Queda claro que es imperiosa la necesidad de hacer realidad la reforma integral del transporte público. Esto no se trata solamente de hacer algunos ajustes y, al final, cambiar algo parcialmente para que todo siga igual. Se debe resolver el caos cotidiano del tránsito, se deben dar soluciones a la ciudadanía que reclama un buen servicio; también se deben considerar los derechos de los trabajadores del transporte y reconocer que este complejo entramado supone también consideraciones económicas, sociales y ambientales.
En esta semana emergió un nuevo actor en el escenario del proyecto de la reforma del transporte público, se trata de los trabajadores del transporte público que amenazaron con ir a una huelga. Ellos piden la postergación del estudio de la reforma y piden garantías para la absorción de los trabajadores por parte de las nuevas firmas adjudicadas con los tramos, así como también garantías para el derecho a la huelga y otros compromisos referentes a lo laboral.
Esta irrupción del sector de los trabajadores en el debate viene a ratificar la idea de que la reforma del sistema de transporte debe ser integral y no solamente una maniobra superficial para que la situación continúe igual. También significa que cualquier proyecto de reforma que se pretenda implementar debe necesariamente incluir a todos los sectores que se verán afectados.
Nuestro actual sistema de transporte es ineficiente y obsoleto. Paraguay en este sentido está atrasado con respecto a los países de la región. El estado de las cosas tiene como víctima principal a los usuarios que soportan un servicio caro e ineficiente que supone un maltrato cotidiano, a los estudiantes, trabajadores, niños, personas de la tercera edad, personas con discapacidad y usuarios en general.
A esto se suma otro factor que incide en las condiciones y es parte del mismo complejo problema, el caos en tránsito. Por esto las personas pierden varias horas para trasladarse, desde sus hogares al lugar de trabajo o al estudio, y nuevamente el largo regreso a casa que supone un hecho que tiene implicancias sociales y económicas.
Este colapso del tránsito no solo es insoportable, sino que en sí mismo se puede decir que es una consecuencia precisamente de la falta de un sistema de movilidad y transporte moderno y eficiente.
La mejora en los ingresos en la última década hizo que creciera desmesuradamente el parque automotor nacional, aunque al mismo tiempo colaboró el hecho de que la población necesita movilizarse para llegar al trabajo o al estudio y para muchos el transporte público no es una opción, precisamente por su ineficiencia.
Según los datos, en los últimos 20 años, un millón de personas dejaron de utilizar el sistema de transporte público metropolitano.
Esta crisis del sistema se consolidó después de la pandemia y las autoridades nunca pudieron aplicar las soluciones necesarias.
Mientras no se resuelva el problema ni se plantean alternativas, unas 300.000 personas que utilizan el servicio sufren el mal servicio y, sobre todo, las reguladas, en una situación que el Gobierno nunca ha considerado resolver, pese a los reclamos ciudadanos.
Las calles, avenidas y rutas de todo el país están repletas de automóviles y motocicletas, en gran medida para paliar la falta de un sistema de transporte, pero la infraestructura urbana no se desarrolló de la misma forma. Por esto, se siguen formulando proyectos para ampliar carriles y construir viaductos y autopistas elevadas, cuando en el mundo estas alternativas ya no son soluciones razonables.
La solución es una reforma del transporte público, y una buena planificación de la movilidad urbana. Por eso, urge plantear un sistema nacional, que llegue a todos los rincones del país y que suponga para los usuarios el mejoramiento de la calidad del servicio, que se reduzcan los tiempos de espera y traslado, en transportes que sean seguros y con menor gasto para el usuario.
El Gobierno debe considerar las necesidades de todos los sectores, particularmente de usuarios y de trabajadores, pues mejorar la calidad de vida debería ser eje de toda propuesta de reforma.