15 ago. 2025

El drama silencioso de los pueblos originarios en Presidente Franco

Viven en condiciones precarias. La Codeni, junto a otras instituciones, busca paliar la situación llevándoles diferentes servicios. Muchos son locales; otros vienen de Caaguazú.

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Triste postal. Familias enteras que están siendo empujadas al abismo, lamenta la Codeni.

RR

ALTO PARANÁ

En los márgenes más vulnerables de la sociedad, donde el olvido institucional se vuelve cotidiano, indígenas que deambulan por las calles enfrentan una lucha diaria por la dignidad. En ese contexto, la Codeni (Consejería Municipal por los Derechos del Niño, Niña y Adolescente), viene trabajando con este sector.
Balbina Almada, directora del ente, dijo que junto a otras instituciones como el Ministerio de Salud Pública, llevan adelante brigadas de atención médica, ayuda social, provisión de alimentos y acompañamiento legal, en barrios y asentamientos donde las carencias son tan grandes como la esperanza.

Desde 2022, la Codeni redoblo su presencia en las comunidades indígenas de Presidente Franco. En 2024, se conformó un Comité Indígena con representantes de ocho comunidades nativas y la participación de instituciones públicas y privadas.

Gracias a ese esfuerzo, en la última jornada de atención se movilizaron 12 instituciones, ofreciendo servicios médicos, odontológicos, registro de identidad, peluquería, aseo y más, en las comunidades.

Este trabajo es constante, sostenido y comprometido; pero sobre todo, es asumido por instituciones que no tienen la obligación legal de hacerlo, pero sí el deber moral. “Con el INDI nunca logramos articular nada”, lamentó ella.

ALIADOS. Lo que hacen la Codeni y sus aliados como el Ministerio de Salud, la Décima Región Sanitaria y otros organismos, va más allá de lo administrativo: Es una forma de resistencia frente al abandono en el que se encuentran. Con cada jornada de atención, buscan impedir que más niños indígenas terminen en las calles, expuestos a la mendicidad, la drogadicción o la explotación. “No tendríamos que estar haciendo esto. No somos la institución responsable; pero no podemos quedarnos de brazos cruzados. Son niños, son familias enteras que están siendo empujadas al abismo por la indiferencia del Estado”, dice.

La directora reconoce que la mayoría de los indígenas que deambulan por las calles no son de Presidente Franco, sino de distritos como Hernandarias y de departamentos vecinos como Caaguazú. Pero el sufrimiento no entiende de límites distritales. La responsabilidad, asegura, es compartida.

Almada revela que lo más crudo del trabajo social es la necesidad de deshumanizar momentáneamente el dolor ajeno para poder seguir adelante. “Nos forzamos a no sentir. Pero hay momentos que te quiebran. Como ese día, con las vacunas. Me puse a llorar. Porque entendí que esos niños no tienen más resistencia que cualquier otro. No son inmunes. Solo han aprendido a callar el dolor”.

Los indígenas no son salvajes ni diferentes, repite Almada. Solo son personas que nacieron con menos oportunidades. “Tuvieron la mala suerte de nacer del otro lado de la historia. Pero no son de segunda categoría. Son nuestros prójimos. Y necesitan de nosotros”, enfatiza la mujer.

DEUDA. El abandono institucional ha empujado a estas comunidades al borde del colapso social, y la burocracia es muchas veces más cruel que la pobreza misma. “Tratar de documentar a un niño indígena es un calvario. Un trámite simple se vuelve una montaña de papeles, requisitos imposibles, esperas eternas”, explica.

Pese a todo, Codeni y sus aliados continúan. Saben que el camino es largo. Mientras no existan políticas públicas reales, sostenidas, y no se le otorgue a las comunidades indígenas acceso a salud, educación, tierra y oportunidades, todo será un parche. Pero también saben que lo que hacen tiene valor. “Lo poco que hacemos es mucho para ellos. Porque significa que no están completamente solos”.

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