La “opción preferencial por los pobres”, inspirada en el Cristo sufriente, es toda una teología dentro del mismo cristianismo católico, donde la misión y visión evangélica concentra la mirada hacia los más desfavorecidos de la sociedad.
La idea de la pobreza en el contexto bíblico e histórico no es nueva, pero esta “opción” renovada surge en los sesenta en la sufrida Latinoamérica, donde la Iglesia Católica fue testigo y denunciante del mal sufrido por el pueblo.
Esta teología de los pobres lastimosamente se malentendió con las ideas revolucionarias y libertarias de la segunda mitad del siglo XX, e incluso, se mezcló con el marxismo, dando lugar a la Teología de la Liberación, una visión objetada dentro del mismo Vaticano.
Textos como las conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979), recogidas hoy en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica (2004), alimentaron en inicio esa “preferencia por los pobres”.
Esta mirada, que dio su valioso aporte al catolicismo mundial, es una voz de defensa de los despojados y sufrientes ante los abusos del poder y un estandarte ante la injusticia social, e incluso, no deja de ser parte de una fuerte línea pastoral en la Iglesia local, fortalecida por los magisterios de Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco y el actual León XIV. Incluso, para dejar clara su preferencia, el mismo Francisco, que vio la pobreza y sufrió la dictadura militar argentina, instauró desde 2017 la Jornada Mundial de los Pobres.
Paraguay también revelaba su consonancia con este delineamiento ya en 1974, a través de la valiente carta pastoral “El saneamiento moral de la nación”, en la cual los obispos paraguayos criticaban duramente los abusos de la dictadura estronista en detrimento del pueblo, los pobres y campesinos. Un similar derrotero vive la actual democracia, donde la impunidad y los robos siguen tan campantes. Y en este 2025, esa “opción preferencial” no se apaga. En el novenario de la Virgen de Caacupé, presbíteros y obispos criticaron al Gobierno de Santiago Peña.
Testigos de despojos que padecen miles de paraguayos, eclesiásticos profundizaron su disgusto ante la mala gestión de los gobernantes en materia de salud, educación, economía, seguridad y transporte.
“Nos sentimos defraudados y engañados por quienes dijeron venir a servir al pueblo, pero terminan sirviéndose de él”, dijo monseñor Gabriel Escobar. El presbítero Nilo Zárate agregó que “las élites viven en burbujas confortables mientras millones sobreviven en condiciones indignas”. En las misas se denunciaron las deficiencias estructurales en el sistema educativo, con la falta de docentes capacitados, escuelas sin infraestructura básica y universidades de calidad cuestionable.
Escobar lamentó que “la Justicia tardía no es Justicia” y despotricó contra el pésimo servicio estatal y la falta de atención a las “necesidades acuciantes del pueblo sencillo”. Los jóvenes peregrinantes repudiaron a su vez la “corrupción imperante” en el Gobierno, distribuyendo sin equidad salarios exorbitantes en vez de usarlos para el pueblo.
“Ya me cansa tener que repetir todos los años este mismo grito contra los desalojos injustos e inmisericordes de comunidades indígenas”, expresó monseñor Miguel Fritz, preocupado por el “doloroso e indignante” panorama social, citando la desconcertante problemática de la tierra y las desigualdades sociales.
“Es hora de despertar. No podemos continuar con los ojos cerrados, sobre todo ante tanta injusticia, tanta corrupción, tanto nepotismo, tanto enriquecimiento ilícito”, citó duramente Fritz.
Este discurso quizás “cansino” y desgastado por décadas, debido a la realidad desigual e injusta, sigue resonando desde el ámbito cristiano como megáfono en defensa de los pobres y excluidos. La cúpula cartista, que dice estar a favor de Dios, debe defender al “pobre” Jesús crucificado en el Incan sin medicina, desalojado, escuálido por inanición y sin plata en el bolsillo, que espera “estar mejor”.