07 ago. 2025

Utopía verde contra realidad colorada

En el mundo (principalmente en ámbitos de países desarrollados) se replican con cada vez más fuerza los estándares y modelos de las llamadas ciudades inteligentes, amigables con el ambiente, respetuosas del transeúnte, propulsoras de bicisendas y espacios verdes, con parámetros que les acercan a la naturaleza y a lo verde, amparadas en el uso adecuado de la tecnología.

Asunción transita a contracorriente de cualquiera de estos paradigmas (y de otros que pudieran agregarse), con una penosa lista de déficit; a la que se adhirieron últimamente el colapso financiero y la imperiosa necesidad de impregnar el fin de las desvergonzadas prebendas y privilegios para una nómina de funcionarios incapaces de desarrollar una correcta administración.

Producto de años de pésima gestión, amasando orondamente los tributos ingresados y direccionándolos a las arcas partidarias o de facciones, la capital del país quedó devastada en sus recursos económicos; similar panorama ostentado por los espacios públicos, que más parecen vestigios de zonas bombardeadas, donde impera el cóctel del mal tratamiento de los residuos, los baches, las veredas en mal estado, el abandono de edificios emblemáticos y un largo etcétera.

La actual intervención a la Comuna arroja más luces a lo que la percepción ciudadana ya tiene de conocimiento: Un ente anquilosado con puros planilleros y direcciones sin sentido, personal administrativo vanamente ampliado, pero obligatorio para perpetuar la escalada prebendaria; mientras se gestan pocas respuestas a las múltiples de tareas en la calle con el fin de paliar el deterioro de los espacios públicos, sin contar el reducido personal para la limpieza de plazas y parques o para recolectar la basura.

Se impone –nobleza obliga– un cúmulo de medidas impopulares, pero con el afán de limpieza estricta para acomodar al funcionariado a lo que la administración necesita, y reorientar las políticas comunales con el fin de recuperar la institucionalidad perdida. En esencia, transformar uno de los bastiones del cartismo –con ramificaciones y contactos en otros entes– en la entidad que merecen los asuncenos.

No es solo tarea –lo sabemos– de las autoridades municipales mientras los pobladores quedan con los brazos cruzados. Además de estar al día con los tributos, también se precisa una participación más activa, con críticas y también con propuestas desde las bases, desde las comisiones vecinales, para buscar la manera de mejorar no solo el aspecto físico de los espacios, sino incrementar la consciencia de pertenencia e involucramiento, en la retroalimentación natural necesaria para una sana convivencia.

Los juegos maquiavélicos de la política partidaria buscan encaminar, como casi todas las acciones públicas, este inmenso drama capitalino al pugilato desgastante de facciones en puja, y no faltan quienes se frotan las manos anhelando la caída del enemigo, para entrar a escena y replicar –con otros matices– lo que ya nos tienen acostumbrados los sectarismos que rechazan otro color que no sea el colorado.

La incertidumbre se centra en las estrategias que impregnará la siguiente administración, para “levantar al muerto” dejado por el controvertido Óscar Rodríguez, quien aún no justificó ni aclaró dónde fueron a parar los G. 500.000 millones recaudados en 2022 y 2023, mediante la emisión de bonos para construir ocho obras de infraestructura, que quedaron inconclusas o que ni siquiera fueron iniciadas.

Solo una depuración de metodologías, de modelos y paradigmas encaminará a las mejoras anheladas, ante el panorama desolador en que se encuentra Asunción, la otrora madre de ciudades, que ahora transita sobre un fango descomunal y no aporta casi nada a la utopía de convertirse alguna vez en ciudad inteligente, con más espacios verdes, menos estaciones de servicio, amigable con el ambiente y que beneficie al transeúnte.

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