Luego, un integrante de la Cámara de Senadores llama al alto funcionario del Gobierno para reclamarle por lo que hizo. El jefe de las recaudaciones cuenta que hubo un altercado y que el legislador lo presionó. Es más, el mismo parlamentario intentó hacer algo idéntico con otros funcionarios de la entidad tributaria, de acuerdo con el responsable de esta institución.
La situación es la clara muestra de cómo unos pretenden estar por encima de la ley. Claro, no va a pasar nada porque el político es oficialista. Pero si era opositor, chau. De hecho, a una senadora la rajaron del Congreso porque cuestionaba al poder, porque metía el dedo en la llaga del partido que administra los destinos del Estado hace más de medio siglo, pero que nos mantiene entre los peores de la región y del mundo. Sí, a ella sí había que expulsarla, inventar una causa, porque los más de cien mil votos que la llevaron a esa representación eran una porquería (aclaro que hay ironía de por medio, por si acaso).
Mientras tanto, el guiño de la Justicia para la injusticia. Con la denuncia del atropello legislativo esperando hace más de año y medio. Cansa. El hartazgo crece. Le echaron leña al fuego sosteniendo hasta donde pudieron al ahora –afortunadamente– ex intendente de la capital, pero cuando es un enemigo político rápido despachan el asunto. Si no miren un poco al Este.
Ahora, la evidencia es contundente, pero, reitero, no va a pasar nada. La protección está para los que hacen mal las cosas, ese es el ejemplo que están dando los congresistas paraguayos, el desgobierno que impera, el que se jacta de los números macroeconómicos, en un país donde la gente se está endeudando para comer. Esta es una de las tierras donde el producto interno bruto (PIB) es el número sacrosanto como medidor de la economía, y gua’u que crecemos. Sin embargo, la informalidad sigue campante y aumentando, con una economía subterránea de USD 15.777 millones, el 35% de ese indicador de la riqueza nacional.
El caso de la alevosa presión va al oparei, como tantos otros, y para muestra basta el botón de los neposobrinos. No importa que el artículo 201 de la Constitución Nacional, “De la pérdida de la investidura”, sea más que claro, y que acá tengamos un caso de “uso indebido de influencias, fehacientemente comprobado”. No, para ellos no pasó nada y siga el baile. De terror es la impunidad que nos rodea. Sí, el recaudador pues no cedió, entonces repito, mba’eve ndoikói.
Eso de que somos iguales ante la ley parece, una vez más, una mentira alevosa, como lo es en cuanto a la seguridad, la salud y la educación. Verso memete. Acá los que más tienen se salvan de la Justicia. Sigue vigente –lamentablemente– la frase de la dictadura: “A los amigos todo; a los enemigos, palo, y a los indiferentes, la ley”. El presidente niko hace decenas de viajes, pero nadie viene a invertir, por aquello de la mentada inseguridad jurídica, porque la corrupción no es delito (esta afirmación la hizo una excelsa precandidata a senadora, e imaginen si hubiera llegado al Parlamento). En desvaríos andamos, en el vyrorei, buscando feriados cuando la selección clasifique al Mundial, locos por vehículos de carrera conducidos por extraños, aplaudiendo unos juegos porque los organizamos nosotros. Es algo, pero no es suficiente. Así no vamos a llegar lejos, hay demasiados temas importantes que estamos dejando de lado, y eso carcome una nación. Den nomás un paseo por las calles para comprobarlo.