19 jul. 2025

Producto o etiqueta, el poder de los remarcadores

Hay una vieja discusión en economía sobre el valor y el precio y cómo se van fijando en el mercado. Los que no tenemos esa especialidad pero, aún así, tenemos que ir de compras, podemos escuchar a los teóricos para darnos una idea, pero luego toca ir a elegir los productos, revisar y contrastar precios y leer las etiquetas. Debemos ejercitarnos en el magnífico arte del realismo existencial. La brújula de la experiencia acompañada de una claridad de pensamiento, además de la ayuda mutua con otras honestas compradoras de a pie, suelen ser muy útiles.

Sobre el tema puntual de las etiquetas de precios, ofertas y remarques hay que decir que tienen un gran poder; por ejemplo, muchas veces dejan ocultos a la vista, por debajo de sus cartelitos, datos concretos sobre el producto en sí. Pero a veces uno se acostumbra a mirar solo lo impactante, dejando de lado lo esencial del producto, por el poco tiempo que nos deja la vida ajetreada, la distracción o el cansancio, quien sabe si también a causa de un cinismo que se apodera de nuestra alma, ya que se sabe que pulula y es contagioso.

Esto mismo es lo que percibimos sobre lo que vienen haciendo a nivel “informativo” los etiquetadores de las noticias sobre lo que pasó o no pasó, cómo y por qué. El problema no es tener “diferencias de opinión”, que es bueno y sano, el problema es cuando se tergiversa todo. Y más cuando una etiqueta tapa, anula o incluso destruye una parte del mismo producto real. Para los que recibimos la información y la comentamos en el vecindario nos queda claro que existe toda una red de complicidad entre varios etiquetadores que llenan de cartelitos nuestras mentes a diario, porque hasta la letra y el tamaño de las etiquetas son idénticas.

Como ejemplo vivo está el caso de la joven Fernanda, embarazada y asesinada por otro joven en complicidad con otra joven y adultos, según lo que se va descubriendo. Un crimen que nos llenó de espanto y dolor. De repente, los etiquetadores pierden de foco la esencia y se tiran para pontificar sobre aborto legal o imposición de plantillas ESI en la escuela con el falso título de “educación”. Vemos pero no creemos cómo nos tratan de estúpidos.

Podemos plaguearnos y llamarlos lobistas de ciertas agendas ideológicas, pero lo cierto es que sus catertelitos ya no nos dejan ver bien. ¿Qué creen que son nuestra mente y nuestro corazón? ¿Una cancha deportiva donde batirse con sus enemigos ideológicos usando cada caso, cada dolor, cada herida social que a nosotros nos interpelan? ¿Y la verdad? ¿Y los daños colaterales? ¿Lo único que les interesa es ganar en la venta de sus ideas?

¿Qué hacemos ante este atropello a nuestros derechos de ciudadanos de a pie? ¿Apagamos la tele y la radio? ¿Dejamos de leer noticias? No creo que sea la solución.

¿No ven que hay gente que ya quiere quemar a los victimarios? ¿Que toda esa energía que se transmite para en nuestras mentes y nos afecta?

El mal y el bien, sin embargo, si nos atrevemos a mirar más de cerca sin tantos cartelitos, salen de esta misma “alta suciedad” como dice Calamaro. No da gusto, pero tanto la prepotencia de unos como el amor a la vida de otros salen de entre nosotros. Acá hay un tema que es anterior y superior a la burocracia y al poder político.

Es evidente que tenemos desafíos, heridas existenciales en las personas y en la comunidad. Hay que ser valientes y sacarnos las caretas. Y, ojo, la moral no cambia por linchamiento, ni siquiera por ese moralismo sentimental y reduccionista con el que estas redes de remarcadores van etiquetando todo en la opinión pública.

Necesitamos que los datos lleguen sin tergiversación para discutir los temas de fondo, incluyendo todos los factores de la realidad: sociales, culturales, sicológicos, espirituales, biológicos, económicos, judiciales, etcétera. Así aprendemos algo y enfrentamos juntos este golpe.

Por favor, etiquetadores, hagan su trabajo que es valioso, pero déjennos tocar la realidad, seleccionar nosotros, pensar nosotros, vivir libres nosotros, y si quieren remarcar escriban sus opiniones firmadas, pero basta de tanta manipulación.

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