Veamos algunos ejemplos. La parálisis de la sociedad y la del Ministerio Público ante el chat de Lalo, el asesinato de Pecci, la muerte de Quintana, la ley Magnitsky, y ahora, ante el informe Pereira, seguido de amenazas gansteriles, incluyendo las recibidas por el interventor como por un diputado opositor a quien se le invita a que denuncie si se anima, etcétera, delante del silencio absoluto de las fuerzas vivas, como se decía antes, de la sociedad civil, en especial de las organizaciones empresariales, nos demuestra que ya no existe diferencia alguna entre el empobrecido que ya no tiene autoestima, como para vender su voto en las elecciones, y las élites económicas del Paraguay.
El vaka’i, la compra del voto, el soborno, el clientelismo, los nepobabies, el uso de recursos de deuda en gastos corrientes, o en subsidios para el transporte público (que en el PGN 2026 se disponen, por fin, a corregir), etcétera, ya se equiparan a los contratos sobrefacturados con el Estado, los fondos previsionales a bancos escogidos, las puertas giratorias, la afinidad de élites para las compras públicas direccionadas, etc. En fin, la consolidación del crony capitalism, o capitalismo de secuaces, es una realidad con la participación de élites empresariales que también viven mendicantes y leprosas.
Estas han permanecido calladas delante de la corrupción estatal, aceptando los abusos, pagando los impuestos, financiando las campañas de sus verdugos, sin sentir dolor alguno, ya acostumbradas a que el grupo económico, que maneja un partido político para cooptar el poder y administrar el Estado, haga lo que quiera con la gente de a pie y con los que deberían tener algún resquicio de dignidad humana y de sensibilidad social superior, por ser emprendedores, por estar acostumbrados a asumir riesgos, competir en los mercados formales y a buscar la rentabilidad para sus inversiones.
En primer lugar, le pregunté a la inteligencia artificial “qué es ser mendicante”. Y la respuesta me dice que ser mendigo no se refiere precisamente a quien pide limosna en la calle sin tener ya algún grado de autoestima, cuidado reputacional o dignidad humana. Es una persona que ya pagó sin problemas el costo de ser mendigo, llegó al subsuelo de la dignidad, renunciando totalmente a ciertos mecanismos sociales que sostienen la condición humana, evitando la degradación de las bestias, para relacionarse con sus congéneres. La condición mendicante implica no tener la capacidad de proveerse de lo necesario para satisfacer las propias necesidades. Depende de otros y está dispuesto incluso al desprecio social de los otros que se pueden aprovechar de su condición de superioridad para que, como dijo alguien, les esté permitido el “usen y abusen” de la mendicidad espiritual y física; en este caso, de los paraguayos.
La lepra, en segundo lugar, también preguntada a la inteligencia artificial, dice que no es que la persona no haya estado capacitada para sentir dolor, sino que la enfermedad causada por la bacteria Mycobacterium leprae que daña los nervios, provoca una pérdida de la sensibilidad al dolor, al tacto y a la temperatura en la piel y en las extremidades como manos y pies. Esto es peligroso porque impide que la persona perciba cuando algo le está causando daño, le está hiriendo, y puede tener lesiones que van creciendo hasta que puede costarle amputaciones o la propia vida. Es claro que nos estamos refiriendo metafóricamente a la lepra física para ir hacia lo que podría ser una analogía, la lepra espiritual, política y social; que también, como en el caso de Pecci, Lalo, Argaña, Quintana y otros, les costó la vida. Las peleas dentro del partido que gobierna el país desde hace décadas no es un juego de niños, se resuelven a balazos, muy diferente a los cintos de Payo y las sillas plásticas de los liberales. Son casi diez mil millones de dólares en cuestión, como mínimo, de botín, tal cual es el monto de robos y malgastos por periodo de gobierno en el Paraguay, según el BID, equivalente al 3,9% del PIB. Es por eso por lo que no se debe subvalorar cualquier amenaza, provenga de donde provenga, en especial en casos donde haya sospechas de corrupción con millones en juego.
Hay indicios de que todo lo anterior es un estado mental en modo disonancia cognitiva con sesgos en la dignidad humana, generalizados en el Paraguay, que se manifiesta en la búsqueda y recepción de donaciones de aviones y helicópteros, siempre de segunda mano, de países vecinos.
También se manifiesta en la mendicante relación con Taiwán, que nos acostumbró a la política de la chequera pública y otras sospechosas de regalos privados, a los viajes de entretenimiento a la isla por cualquier razón inventada, para policías, militares, parlamentarios y empleados del Estado, dignatarios del Gobierno, en forma permanente.
Y, ni hablar ahora, con la desequilibrada política de vivir a crédito, lo que elevó la deuda pública, considerando el gobierno de Lugo desde alrededor de 3,5 mil millones de dólares, a los 19.000 millones de dólares actuales con Peña en el palacio. Poco más del cuarenta por ciento del PIB, sin resultados contundentes en la inversión endógena para mejorar sustancialmente la productividad del país. Nada. Ya se vislumbra un apagón eléctrico desde el 2030 y la gente sobrevive sin agua y saneamiento, sin escuelas, sin hospitales, sin transporte público, sin viviendas, etc.
