28 jun. 2025

¿Paranoia o enroque político?

Nuestras dos principales ciudades tienen sus intendencias intervenidas. En Asunción, el interventor, enfrenta un organigrama esquizoide, decorado por más de sesenta directores, y un enigma acuciante: Cómo pagar los sueldos de junio. La plata de los bonos no está, los jubilados no cobran hace cuatro meses y se llegó al extremo que los descuentos que, por orden judicial, se realizan a funcionarios por prestación alimentaria no son depositados a los beneficiarios. La administración de Nenecho Rodríguez fue la más ruinosa de la historia capitalina.

En enero de 2020 escribí una columna en la que anunciaba que él era “un prodigio de la traición y el cinismo, capaz de dejar hablando pavadas a nada menos que a Añetete y Honor Colorado simultáneamente. (…) Espere y lo conocerá”. Mario Ferreiro había renunciado y Nenecho asfaltaba y pintaba calles con energía. Meses después, 122.000 asuncenos lo votaron. Cinco años más tarde, con la Municipalidad quebrada y 500.000 millones de guaraníes extraviados, supongo que ya lo conocen mejor.

En Ciudad del Este, el interventor tendrá que discernir cuáles de las cincuenta denuncias presentadas en contra de Miguel Prieto tienen consistencia. Pese a que la enorme mayoría de ellas provienen de una misma organización, la Contraloría Ciudadana, satélite del cartismo, es posible que se encuentren irregularidades. Las encuestas dicen que Prieto, si se lo propusiera, volvería a ganar holgadamente la Intendencia.

Ambos interventores, Carlos Pereira en Asunción y Ramón Ramírez, en Ciudad del Este, inician sus funciones en un clima de desconfianza. Su honestidad será puesta a prueba, porque juzgarán a uno de los políticos más desprestigiados del país –Nenecho– y al mejor posicionado –Prieto– para encabezar una alianza opositora en 2028.

Imposible eludir la suspicacia. Al cartismo le viene bien desprenderse de Nenecho, un lastre electoral en Asunción, y aprovechar ese “gesto democrático” para limpiar a Prieto, quien, por ahora, es el único al que le tienen algún tipo de miedo. Tal como Lugo en 2008, Prieto es un fenómeno indescifrable para los colorados. Se les parece, sin ser colorado.

Por eso ponen ese inmenso esfuerzo mediático en equiparar ambas gestiones, pese a que el calibre de las denuncias de irregularidades entre una y otra ciudad sean descomunalmente distintas. Dicen “les entregamos a Nenecho –no es poca cosa, el intendente electo de la capital– pero, a cambio, queremos a Prieto”. No me extrañaría que esta hipótesis sea cierta. Es el olfato del poder. Son los colorados siendo colorados.

Pero, si el costo político no es alto, irán por más. El otro intendente que molesta es el patriaqueridista Luis Yd, de Encarnación. Dos diputados cartistas de escasísima presencia pública, César Cerini y Sebastián Remesowsky exigieron que la Contraloría General de la República audite y luego intervenga la Municipalidad de Encarnación.

Los motivos son supuestas faltas administrativas poco relevantes que sirven de excusa para puentear la vía natural de la Junta Municipal. Como en Ciudad del Este, si no hay votos en la Junta, existe la Contraloría. Y, como en Asunción, habrá que ofrecer algo a cambio. Podría ser el intendente de Ñemby, Tomás Olmedo, o el de Puerto Casado, Hilario Adorno, ambos indefendibles.

Aunque quizá el que mejor encaje en esta trama sea Hernán Ysidro Rivas, padre del senador cartista Hernán Rivas e intendente de Tomás Romero Pereira. Su caso está cajoneado hace más de un año en el Ministerio del Interior, pero las denuncias de corrupción son demasiado elocuentes.

El contralor Camilo Benítez ya fue acusado de brindar “herramientas con apariencia legal” para eliminar a Mario Ferreiro y Kattya González. La actuación de los interventores nos mostrará si esto se trata de mera paranoia o de un ajedrecístico enroque político.

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