Fue la victoria más grande de la Guerra de la Triple Alianza, donde Paraguay luchó entre 1864 y 1870 contra Argentina, Brasil y Uruguay, y de la historia militar. Representó más que un símbolo de valor, heroísmo y coraje para las tropas paraguayas en el marco de una guerra contra tres países, específicamente, en un ataque por tierra y agua que podría haber representado perder gran parte de la campaña bélica, el 22 de setiembre de 1866, un sábado de hace 159 años.
La victoria de 5.000 soldados paraguayos contra 20.000 contrincantes se debió a la estrategia utilizada para esperar a los enemigos, según el profesor e investigador Herib Caballero Campos, doctor en Historia por la Universidad Nacional de Asunción y magíster en Historia del Mundo Hispánico, por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España.
Tras una orden del Mariscal Francisco Solano López, se comenzó con la rápida elaboración de un plan de defensa férreo, basado en el diseño diseño de trincheras y defensas de los ingenieros George Thompson, Francisco Wisner de Morgernstern y Luis Myzkowzky, bajo la coordinación del general Díaz, explicó el historiador.
Los soldados paraguayos construyeron un sistema de trincheras de 2.000 metros, trabajando por turnos para excavar zanjas y túneles y cortar árboles para los abatises.
Más allá del brillante plan, Caballero Campos considera que fue vital la conjunción con el coraje de las tropas paraguayas, “que no se aminalaron ante el recio bombardeo de la escuadra brasileña”, que duró cerca de cinco horas, previo al ataque argentino por tierra, soportando el ataque y viendo caer uno tras otro a los soldados aliados en las sólidas trincheras.
¿Qué representó la victoria en aquel momento y qué significa 159 años después?
En ese momento fue la victoria más importante del Ejército paraguayo en la historia, señaló Herib Caballero Campos, afirmando que el “contundente” triunfo en esa batalla fue también el más importante de la guerra y el de la historia militar de nuestro país.
“Tuvo consecuencias directas como el cambio del comandante supremo de las fuerzas de la Triple Alianza, ya que el general Bartolomé Mitre fue sustituido por el Marques de Caxias”, Luis Alves de Lima e Silva, en octubre de 1866, tras la batalla. “Además, se logró un tregua de casi un año”, indicó.
Por otra parte, aquella batalla aún tiene su importancia en la actualidad, porque “hoy en día, Curupayty debe ayudarnos a reflexionar sobre la relevancia del conocimiento técnico”, según su mirada, algo “fundamental para lograr un exitoso resultado, además del coraje, la valentía y el tesón de la tropa”, sentenció.
Heroísmo en defensa de la patria
Para la profesora Vicenta Miranda, gestora cultural de Humaitá, este lugar representa el heroísmo de los que defendieron a la patria, según dijo al corresponsal de Úlitma Hora Juan José Brull.
“La deuda continúa con los que marcaron este galón de gloria para la patria”, señaló Miranda.
También mencionó que el acceso al sitio histórico, situado a pocos kilómetros de Humaitá, es a través de un camino de tierra que es de muy difícil acceso y que se encuentra prácticamente intransitable.
Por este motivo, el acto de conmemoración previsto para este lunes tuvo que realizarse frente a las Ruinas de Humaitá.
Miranda resaltó igualmente la labor de limpieza llevada a cabo en el lugar desde hace unos años, por miembros del Regimiento de Caballería número 2, Felipe Toledo, para que volver a ver a las trincheras de Curupayty como eran originalmente.
La batalla de Curupayty fue parte de la Guerra de la Triple Alianza, que se desarrolló entre 1864 y 1870. Fue la lucha más sangrienta de América del Sur, que el ejército aliado de Brasil, Argentina y Uruguay llevó a cabo contra Paraguay.
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La guerra devastó al Paraguay, que quedó sumida en la pobreza y una población diezmada, ya que cerca de la mitad de sus habitantes murió en combate, quedando una relación de cuatro mujeres por hombre, según los cálculos más aceptados por los historiadores. Fueron ellas las que levantaron al país.
El mariscal Francisco Solano López fue abatido por los los soldados brasileños el 1 de marzo de 1870, a orillas del arroyo Aquidabán, ya bajo el mando aliado del Conde d’Eu.