Entre las principales causas: Pedro Alliana. El vicepresidente es un pilar político del gobierno. No solo es quien controla el Congreso y hace de nexo con el Ejecutivo, también mantiene el equilibrio en las bases partidarias. Su rol es fundamental debido a su liderazgo construido con muchos años de trayectoria tanto en su carrera partidaria como en la función pública.
Pero la extrema exposición del caso de su hija, Monserrat Alliana, contratada con un millonario salario en la Cámara de Diputados, le obligó a mantener un perfil más bajo, evitar a la prensa y buscar una salida para la crisis.
El caso está debilitando su imagen y no se trata solo de la indignación ciudadana, sino del malestar entre las bases coloradas que reaccionan a una total falta de estrategia. Alliana controla a la dirigencia partidaria y es quien respondía a los numerosos pedidos de cargos que se dieron al inicio de este gobierno, como sucede en cada periodo. El mismo Santiago Peña reconoció en un discurso en Guairá que junto con el vicepresidente estaban buscando espacios para ubicar a las bases en cargos públicos.
No todo era posible, había mucha presión y pocos puestos, pero Alliana lograba calmar los ánimos. Luego de conocerse el caso de su hija, las molestias crecieron. Aparece una gran contradicción de un líder que mientras pedía paciencia y tiempo ante los reclamos por cargos, estaba ubicando a su familia con privilegiadas condiciones.
Otro elemento que vulnera al movimiento es la clara división, que se volvió notoria en las últimas semanas, pese al intento de algunos referentes de minimizar los roces.
La confrontación más visible es la que involucra a Beto Ovelar, un recién llegado del movimiento antagónico, Fuerza Republicana, quien logró quedarse con la presidencia del Senado por encima de la intención de otros líderes, como Bachi Núñez. Beto mantiene una buena relación con Peña y esto le da algunas ventajas, pero también le genera dificultades con los cartistas más duros, como Yamil Esgaib, quien le declara públicamente sus diferencias.
El mismo Ovelar reconoció recientemente que en Honor Colorado nadie le apoyó cuando estuvo apretado por el escándalo del contrato de su hijo en Diputados y que incluso fue criticado por gente de su equipo.
La ventaja de los ex abdistas no cae nada bien entre cartistas. Bachi criticó que Carlos Arrechea se haya beneficiado con licitaciones del Estado justo tras su pase a Honor Colorado. Un tirón para el diputado, pero también para el presidente.
El otro malestar en el oficialismo se da por parte de intendentes y gobernadores por el proyecto de Peña de centralizar el dinero de Fonacide para el almuerzo escolar. Los recursos son parte importante para el capital político de los líderes regionales. El presidente deberá tomar una decisión.
Finalmente, los casos de nepotismo, que están acentuando la indignación, debe ser una señal de alerta para el gobierno. Todo pueblo que duerme puede despertar, sobre todo en un país que atesora sus marzos.