Lejos anda el deporte de sus mejores rumbos. Si partimos diciendo que es escuela de hidalguía y respeto a los ocasionales rivales.
En el caso del fútbol, los dirigentes dieron una autocorrección años atrás a partir de la corruptela que infestó ese hermoso juego.
En pureza idílica, la FIFA debió saber que el mundo de las apuestas riñe de frente con los ideales del fútbol. Era tan claro que las cifras enormes que se mueven en las apuestas llegarían con efectos nefastos hasta los actores principales; los jugadores.
Ellos son el punto débil y, tan solo un grupo reducido de ellos ganan cifras siderales con sus contratos. El resto tiene ingresos normales y son presas fáciles de los apostadores corruptos.
¿Es que no habría otros patrocinadores para un deporte que convoca a millones de espectadores?
Dejaron la puerta abierta a los ya muchos casos de jugadores que favorecen con sus actuaciones resultados viciados.
La FIFA nuclea dirigentes a quienes se les paga para imaginar el mejor porvenir del fútbol. Hicieron muy bien en transparentar las acciones de los arbitrajes con el VAR. Pero colmaron de sospechas dentro de las canchas a situaciones difíciles de discernir. Como pensar que las casas de apuestas no enturbiarían la ética que exige el deporte. Es tienen los dirigentes poca imaginación o poco pienso. ¿Hay espacio para volver atrás?