22 jul. 2025

Por qué no funciona la “empresa pública”

El estado de los servicios públicos en nuestro país es deplorable El ciudadano expresa su molestia justificadamente, pero no sabe ni puede determinar la causa del problema. Se cree que el Estado es responsable de proveernos todos los servicios que consideramos fundamentales –correo, calles, rutas, agua potable, electricidad, transporte, recolección de basura, salud, educación, etc. etc–. Esto es un error.

El concepto de “sector público” descansa en una confusión muy engranada en la mentalidad de la gente, y que consiste en creer que existen dos tipos de entidades estatales. Unas que deben operar financiadas con los impuestos, y otras que pueden funcionar en el mercado libre como lo hacen las empresas privadas, obteniendo sus ingresos con la contribución de los usuarios del servicio. No existe tal cosa. ¿Por qué?

El primer lugar, cualquier “inversión” que realiza el Estado se hace siempre con dinero de los impuestos, es decir, con recursos expoliados al individuo. Entendamos de una vez por todas, que el Estado vive de exacciones compulsivas. No produce nada. No contribuye al crecimiento de la masa de bienes en la sociedad. Solo puede, a través de la fuerza, transferir recursos de un sector a otro. Siempre veremos el político ufanarse de sus “obras sociales”, pero ya no podremos ver todo aquello que los productores pudieron haber hecho con el dinero confiscado. Esto de por sí, ya representa un “pecado original” que lo descalifica como empresario.

En segundo lugar, el Gobierno, no tiene las restricciones que en el mercado libre le impondría la rentabilidad. No responde por los costos. Puede “inyectar” todo el dinero que se le da la gana al emprendimiento. Cuanto más dinero “inyecte”, mayor servicio podrá brindar, pero ¿Cómo saber donde detenerse? Sin la posibilidad de realizar un adecuado cálculo económico de costos resultados de la implacable ley de la oferta y la demanda, no podrá saber si debe invertir más en salud o menos en educación, más en energía eléctrica o menos en agua potable. Deambulará siempre como un ciego.

En tercer lugar, al no responder por los costos, y no poder decidir cuánto dinero gastar en las diferentes líneas de producción, se produce un desajuste grave entre el servicio proveído y el pago del mismo. Por motivos políticos, el ente estatal querrá siempre subsidiar el servicio. Por lo tanto, el “ingreso” que reciba por el servicio que brinda será siempre inferior al precio real de mercado, creándole un permanente déficit.

Cuando las empresas del Estado no obtienen rentabilidad, sino déficits, mal servicio, escasez, corrupción y todas las demás lacras asociadas al ente público, es señal de que no se están utilizando en forma eficiente los factores productivos siempre escasos de la sociedad. No se está satisfaciendo al consumidor. Como el Estado nunca puede ir a la quiebra, sus exorbitantes costos y sus constantes pérdidas serán siempre cubiertas por el sufrido contribuyente a quien se despoja sin piedad.

Otra es la historia cuando los servicios son proveídos por la empresa privada. Los medios económicos en el régimen de oferta y demanda se procuran con inversión que siempre responde a la situación del capital existente en la sociedad. Cuando la empresa privada obtiene ganancias; es decir, su planilla de ingresos y egresos muestra rentabilidad, significa que ha sabido utilizar los siempre escasos factores de producción de manera eficiente. Es decir, ha sabido satisfacer al consumidor.

La doctrina libertaria promueve la idea de que todos los servicios deben ser suministrados por empresas privadas en el mercado libre. La esencia y la gloria del sistema de mercado libre es que el individuo compitiendo libremente en el marcado provee constantemente mejores bienes y servicios, avanzando nuevas tecnologías y ahorrando costos para satisfacer más eficientemente los deseos siempre cambiantes del consumidor. Este escenario no es posible en la empresa estatal.

El creciente aumento del sector público en nuestro país durante los últimos años debe ser motivo de preocupación. La deuda ya abarca más del 41% del PIB. No solo debemos enfrentarnos a una ineficiencia cada vez mayor, sino además a un creciente aumento de los presupuestos, la carga impositiva sobre el estoico contribuyente, y por supuesto los efectos inflacionarios provocados por la emisión monetaria necesaria para cubrir estos gastos cada vez más prohibitivos.

El Estado no está para proveer servicios. Su función – como mecanismo de compulsión y coerción– es simplemente asegurar la no agresión, el respeto a la propiedad privada y la administración de justicia, ninguno de los cuales realiza con eficiencia. Zapatero a tus zapatos.

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