27 may. 2025

León XIV: Cultura, misión y fe

En 1899, el papa León XIII, lúcido intérprete del espíritu de época del siglo diecinueve, escribía al cardenal James Gibbons, de Baltimore, la carta apostólica Testem benevolentiae nostrae, en la que advertía contra el llamado “americanismo”: Una forma de fe amenazada por el individualismo liberal, la autosuficiencia moral y la adaptación acrítica al espíritu del siglo.
Aquella Carta Apostólica no era una condena de los Estados Unidos en sí mismo, sino de una tentación constante del alma liberal; confiar más en las fuerzas del hombre que en la gracia de Cristo.

En este año 2025, parece que el Espíritu de Dios vuelve a hacerse oír por otro Papa, esta vez oriundo del continente americano. Por primera vez, un Pontífice nacido en los Estados Unidos –y nacionalizado peruano– el cardenal Robert Prevost ha sido elevado a la sede de Pedro, tomando el nombre de León XIV.

Desde su primera homilía, ha denunciado con firmeza una forma de vida que considera la fe, como incompatible con la presunta “madurez” del hombre moderno.

Frente a la idolatría del poder técnico, León XIV advierte –como su ilustre predecesor– que una sociedad sin Dios es como una casa sin cimiento y que la verdadera inteligencia se revela sólo en Cristo, principio de toda libertad auténtica.

Así, providencialmente, dos Leones –distantes en el tiempo, pero unidos en la misma misión– proclaman que el drama del mundo moderno, y más aún del posmoderno, no se resuelve con la técnica o en la huida de Dios, sino en el redescubrimiento de Dios.

Y si es cierto, como enseñaba Aristóteles, que la retórica revela el alma –pues las palabras expresan la razón y los gestos encarnan el carácter–, detengámonos en tres rasgos de su palabra que, me atrevería a decir, esbozan la fisonomía espiritual del nuevo pontífice.

1. La deshumanización

El nombre elegido de León XIV no es fortuito. Remite deliberadamente a la figura de León XIII, el cardenal Vincenzo G. Pecci, elegido en 1878 a los 69 años –como ahora el cardenal Prevost– y recordado como el gran impulsor de la doctrina social de la Iglesia en un momento de crisis cultural profunda.

En su encíclica Rerum novarum (1891), León XIII denunció las visiones ideológicas del liberalismo individualista y del socialismo colectivista, y propuso, en su lugar, una concepción cristiana del trabajo, la propiedad y la justicia social.

Con otra encíclica esencial, la Aeterni Patris (1879), rescató el pensamiento de Santo Tomás de Aquino como antídoto frente a la razón instrumental, extraviada por haber perdido el horizonte de la verdad.

Así, reconcilió fe y razón, teología y vida social, en una firme refutación de la cultura deshumanizada moderna.

León XIV, siguiendo esa huella, ha comenzado ya a identificar algunos de los rasgos más inquietantes del tiempo presente: La hegemonía tecnocrática, el vaciamiento espiritual y el deterioro creciente del medio ambiente.

2.La misión

Los desafíos que enfrenta hoy la fe cristiana no son pocos. Pero no se trata, exclusivamente, de un conflicto de ideas, sino de una propuesta de vida.

León XIV lo recuerda en su homilía inaugural, al llevarnos de regreso al lago de Tiberíades, donde Jesús inició la misión encomendada por el Padre: “Pescar a la humanidad para salvarla de las aguas del mal y de la muerte.” Es el llamado a la conversión –metanoia, cambio radical de vida– y su misión; “sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo; navegar en el mar de la vida para que todos puedan reunirse en el abrazo de Dios”.

Esta tarea no es fácil ni inmediata, sobre todo en un mundo que ridiculiza al creyente, lo obstaculiza, desprecia o, en el mejor de los casos, lo tolera con condescendencia. ¿Cuál es entonces el método? No serían los planes ni las estrategias humanas sino la experiencia personal, dice León XIV. Como Pedro que ha sido alcanzado por el amor incondicional de Dios.

Aquí emerge, creo yo, la vena agustiniana del Pontífice: nadie enseña sin más, solo quien provoca en el otro el deseo de conocer. Y de ese deseo nace el amor al otro, la solidaridad.

3. La fe

Santo Tomás enseñaba que la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos, pues en ella Cristo no solo comunica su gracia, sino que se hace presente personalmente.

Es la forma más radical del acontecimiento cristiano.

Por eso, transforma a quienes la reciben con fe: Es metanoia, conversión profunda de la existencia. Y si esto es así, no solo renueva la vida personal, sino también la estructura misma de la sociedad. En esta línea se inscribe el nuevo pontífice, fiel a la tradición social de León XIII, cuando afirma: “No se trata nunca de atrapar a los demás con el sometimiento, con la propaganda religiosa o con los medios del poder, sino que se trata siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús.”

En América Latina –región bien conocida por el nuevo Papa–, el itinerario de la Iglesia, desde Puebla hasta Aparecida, ha sido guiado por esa lectura de Cristo en la historia como escenario de una cultura renovada.

Y es precisamente en esa unidad y amor –como recuerda León XIV– donde el acontecimiento cristiano alcanza su mayor densidad.

Y me atrevería, a concluir: por eso, la dimensión social sin ideologismos es la más decisiva, pues desde ella brota una visión integral de las personas, la comunidad y la justicia.

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