29 mar. 2024

La mano visible de la avenida España

Desde hace siglo y medio un síntoma superficial de que las crisis sociales y económicas se han vuelto profundas es que los periodistas (en tanto intermediarios comunicacionales de la realidad) comiencen a citar el nombre de Karl Marx en sus aseveraciones cotidianas. Aparece así, para valorarlo o denostarlo, el nombre del filósofo y activista alemán casi siempre devenido sustantivo común o adjetivo que, inopinadamente, se escapa de la academia o de la militancia política para entrar en los medios masivos: marxismo o marxista, donde antes había tabú o autocensura.

Sicariato en Arroyito.jpg

Un nuevo caso de sicariato en Concepción. Foto referencial.

Foto referencial: vistazo.com.

Baste pasear la mirada por columnas de opinión, reportajes y ensayos del periodismo norteamericano de élite o de menor calado para comprobarlo; sobre todo, después de que Donald Trump y los suyos hayan revivido mundialmente la áspera jerga de la Guerra Fría, en su cruzada contra lo que llaman marxismo cultural.

Resulta que Marx, para reavivarlo o para asesinar a su espectro, nunca pasa de moda. En esta columna, por ejemplo, revive cuando se afirma que fue él quien descubrió (¿o fue Maquiavelo?) que tras la imagen de fachada de la autoridad en las sociedades capitalistas está lo que más tarde se llamó poderes fácticos: las autoridades invisibles que Marx relacionó con las fuerzas de la burguesía (banca, Iglesia, etc.), que no necesariamente responden como detentadoras del poder público y real, cuando en verdad lo son. Para Marx no había mano invisible del mercado, de la política o cualquier otro ente en todo comercio humano, como creían Adam Smith o la escolástica medieval; sino, más bien, una mano que arroja la piedra, luego se esconde, pero sabemos bien de cuál mano se trata; como la que, desde la avenida España, maneja los entresijos de este país en provecho de sí misma y de otras pocas: la mano de la mafia.

Se sabe que Marx escribió poco sobre los grupos criminales en tanto tales... solo si consideramos a estos algo diferente de los capitalistas en general. Sin embargo, el lúcido de Tréveris habló en El capital de un “sistema de pandillas” que coadyuvaba en el proceso de acumulación originaria del capitalismo en Gran Bretaña. Con violencia, por supuesto, como todo proceso originario de acumulación.

De hecho, es la acumulación la que empuja a los empresarios y a las mafias a violentar de manera legal o ilegal a las inmensas masas de personas que no poseen otra fuerza que la de su trabajo. Más interesantemente, enseña Marx que no es raro que durante el proceso de acumulación lo legal se convierta en ilegal (y viceversa). El ejemplo del robo que Marx registra en 1842 es paradigmático: el derecho secular de colectar madera caída en cualquier tierra renana pasó a ser delito, de un día para otro, por esta lógica de la acumulación. Por la misma, en Paraguay pasó a ser un crimen (superior al atentado contra la vida) la ocupación de la propiedad privada... de orígenes malhabidos.

Hablando de atentados contra la vida: Marx tampoco escribió mucho sobre sicarios. Pero él sabía que el sistema de pandillas del capital, con violencia legal e ilegal a su disposición, incluye el asesinato entre sus prácticas.

El sicariato que vemos diariamente se desarrolla en lugares donde la figura del sicario sirve para mantener un orden social esencialmente autoritario: Paraguay. Esto lo saben aquellos tristes y olvidados familiares de ciudadanos paraguayos campesinos que, antes de esta ola de asesinatos selectivos, fueron eliminados por capangas de la república de la soja, a menudo al servicio también de la república del narcotráfico, de la república del contrabando. La mano visible de la avenida España en el juicio a Arnaldo Giuzzio es otro episodio de la acumulación por la violencia, legal e ilegal (otra vez). Otro tipo de sicariato, pero cercano al de Pedro Juan o San Bernardino.

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