por la binacional. El inapropiado lugar para hacer campaña solapada generó reacciones como era de esperarse en las redes.

La verdad que a nadie extraña este tipo de acciones hechas por el partido de gobierno que raya la alevosía.

A más de 300 kilómetros, en Asunción, uno despierta con noticias de mala utilización de los recursos de los bonos G8 de G. 500 mil millones, visibilizado a través del informe de intervención de la administración de Óscar Nenecho Rodríguez. Otra vez, acudimos a un hecho repetido, que se destinó dinero que no estaba contemplado en el préstamo. Pago a los funcionarios, honorarios millonarios a abogados por juicios; leche en vez desagües y otras perlitas de a dónde fue a parar el dinero. La justicia ciega, protagonista pasiva.

El Bolt tiene una doble finalidad, una obvia que es la de transportarte; otra, la que de servir de consultorio ciudadano. Allí sabés con exactitud que calle está más rota que ayer y a qué barrios no tenés que ingresar de noche. Acostumbrado a que el chofer de plataforma, casi con seguridad se queje de los horrendos caminos por los que le cupo transitar. Lo escucho y como presagiando caer en un bache, sujeto el asiento para amortiguar el golpe. Muestro mi condescendencia el análisis socioeconómico político y cultural del dueño al volante, todo el camino. El (Bolt driver), hizo curso rápido para este oficio porque naufragó la pandemia y tuvo que agarrar el volante como medio de subsistencia. Quien sino él, como el más indicado para dar un pantallazo a la realidad que muchos viven.

A lo largo de las ciudades circundantes a Asunción, los caminos parecen parte de una postal de un país en guerra, con cráteres que tragarían un vehículo o calles oscuras que dan piri y que evocan a imágenes de la obra de Poe, “crímenes en la calle Morgue”. Brillan en la oscuridad y por la recurrencia de sus paradas, clavadas en las esquinas las grandes patrulleras 4 x 4 donadas por Itaipú con policías dentro que se cuentan sus travesuras y tienen fijada su mirada en sus TikTok

Alguien en situación de calle pide, para el chespi o por hambre, como de costumbre, su cuota diaria de diezmo, mientras muchos viajamos en atestados micros cuya travesía pareciera no tener fin aún cuando de la parada a la casa solo marcan tal diez, doce y menos de veinte kilómetros. Sueño despierto, tal vez él de al lado también con el mentado tren de cercanías. Me digo, Bolivia perdió la guerra, pero en Santa Cruz estrenaron un tren de cercanías que no tiene nada que envidiar a ciudades europeas.

Un extraño me susurra: “Cualquier político inteligente si quiere ganar en las próximas elecciones debería tener en cuenta tres o cuatro cosas”. Es ineludible que la “alianza públicoprivada” por fin solucione temas del bolsillo como los altos precios y no solo se dediquen a coordinar obras sobrefacturadas, me afirma el extraño. Cree que el precio de la carne debería dejar de subir porque la gente ya la ve como artículo de lujo. Un estudio muestra que los argentinos comen mucho más carne que nosotros. Inaudito en un país donde una vaca pasta sola en diez hectáreas y cuya venta de la proteína roja genera más de USD 1.000 millones año en exportación. De a poco veo que el extraño no lo es tanto, que trabaja igual que yo, estudio igual que yo, ‘viaja apretado’ igual que yo y tiene las mismas ganas de romper todo, pero opta por calmar el ímpetu, abrigar un soplo de esperanza y tratar de volver a casa una vez más para luego volver a empezar.

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