27 abr. 2024

La primera responsabilidad social empresarial

En nuestro país, la gran mayoría de las empresas son negocios enmarcados en entornos familiares. Algunos son muy pequeños, giran alrededor de su originador (hombre o mujer), otros ya requieren la incorporación de más personas para su desarrollo, convirtiéndose usualmente en un negocio familiar, cuando está bien administrado tiende a crecer, generando oportunidades de trabajo, pudiendo incluso prosperar hasta transformarse en importantes empresas.

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Gloria Ayala Person, presidente de la ADEC.

El impacto inicial de un negocio radica en su ola expansiva de creación de valor, necesita comprar insumos, mercaderías, equipos, contratar personas, ofrece productos y servicios a los clientes, agrega dinamismo a la comunidad en la cual se instala, contribuye con el pago de impuestos y cargas sociales, pudiendo además aportar al cuidado medioambiental.

Cuando un emprendimiento ocasiona pérdidas, no logra estabilidad financiera, no le genera ingresos a su dueño, se cierra, ocasionando un daño a toda su cadena de valor: Dueño, colaboradores, proveedores, clientes, comunidad, estado y medioambiente. Es decir, un negocio, en primer lugar, debe existir y para que ello sea posible, debe ser rentable para sus propietarios.

Desde un micronegocio hasta una gran empresa, necesitan de tres áreas de gestión claves para funcionar: operaciones, comercial y administración. Esto sucede si se trata de vender lomitos hasta empresas con más de mil colaboradores. En Operaciones está el corazón, es decir, a lo que se dedica el negocio, servicio, comercio, industria, ganadería, agricultura, etc.; en Comercial están los brazos y piernas, lo que nos permite alcanzar el mercado que queremos conquistar, con el marketing y las ventas, y en Administración están todos los órganos vitales. Todas estas áreas son dirigidas por un cerebro, que sería el Gobierno empresarial, dependiendo de la estructura sería el dueño, o podrían ser el directorio y gerente general, por ejemplo.

Entonces, no es suficiente con tener un buen producto o servicio, tampoco la mejor campaña de marketing, ni el mejor control administrativo y financiero, se precisa de que todo el cuerpo actúe de manera coordinada, íntegra y eficiente. Para ello, la visión de quien lidera el negocio, su estrategia, sus valores, sus principios, su ética, su capacidad de gestionar equipos interdisciplinarios, serán esenciales.

El empresario por eso tiene una noble vocación, un llamado irrenunciable de colaborar en la construcción de una sociedad más justa, próspera y humana, cuidando con amor, dedicación y responsabilidad su emprendimiento, pues él como propietario es un mayordomo de la riqueza que el Señor ha puesto a su cargo con un talento que lo debe multiplicar para colaborar activamente con la comunidad a la que impacta y contribuyendo a dejar un legado hacia las siguientes generaciones.

El Señor nos advierte con amor que debemos tener encendidas nuestras lámparas, renovando el aceite para que nuestra luz sea capaz de iluminar el camino, muchos son los llamados y pocos los elegidos, nuestra primera responsabilidad empresarial es que nuestra empresa exista, subsista y progrese para beneficio nuestro, de nuestras familias, de la comunidad.

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