Revisando el PGN 2026, pude ver que el Estado se propone alcanzar 392.375.000.000.000 de guaraníes de PIB, con ingresos tributarios de apenas G. 45.320.457.012.080, es decir, 11,6% de presión tributaria. Una miseria, mendicante, para justificar a la DNIT, de la cual tanto nos hemos enorgullecido. La mejor manera de medir la eficiencia en la recaudación de una nación no es solo el crecimiento de esta –de la cual como falacia narrativa se vanagloriaron con el 20% en el 2024, ahora desinflado al 9,6% de incremento al primer semestre del 2025, como expondré más abajo–, sino que es la presión tributaria, o sea, cuánto de lo que se produce en riqueza por y para la sociedad, el Estado es capaz de obtener como contrato social, conforme a las normas, al consenso ciudadano dispuesto a ceder parte de su esfuerzo anual y de la eficiencia y honestidad de la maquinaria que fiscaliza y recauda.
Sobre este punto, como adelanto más arriba, a julio del 2025, las recaudaciones subieron apenas 9,6% en términos nominales. Sin embargo, el producto creció 5,2% y la inflación interanual a julio se ubica en 4,3%. Ergo, 9,6 – 5,2 - 4,3 = 0,1 de punto porcentual, lo que sería el crecimiento real de las recaudaciones en el 2025 primer semestre, casi nada.
El dinamismo incremental se ha frenado, con regresión a la media, en primer lugar, en parte debido a que la suba del 20% del 2024 era algo excepcional como efecto tardío de la reforma del 2019 que no entró en plena vigencia, sino que hasta el 2022.
En segundo lugar, mayormente, al efecto Milei que mitigó la brecha del dólar blue con lo cual se frena el contrabando desde la Argentina, mejorando las importaciones y las ventas formales en el comercio nacional. Esto se observa muy bien en el combustible, cuyas ventas saltaron exageradamente en el 2024 versus el 2023, donde el ISC es importante.
En tercer lugar, porque hasta aquí nomás ya la DNIT puede rascar el fondo de la olla de los que producen y de los que consumen en el Paraguay. Esta economía no da para más. Aunque algunos nos esmeremos a veces en decir que la economía informal todavía va a rendir muchos impuestos al formalizarse. Lo que se puede ver es que el lavado, con la compra de inmuebles, de autos de lujo y de bienes de consumo por parte de los actores del mundo subterráneo, permite que una buena porción de la economía mau tenga vasos comunicantes con la formal y sea transparente cada vez más. Como me dice un colega, cuando un narco o un político corrupto se compra una camioneta de alta gama con plata sucia, al instante sale una factura de la concesionaria que paga IVA y probablemente IRE, por lo que ese dinero malhabido se traslada al marco formal de la economía. Hasta aquí nos da el cuero en cuanto al cobro de impuestos.
Es por eso por lo que, sospecho, en secreto, la meta del oficialismo es llegar al 2030 apenas con el 12% del PIB de presión tributaria, un valor mendicante y leproso, que no va a servir para mitigar el hambre y las carencias infraestructurales de los paraguayos, que suman más de 30.000 millones de dólares, con una inversión de apenas mil millones de dólares año. Una eternidad para cerrar la brecha, 30 años como mínimo. La pésima calidad de vida puede seguir invariable. El estómago y las enfermedades del paraguayo ya no nos causan dolor.
Es decir, el mendicante Paraguay que no recauda mucho, en cuyo gobierno nadie confía y por eso nadie quiere pagar impuestos, es un país low cost que solo les sirve a los ricos, ese 20% más pudiente que no paga mucho en impuestos como porcentaje de lo que gana, que se queda con el 51% de los ingresos anuales, que puede pagar al sector privado la salud, la educación, la seguridad física, todo, que el Estado no le provee ni le va a proveer. El sector menos favorecido, ese 20% de la población más pobre que se apropia apenas del 4,9% de los ingresos anuales, se queda sin nada, y debido a la baja presión tributaria no puede pagar y no tiene salud, educación, etcétera.
Hay algo peor. Los pagos de la deuda pública, cuyo volumen ya supera el 40% el PIB, tiene intereses que están llevando gran parte de los ingresos tributarios del país, generando una baja inversión social en un círculo vicioso, según Verónica Serafini, quien conjuga altos niveles de servicios de deuda con baja presión tributaria, lo que hace que se pague la deuda a costa de la salud y la educación, sin que nadie se inmute, en modo miserable.
Finalmente, como dije al inicio. El Paraguay se ha convertido en una nación mendicante y leprosa. Pero, con “investment grade”, para no perder el entusiasmo.
¡Deporte, papá! ¡Arriba, Paraguay! Que en esta semana nos clasificamos para el Mundial. Ojalá. Dependemos de Alfaro y de la Selección Nacional. Del gerente Peña y su equipo ministerial no se puede esperar mucho.
Falta algo que nos levante la moral en este escenario de heladera vacía y de olla a presión.
El fútbol tiene la palabra. Gritemos el gol.
Saludos cordiales.