La vida biológica, don gratuito de Dios y los padres, nos pone en la existencia, es decir, nos pone en condición de ser, y la paz las ubica en condiciones de calidad; sin paz la vida y la existencia humana quedan atrapadas y turbadas en las redes de los conflictos y las preocupaciones, las amenazas y los riesgos.
La paz no es un don nato, es un valor conquistado; nacemos sin paz, nacemos en profunda crisis y turbación. El bebé en el parto se siente maltratado, siente que lo empujan y lo expulsan de su hábitat ideal, donde tiene en el útero de la madre, la temperatura ideal, la presión, el clima, el alimento, el oxígeno, la protección, en una palabra, las condiciones de vida ideales, y de pronto lo echan de allí a un espacio vacío, donde todo le molesta: El ruido, la luz, la presión, etc. Al nacer se siente morir. Le salva del drama el torrente de oxitocina (la hormona del amor) que la madre le genera, en ese momento, por el cordón umbilical.
Los niños necesitan años para aprender a ser pacíficos y pacificadores, y la mayoría de los humanos nunca lo aprenden totalmente. Lo más frecuente es, como los niños, querer resolver los conflictos con peleas, pegándose, con agresión y violencia, en vez de con diálogo y negociación.
Evidentemente nacemos egoístas, egocéntricos, dispuestos para la agresión; no traemos el valor de la paz, tenemos que aprenderlo en el proceso de la educación, lo que quiere decir que “educar para la paz” es una responsabilidad irrenunciable de todos los padres y educadores profesionales.
Siendo la paz un bien, un valor necesario para asegurar la calidad de vida, para la seguridad e incluso para la sobrevivencia personal, de los pueblos y actualmente incluso del planeta (amenazado con la posible tercera guerra mundial), es sorprendente constatar el muy bajo nivel que tiene en toda la humanidad, la cultura de la paz. Para reconocer el subdesarrollo cultural sobre la paz basta constatar el pobre concepto de paz que nos dan los diccionarios de las lenguas más difundidas e influyentes, y el uso casi exclusivo que se hace en los medios de comunicación social: “Paz es ausencia de conflicto armado” y en segunda acepción “armonía en relaciones”.
La paz es un valor psicológico y social complejo y polivalente, construido con la energía y sobre la base de diversos valores, como la sociabilidad, apertura, comprensión, tolerancia, cooperación, amabilidad, solidaridad, respeto, justicia, esperanza, fiabilidad, fidelidad, paciencia, verdad, sinceridad y otros. La paz, como todos los valores, viene en racimo.
El valor de la paz se extiende en un espectro que incluye seis ámbitos.
El ámbito intrapersonal, el interpersonal, el familiar, el social, el nacional y el internacional.
En todos los ámbitos la paz tiene características esenciales comunes y en cada uno tiene sus actores, características, proceso y efectos diferentes.
Los efectos de la paz son siempre positivos, porque genera estados psicológicos y sociales, que favorecen bienes comunes diversos, lo que sucede a su modo y proporción en los seis ámbitos del espectro de la paz.
Paradójicamente, la paz es a la vez condición y fruto de las comunidades. Es condición, porque sin paz es imposible construir la común unidad entre sus miembros; y es fruto, porque en la común unidad auténticamente integrada se da la plena armonía en las relaciones entre sus miembros.
Opino que todavía no estamos en la civilización de la paz, el amor y la vida, todavía predomina la civilización (?) del poder, la violencia y la muerte.