Hace unas cuantas semanas, la implacable simplicidad de lo que se dice sin decir directamente llamó la atención de este cronista como un fogonazo enfático y real frente a los ojos, como el disparo de un arma a bocajarro: En el lapso de unas cuantas horas, en un escenario político paraguayo hegemonizado por el ala cartista del Partido Colorado, tres de sus personajes principales emitieron sendas opiniones sobre asuntos específicos, de las que se pueden desprender ciertas concepciones ideológicas que definen a dicho sector dominante del partido de gobierno.
Lo que sigue fue anotado a mediados de julio pasado, pero recién ahora es compartido en estas filias y fobias de cada quince días.
Las opiniones en cuestión resumen las ideas morales y éticas que tiene el cartismo en temas muy sensibles como son la guerra, el asesinato, la violación y el aborto; ideas expresadas por algunos de sus referentes principales tanto en el Ejecutivo como el Legislativo, a saber: el presidente de la República, el presidente del Congreso Nacional y una senadora.
En gramática, las oraciones adversativas son aquellas que tienen dos partes que afirman ideas diferentes o contrarias, oponiéndose mediante un nexo adversativo: los “peros” del cartismo que amonestan subrepticiamente lo que afirman.
Santiago Peña dijo: “Lamentamos [el bombardeo de una iglesia con civiles adentro en Gaza], pero apoyamos el derecho de Israel a defenderse”.
Basilio Núñez dijo: “No coincido [con la afirmación de Claudia Aguilera, esposa del fiscal Marcelo Pecci, de que al cartismo molesta la memoria del asesinado en Colombia], pero comparto el dolor que tiene la viuda”.
Lizarella Valiente dijo: “Nadie quiere en su sano juicio que una niña sea violada, abusada, preñada, embarazada en esas condiciones (...), pero producto de esa tragedia, hoy vive una niña”.
Interesantemente, Peña y Núñez son los más sintéticos, directos y eficaces. Muestran una falsa conexión solidaria (“lamentan” y “comparten”), para decir lo que realmente quieren decir: la matanza en Gaza es justa, por un lado, y enarbolamos la memoria de Pecci, por el otro.
Ambos, sin embargo, eluden mencionar expresamente el hecho específico y real que origina su disensión (bombardeo y asesinato), cuidadosos de no salpicarse de la sangre de los asesinados.
El presidente de la República es más explícito en su posición: El cartismo (que ellos llaman Paraguay) “defiende” a Israel, es decir, convierte al país en su aliado político en nombre de un facción partidaria.
Núñez, finalmente, es el más sutil entre los dos: Menciona la palabra viuda casi como un recordatorio “doloroso” de lo que es Aguilera, de su identidad hoy tras el asesinato de su marido. De hecho, se sobreentiende que, para Núñez y el cartismo, solamente un dolor tan cegador como la muerte de un esposo puede explicar lo que dijo Aguilera, fuera de sus cabales a causa del sufrimiento.
El caso de Valiente es más rico. Primeramente, por esa profusión de adjetivos que ella, con claridad, considera producto de la sinonimia. “Violación” y “abuso” son para ella lo mismo que “preñez” y “embarazo”. Hay una expresión final que, no obstante, parece tener la intención de relativizar los dos últimos adjetivos: Nadie que no esté loco, dice Valiente, quiere que una niña sea embarazada “en esas condiciones”, es decir, en actos de abuso, de violación. Sin embargo, esta es, en realidad, una estrategia más profusa en palabras que la de Peña y Núñez, pero es finalmente la misma que busca solidarizarse falsamente con las víctimas. Pues a continuación dice Valiente lo que en verdad quiere decir: No importa la violación ni que haya muerto una niña violada, si el resultado es un bebé.
Esta fraseología política colorada viene en un contexto en que los tres poderes del Estado en sus manos mueven sus fichas para desplazar o anular directamente a los opositores.