26 jul. 2024

Remake

Cuando uno crea una película a partir de una ya existente, en inglés le dicen remake. Es volver a narrar lo mismo que ya se narró y eso pasa con la golpeada propuesta del gobierno de Peña que tanto sacudió en la semana.

La cuestión del hambre cero, poco original denominación copiada del programa de Lula, ha destapado una serie de imperfecciones en el diseño del Estado que tenemos. Por un lado, la pobre mirada del gobierno en torno al hambre y los niños que la padecen. Les prometió dar de comer a 1.300.000 durante 180 días con UNA comida. Cualquiera sabe que tendrían que hacerlo tres veces por lo menos en el día y ¡todos los días del año! No se acaba la pobreza con una comida de lunes a viernes y menos con padres pobres. Esto es elemental y se nota que los diseñadores del plan no conocen nada de esa realidad para haberse animado pomposamente a concluir que con eso llegamos a que nadie, o sea cero, tenga hambre.

El programa diseñado por el gobierno de los economistas que tenemos le pegó un manotazo a los recursos fundamentales para que una comuna funcione con recursos y en significado político. Pueden acabar con el nombre de Fonacide y sustituirlo por Fonae, pero la plata que se gerencia en varios municipios de los programas educativos representan las manifestaciones centrales de la política. Cuando lo lanzó, trató de corruptos a los intendentes inclusive. Y ahí entramos en otros problemas no pensados. ¿Esos recursos vienen siendo bien gerenciados? ¿Respondían a los propósitos de los fines establecidos?

Hay ejemplos que muestran cómo el hermano del senador Núñez, que en el Bajo Chaco usó los recursos para carreras de caballo. La Contraloría convertida en agente impulsor del nuevo plan reconoce que no tiene capacidad para controlar en tiempo real el uso de los recursos en los más de doscientos municipios y 17 gobernaciones. En la más cercana, en Central por donde pasó el locutor número 2, se hizo un festín a pocos kilómetros de la Contraloría. ¿Lo que será en aquellas más distantes? No hay mecanismos de control, el titular no sabe la función que debe cumplir y, por supuesto, eso invita a contribuir a los casi dos millones de dólares anuales que en malgasto (robo) acontece anualmente en la administración pública.

Ante la reculada, Peña habrá pensado en cómo contentar a los intendentes que le hicieron la primera manifestación pública que recuerda la democracia. Le cantaron las 40 en la reunión con algunos de ellos para finalmente convocarlos para decirles que todo sigue igual con un agregado: el 100% del impuesto inmobiliario será para ellos y ya no repartido el 30% entre gobernaciones y municipalidades de menos recursos como manda la Constitución. Varias de ellas fueron creadas por los mismos políticos que deben estudiar el proyecto de ley. Aplaudieron todos. Después pensaron en el impacto de la propuesta. Ko’a iñaka jagua (esto tiene algo fétido) comenzaron a pensar todos. Había algo escondido en la propuesta. Para lograr aquello, necesitan cambiar el artículo 169 que escribimos en la Constitución del 92 y como es una cuestión tributaria pétrea, se requiere el camino de la reforma. Para eso, hay que convocar a una constituyente y dentro de ella no solo se podrá cambiar dicho artículo, sino también toda la Constitución y permitir la reelección presidencial. Los del quincho se frotaron las manos. Humillaron de nuevo a Peña y lo forzaron a prometer, algo que en su tiempo costó el incendio del Congreso y la muerte de Quintana. Para sacarse de encima el costo político en aquella época, Cartes inventó la candidatura de Peña. Un ex liberal condenado a la derrota contra Abdo en las internas coloradas. Ahora lo vuelve a usar con probablemente similar destino. Aquella vez se sacó de encima con un pase de magia las acusaciones de pirómano y asesino, y ahora si falla, culpará al presidente de su propuesta reformista. Es probable que divida a sus propias fuerzas entre gobernadores e intendentes de municipios pequeños disconformes con el 20% de sus ingresos escamoteados, pero con toda seguridad dividirá profundamente de nuevo al Paraguay todo. No habrá hambre cero, con certeza; seguirá la corrupción, absolutamente; se forzará a una reforma constitucional, por supuesto, y el Paraguay volverá a incendiarse completamente, con seguridad.

Lo mejor que puede pasar como con el peaje de la hidrovía o la negociación de Itaipú es asimilar la derrota y evitar que todo acabe empeorando en un remake de sangre y fuego que ya lo conocemos perfectamente.

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