Pero volviendo al jueves 14 de agosto, el apagón pareció premonitorio del día posterior en que poco había que festejar y mucho por lamentar en cuanto a la capital paraguaya. La falla en el sistema de energía eléctrica afectó al 95,8% de esta nación, un suceso monumental que tiene que llamar la atención. Entonces, según autoridades de la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), la demanda estaba en 3.070 MW, y quedaron fuera de servicio 2.942 MW. Hubo desorden en el tránsito, nervios, y los atletas que vinieron para los Juegos Panamericanos acaso pudieron sentir en carne propia cómo está la situación por acá y no precisamente como la pretenden vender las autoridades.
Por cierto, el abucheo en la inauguración de la cita deportiva fue el balde de agua fría que necesitaba esta administración gubernamental que tanto se jacta de hacer todo bien, pero que tan poco está haciendo.
El mandatario y sus secuaces, o viceversa, traen remembranzas oscuras.
Ellos prefieren expulsar a legisladores que molestan (con el ñembotavy de la Justicia), pero defienden y sostienen a esos que hacen del nepotismo su pan de cada día. Vienen amedrentando a las voces críticas utilizando al Estado como herramienta de represión. Acaparan el poder para aprovecharlo en beneficio propio.
No muestran interés en que Paraguay mejore. Prefieren tener sus mansiones lejos de la capital porque pueden utilizar un helicóptero como taxi para ir y venir del lugar.
Los acólitos del jefe de Estado, y del que funge de autoridad partidaria, están a sus anchas. Mientras, sufre la salud pública, pierde la seguridad, y lamenta también la educación. Le duele igual a la infraestructura y el que quiere un trozo de carne tiene que esperar alguna promoción con el alimento que al final llega importado, en una larga fila porque solamente así puede disfrutar lo que tanto exporta esta República.
Insisto, el corte de energía fue una representación de lo que estamos viviendo. Vamos a ciegas, ocupándonos de lo urgente, dejando de lado lo importante, sin previsión en tantas áreas. Claro, la dedicación es para saber cómo joder el presupuesto público, qué hacer para seguir teniendo a los operadores en las instituciones públicas para continuar manteniendo a los planilleros. Anteponen engrosar aún más los gastos rígidos, los superfluos, pensar en el bien particular antes que en el general.
Dicen que la macroeconomía esto y aquello. Nos hablan de una inflación controlada. Aseguran que el producto interno bruto (PIB) está creciendo, pero sabemos que no es el indicador más preciso para medir cómo estamos. La población está bicicleteando con lo poco que gana. El salario no alcanza. El malestar social va en aumento, pero pretenden hacernos creer que el pobre lo es porque quiere. ¡Nangana!
Opaco se ve el futuro, porque lóbrego es el presente. Tenebroso luego. Sombrío panorama y no solamente a nivel energético. Lo apuntó claramente el cardenal Adalberto Martínez: “No puede haber democracia verdadera y estable sin justicia social, sin división real de poderes y sin la vigencia del Estado social de derecho”. Somos testigos del siniestro destino que parece tomar el país, porque “la concentración indebida del poder convierte a este en excluyente y transforma la autoridad en autoritarismo”. Áspero diagnóstico, triste, pero verídico.