Me llené de conmoción hoy cuando estaba frente a él. Sus grandes ojos negros no me dejaban tranquilo. Me habían avisado de un paciente nuevo que necesitaba la Unción de los Enfermos, pero no me habían dicho que era un niño. Pregunté enseguida si estaba bautizado… evidentemente esa información no la teníamos y, debido a su abandono, tampoco podíamos preguntar a algún familiar o amigo.
Inmediatamente pedí un poquitito de agua y lo bauticé. En estos casos no me interesa mucho los liturgismos ni las normas. Sus ojos me gritaban: “Dime tú, ¿qué tienes que darme? Tú, pobre cura, que eres un desastre, ¿qué puedes darme?”.
Percibí más que nunca la respuesta cierta: Te tengo una noticia, ya no estás solo. Ya nunca más estarás solo, desde ahora, en este mundo –porque también lo eras aún desde antes de que nacieras–, pero desde hoy, que has llegado a nuestra vida, que tu Cruz te ha traído a este lugar, desde hoy perteneces a Dios, eres de Su propiedad. Solo Él da razones a tu cruz, porque eres hijo, eres Su hijo.
Es esta la gran noticia del profeta: “Nunca nadie te dirá abandonado, ni a tu familia, devastada. A ti te dirán mi preferido” (Cf. Is 62, 4). Cuánto consuelo, para Nolberto, para mí, para las enfermeras conmovidas, para todos los que han sido preferidos en la Cruz.
Me recordaba cuando el padre Aldo, en una homilía decía: “Padre significa que tengo una raíz y la raíz es el sentido de la vida, porque de la raíz brota la vida. Padre, San Francisco delante de esta palabra se quedó en éxtasis toda la noche. Padre, cuando estás solo, cuando estás en crisis, cuando estás deprimido, cuando estás cansado, decís en voz alta, ¡Padre! Sin este grito todo queda incomprensible” (Padre Aldo, Homilía del 23-07-2016).
Nolberto tiene un Padre, vecino, cercano. Es mi hermano, porque también a mí me abrazaron así.