Ante una multitudinaria presencia de devotos, monseñor Amancio Benítez, obispo de la Diócesis de Benjamín Aceval, envió un claro mensaje al pueblo para no apañar el robo, las mentiras y la corrupción.
Benítez atacó el proyecto de ley que contempla la “devolución premiada” y que no es otra cosa que minimizar los actos de corrupción que salpican o envuelven a los políticos y funcionarios del Estado. “No seamos como Adán y Eva que inventaron cualquier cosa para no reconocer su error. A veces también pasa con la ciudadanía o los políticos que se culpan entre ellos para no reconocer su error”, comparó el obispo.
El prelado fue contundente al referirse sobre el polémico proyecto de ley, que fue presentado por el diputado Yamil Esgaib (ANR), pretendiendo incorporar al ordenamiento jurídico penal la figura de la devolución premiada, con la finalidad de recuperar bienes patrimoniales despojados por funcionarios públicos.
“Esta semana un diputado presentó una ley para premiar a los corruptos. Se le tiene que castigar a aquel que no cumple con su misión, a aquel que roba al pueblo. ¿Después cómo le tenemos que felicitar por robar y darle un poco de cárcel y listo?”, señaló el obispo.
En el proyecto se propone un agregado al artículo 67 del Código Penal que establece marcos penales en casos de circunstancias atenuantes especiales: “Cuando se trate de hechos punibles contra el erario público cometidos por funcionarios, la pena podrá ser atenuada hasta el 50% del marco penal máximo, en caso en que la persona devuelva el dinero”, reza la propuesta legislativa que cuenta con media sanción –desde la semana pasada– en Diputados.
Para el proyectista, el robo o latrocinio no debe estar en la categoría de delito grave, sino “suave” porque el acto no reviste violencia. El proyectista había explicado que la gente que devuelve el dinero robado, ahora va a tener posibilidad, por ejemplo, si le toca una condena de 10 años, de reducir hasta el 50% la pena si hace la devolución.
El origen de la devoción por la Virgen del Paso se remonta a 1954, cuando la imagen de la Virgen de Caacupé se dirigía al distrito de Tebicuary y debido al mal estado del camino fue trasladada por el río Tebicuarymí, por Itapé, donde al cruzar el río, su manto rozó las aguas caudalosas y desde entonces han ocurrido distintos hechos considerados como milagros por los devotos de la zona.
Ese mismo año se vieron los primeros milagros en la zona. Los antiguos pobladores comentan que apareció un gran cardumen en una época de hambruna. Cuentan que tan solo bastaba introducir la mano al agua para extraer algún pez. Varias personas con enfermedades terminales señalaron que se vieron curadas gracias a la intercesión de la madre milagrosa.